OPINIÓN

Mujeres y política: pajaritos en el aire

Mujeres de Colombia, no coman cuento. Los partidos y movimientos políticos ahora manipulan el sello “mujer” para tratar de conquistar al electorado femenino. Saben camuflarse y hacer promesas que mantengan los privilegios de unos pocos para que nada cambie. El mismo manoseo que hacen con términos como “transparencia” o “inclusión”, efectistas y sin contenidos reales.

Poly Martínez, Poly Martínez
1 de agosto de 2019

Lo bueno de todas las movidas sucedidas en una sola semana es que los más duros antagonistas políticos mostraron que son iguales frente a los asuntos de género e interés electoral que beneficie su y proyecciones presidenciales. Cambia el nombre del partido y de la mujer involucrada, pero en el fondo todo es lo mismo. 

El Centro Democrático salió de Ángela Garzón porque no marcaba en las encuestas. El partido montó un tinglado de consultas para su elección como candidata a la Alcaldía de Bogotá. Ganó el título, pero no el respaldo y la dejaron como relleno mientras surgía el candidato para una coalición más robusta. Y se les apareció la virgen con apellidos Uribe-Turbay, sangre fresca de una vieja y reconocida casa política. El alegato de Youtube fue un video que armaron los del CD para sacarla de escena. Y la paradoja hoy: el candidato pesa poco en las encuestas.  

Pero no es la primera vez que el CD les dé la espalda a las mujeres. Ahí está Paloma Valencia, a la que le quitó el respaldo para presidir la Comisión Primera, más interesado en amarrar los votos de la casa Valencia Cossio que en cumplir los acuerdos.

Antes, Uribe sacó de mala manera a Martha Lucía Ramírez de su gobierno, un desencuentro que se repite con ella. Aunque el afán electoral la ha llevado a jugarle el juego, hoy vive refundida entre el ostracismo de la vicepresidencia, su poca relevancia en asuntos de género y los “desatrinos” que lanza. Anda perdida en el laberinto de intereses de otros a los que les puso sus votos pero le quitan fuerza.

Y queda la otra joya de esta corona, Gustavo Petro, líder de Colombia Humana, quien le da el aval a un candidato demandado por violencia doméstica y, de paso, una bofetada a sus seguidoras. Ahí está, sin agüero ni pudor, porque primero está su avidez electoral en la cuidad que puede inclinar la balanza de la próxima elección presidencial, que respetar los principios de su partido. Sus copartidarias rechazan esa candidatura, pero a Petro le da igual. 

En esta misma semana Transparencia por Colombia hizo evidente lo que se sabía: los partidos políticos no le paran bolas al aporte de sus seguidoras. Bueno, a menos de que sean primas, hermanas o esposas de caciques que buscan mandar en cuerpo ajeno. Por ley, el 15% de los recursos que el Estado da a los partidos debe destinarse a formación de mujeres y minorías en liderazgo político. Pero prefieren gastarse esos recursos en flores, bordados y adornos navideños porque así las consideran, como adornos de poner y quitar.



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