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Opinión

Nepotismo burocrático

Quedan menos de dos años para que nos pronunciemos en las urnas; la democracia es el puntal que soportará nuestras libertades.

David René Moreno Moreno
30 de julio de 2024

El país enfrenta una de las etapas más complejas de su vida democrática, especialmente por la peligrosa polarización de la población, debido a enfrentamientos ideológicos que son alimentados desde la misma cima del poder ejecutivo, pero también está siendo consumido por la corrupción, inmoralidad que probablemente parte desde los entornos del palacio de gobierno, donde gracias al nepotismo burocrático implantado por el jefe de Estado, han llegado a la cabeza de algunas instituciones, no solo el desenfreno y el libertinaje para robarse a manos llenas el dinero de los colombianos, sino que las cabezas se caracterizan por la ignorancia y la falta de conocimientos para desempeñar un papel decoroso en estas altas posiciones.

Hace más de medio siglo que los diferentes grupos al margen de la ley dieron sus primeros pasos asesinando, secuestrando, extorsionando, violentando a hombres, mujeres y niños en nuestro territorio, así como desafiando a la ley y al Estado colombiano, tratando de implantar por la violencia de las armas y con el apoyo de gobiernos comunistas un régimen títere de estas obsoletas ideologías políticas de izquierda; en ese momento, era muy difícil pensar que hoy, integrantes de esos grupos al margen de la ley pudieran estar dirigiendo los destinos de esta nación, pero no gracias a sus capacidades personales y profesionales, sino por los nombramientos que responden al nepotismo burocrático que está estrangulando al país.

Antiguos integrantes del M-19, de las Farc y posiblemente amigos y allegados de la familia presidencial ocupan posiciones claves en ministerios, instituciones gubernamentales, en el cuerpo diplomático, en consejos directivos universitarios, además de cargos de elección popular tanto en el poder legislativo, como en alcaldías y gobernaciones, en que sin duda muchos han podido desarrollar una muy buena gestión en beneficio de los colombianos, pero otros, seguramente cumpliendo órdenes de lo que se puede llamar ‘la empresa criminal’, se han dedicado a esquilmar los recursos del Estado, tanto en su propio beneficio, como seguramente lo hacen en beneficio de las banderas políticas que orgullosos enarbolaron en algún momento.

Las nacionalizaciones exprés que se han denunciado con frecuencia rodeadas de ese ‘extraño tufillo’ que genera el particular interés de Palacio por acelerar los procesos, más cuando las informaciones que viajan por las redes sociales indican que algunos de ellos no se caracterizan por santos comportamientos en sus países de origen, así como los asesores extranjeros que deambulan libremente por los pasillos, los ‘asistentes personales’ que hasta masajean la nómina oficial, las acusaciones de miembros de la familia sobre el origen turbulento de recursos para las campañas, las famosas bolsas negras debajo de la mesa y los maletines empleados posiblemente para comprar votos y lograr la aprobación de proyectos de ley, son parte del entramado que tiene exasperados a los colombianos de bien que cada día cuentan los días para el final del funesto gobierno que nos atropella.

Decisiones jurídicas que rayan en la ilegalidad para favorecer a delincuentes, la permanente protección de los que están al margen de la ley, el frecuente discurso de victimización y ahora la declaración de anarquía (léase acracia), los funcionarios de bolsillo, los pseudopolíticos que dejan por el suelo el nombre del país, los políticos que nombran en cargos diplomáticos para alejarlos de las acciones legales en su contra o para silenciar sus denuncias, los diplomáticos ‘a la carrera’ y los miembros de gabinete cuestionados por el consumo de estupefacientes, así como los gastos exagerados del ejecutivo con viajes inocuos e innecesarios al exterior, el silencio frente a las barbaridades que cometen grupos delincuenciales en el país y en el exterior, así como la displicencia frente a la las FF. MM., son parte de las inconformidades que hoy atragantan a los colombianos.

Quedan menos de dos años para que nos pronunciemos en las urnas; la democracia es el puntal que soportará nuestras libertades y para ello se requiere vencer la indiferencia y la apatía. Todos en masa a votar por la verdadera nueva Colombia.

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