Eduardo Behrentz

OPINIÓN

Mujeres al volante: solución a la siniestralidad vial

Podríamos repetir el experimento, realizado en otros lugares del mundo, de priorizar la contratación de mujeres como conductoras de servicio público de pasajeros y de carga.

7 de abril de 2021

En 2009, la multinacional de transporte Veolia Transport decidió que para su operación de buses urbanos en la ciudad de Sídney (Australia) solo contrataría mujeres. Para esto tuvo que solicitar permisos y hacer sendas gestiones ante diversas autoridades judiciales, dadas las normas locales para la prevención de la discriminación de género.

Como parte de este ejercicio, según documentación de la misma empresa, se logró demostrar que, en general, las conductoras eran mejores que sus contrapartes masculinas en lo referente al tratamiento y mantenimiento de los vehículos, así como en la relación interpersonal con los usuarios. Hoy en día hay más de 400 operarias de buses en Sídney.

Un estudio realizado en Inglaterra, mencionado recientemente en The New York Times (N. Bakalar), analizó información de siniestros viales entre 2005 y 2015 para demostrar que, por kilómetro recorrido, son los buses y camiones los que se encuentran mayormente asociados con muertes, en casos que involucran a dos vehículos o más.

Algo adicional e interesante de dicho estudio es que desvirtúa por completo el mito de que las mujeres conducen mal: haciendo el control por distancia recorrida, los conductores hombres generan tasas de mortalidad que duplican las observadas en las mujeres. Para el caso de los camiones, la diferencia a favor del género femenino es de cuatro a uno.

En cuanto al manejo de las emociones a la hora de conducir, una investigación publicada en la revista científica “Transportation Research” (B. González-Iglesias et al., 2012), documentó la forma en que la frustración y la rabia tienen efectos en el comportamiento vial, incluyendo el nivel de cumplimiento de las normas y la posibilidad de verse involucrado en hechos de intolerancia.

Según ese estudio, los hombres son más propensos a irrespetar las normas viales (v.g. semáforos en rojo y límites de velocidad) y por lo mismo generan mayor riesgo de siniestros. Por su parte, las mujeres tienden a contar con mayor capacidad de adaptación a hechos que pueden generar impaciencia, tales como obstrucciones en la carretera y comportamientos agresivos de parte de otros conductores.

En otras palabras, contamos con evidencia científica de lo que parece obvio: sería poco probable ver a dos mujeres conductoras de servicio público, descendiendo de sus vehículos armadas con palos y crucetas, para agredirse físicamente después de un choque simple. Igualmente, sería insólito ver a una madre de familia conduciendo un bus o un camión por una carretera a toda velocidad, invadiendo el carril contrario mientras rebasa en medio de las curvas.

No es fácil encontrar estas estadísticas para el caso colombiano, pero sí sabemos que cada año se presentan unos 175.000 siniestros en los que mueren cerca de 7.000 compatriotas, mientras que otros 35.000 se ven afectados por heridas graves que en muchos casos tienen implicaciones permanentes y devastadoras.

Puede ser momento de enfrentar este problema con aproximaciones innovadoras. Una de estas es la priorización del entrenamiento y la generación de condiciones que permitan la contratación femenina para la operación de las flotas dedicadas al servicio público de pasajeros, así como para los vehículos de carga pesada.

Podemos empezar con unos pilotos en TransMilenio y en empresas de logística. Una apropiada documentación de tales experimentos podría generar información contundente que permitiese no solo la expansión de una iniciativa como esta, sino también la formulación de una política pública para promover la contratación de conductoras, mejorando de forma costo-efectiva las condiciones de seguridad vial en nuestras calles y carreteras.

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