OPINIÓN

Musa, mentiras y video

Dar la cara al país no es aparecer en un video. Es rendir cuentas y eso no se despacha, judicialmente hablando, en 1 minuto y 37 segundos. Que no enreden.

Poly Martínez, Poly Martínez
9 de octubre de 2017

El video de la familia Besaile más que dar la cara al país, lo que busca es manipular y entretener responsabilidades, nublar el pensamiento con las lágrimas. Esa puesta en escena, claramente libreteada, establece un nuevo hito nacional en materia de manipulación mediática.

El rating en las redes no se hizo esperar, con todo y el latigazo de vuelta al senador y su esposa por poner en semejante situación a sus hijos menores. Y la gran prensa nacional, conocedora del caso y los antecedentes, en vez de tomarse un respiro y dar un paso al lado para analizar la manipulación que buscaba el video, se peleó la primicia. De llorar.

El video no aporta nada al proceso, a pesar de la justificación de algunos al publicarlo. Lo que sí evidencia es la capacidad del senador Besaile para utilizar cualquier recurso, incluidos sus hijos, para tratar de establecer la narrativa de un hombre cuya única culpa es haber denunciado -eso sí, una vez prendido el ventilador- la extorsión de la que era víctima.

En medio de todo este drama, la imagen de una familia destrozada por culpa de otros, de una Justicia inoperante y corrupta que, como confesó Besaile, él mismo ayudó a engrasar. Estamos a 10 minutos de que la esposa o su abogado, que ya estuvo haciendo otras vueltas ante la CIDH, lo declaren perseguido político.

Y de ahí a que las redes así lo asuman, luego de ver a esos pobres pelaos llorar, será cosa de segundos para que reciba el apoyo de muchos localmente, entre ellos más de uno enchufado a la Gobernación que hoy lidera otro Besaile, hermano de sangre y ahora vecino de expediente del senador por cuenta de supuestos sobornos dados para atajar una investigación en su contra por el indignante cartel de la hemofilia.

Me pregunto, ¿qué pasa con las reservas morales de Córdoba? No se alcanza a oír nada. Como tampoco suenan las voces del poder, del bien y la honorabilidad de Cauca, Santander, Bogotá, Caldas o Putumayo, por no listar todos los departamentos del país, cuando uno de los suyos aparece bien enredado en el entramado judicial.

¿Qué ha dicho David Barguil, que me lo perdí? ¿Algún comentario significativo del Partido de la U, del Partido Liberal o del Centro Democrático, a cuya sombra se criaron estos líderes locales y de provechoso peso electoral nacional? La prensa local mantuvo durante el fin de semana el video de los Besaile a full pantalla en su página web, sin más comentario ni cuestionamiento, para que los cordobeses vieran con sus propios ojos el tamaño de injusticia; las ediciones impresas le dieron portada a temas propios de la prensa amarilla.

La pregunta no pretende un señalamiento departamental. Sí un cuestionamiento a todas las regiones del país donde algo similar sucede, no hay mayor reacción de la sociedad y la prensa local parece editada en otro planeta. Lo digo porque he oído en diferentes programas de debate el argumento del centralismo, de que las mañas del poder en Bogotá son las catalizadoras y responsables de la corrupción regional. Resulta conveniente la defensa airada de lo local para unos temas y, en cambio, cuando de corrupción se trata, diluir las culpas como parte de un fenómeno nacional o mundial. Así no hay responsables.

Decirlo está mal visto, pero es la verdad: localmente las castas políticas, las mafias familiares y regionales han acaparado el poder bajo todas sus formas, muchas veces incluidas las ilegales. Por eso creen que pueden pagar, ¡y pagan!, para que les engaveten los procesos, para que otros les resuelvan cuentas pendientes.

La corrupción tiene rostro y cada departamento debe hacerse cargo del suyo. Cierto, no es de generación espontánea, responde a una forma perversa de gobernar en este país. Pero también se debe actuar localmente. En Córdoba hay 56 funcionarios, de todos los niveles, con procesos abiertos por corrupción que ya suman más de 83.000 millones de pesos robados a la ciudadanía, a sus paisanos. ¿Y todos callados?

El detalle del famoso video no está en el llanto de los niños. Eso no debe preocupar a nadie. El riesgo está en que vamos perdiendo la capacidad de tomar distancia frente a la manipulación que pretende. Ahora en las redes se entregan los pillos. En las redes se declaran víctimas de la Justicia. En las redes tejen otra historia, paralela y bastante falseada, mientras bolean dios y ley sin agüero.

Dar la cara al país no es aparecer en un video. Es rendir cuentas y eso no se despacha, judicialmente hablando, en 1 minuto y 37 segundos. Que no enreden.

@polymarti

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