Opinión
Nicaragua: de error en error hasta un acierto al final
No perdió Colombia la tercera demanda de Nicaragua que pretendía una plataforma continental extendida incluso bajo las aguas de nuestra zona económica exclusiva. ¡En hora buena! Todos estamos celebrando este último fallo de la CIJ.
Sin dos errores mayúsculos de Colombia, Nicaragua no habría tenido argumentos para sus demandas. El primero de ellos fue la celebración del Tratado Bárcenas-Esguerra de 1.928, que le cedió gratuitamente a Nicaragua la Costa de la Mosquitia que era colombiana de acuerdo con la “Real Orden de noviembre de 1803″ que a la letra dice:
“Orden Real en que el Rei de España resuelve que la isla de San Andrés, i la parte de la Costa de Mosquitos desde el cabo Gracias á Dios inclusive hacia* el río Chágres, queden segregadas de la Capitanía Jeneral de Guatemala i dependientes del Virreinato de Santa Fé.
San Lorenzo, 30 de Noviembre de 1803.
Exmo. Señor,”
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Es decir, en 1928 no sólo el Archipiélago de San Andrés y Providencia era territorio colombiano, sino que también lo era “la Costa de Mosquitos”. Lo repito: La Costa de Mosquitos era territorio colombiano de acuerdo con las reglas del Derecho Internacional especialmente la del Uti possidetis iuris.
El Tratado Bárcenas –Esguerra regala la Mosquitia colombiana a Nicaragua. Dice el artículo 1° del Tratado:
“La República de Colombia reconoce la soberanía y pleno dominio de la República de Nicaragua sobre la costa de mosquitos comprendida entre el cabo de Gracias a Dios y el río san Juan, y sobre las islas mangle grande y mangle chico, en el océano atlántico (Great corn island, little corn island); y la Republica de Nicaragua reconoce la soberanía y pleno dominio de la República de Colombia sobre las islas de San Andrés, Providencia, santa catalina y todas las demás islas, islotes y cayos que hacen parte de dicho archipiélago de San Andrés”.
“No se consideran incluidos en este tratado los cayos Roncador, Quitasueño y Serrana; el dominio de los cuales está en litigio entre Colombia y los Estados Unidos de América”.
En febrero de 1980 la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua, que sucedió a Anastasio Somoza en la jefatura del Estado, hizo la siguiente declaración:
“Este Tratado Bárcenas Meneses-Esguerra no sólo fue producto de una imposición por parte de una potencia mundial… sino que fue mantenido en secreto durante algún tiempo… Estas circunstancias nos imponen la obligación patriótica y revolucionaria de declarar la nulidad e invalidez del Tratado Bárcenas Meneses-Esguerra”… Era la oportunidad de Colombia para recuperar eventualmente la Costa de Mosquitos o por lo menos plantear el pleito ante la Corte Internacional de Justicia. Teníamos los títulos, lo que no es poca cosa.
Pero el Gobierno de la época reaccionó de manera que resulta incomprensible. Dijo que la declaración de Nicaragua constituía “la más grave amenaza a la armonía entre los Estados” y alegó “la intangibilidad de los Tratados de carácter territorial” al tiempo que rechazaba “cualquier intento de desconocerlos de manera unilateral y arbitraria”.
No nos allanamos a la pretensión nicaragüense de nulidad del Tratado por el cual habíamos regalado la Mosquitia y perdimos la oportunidad de desplazar la disputa: De las aguas del Caribe, a la Costa de Mosquitos. Un movimiento estratégico de gran alcance que seguramente nos hubiera ahorrado la pérdida de los 75.000 Km2 de zona económica exclusiva.
No perdió Colombia la tercera demanda de Nicaragua que pretendía una plataforma continental extendida incluso bajo las aguas de nuestra zona económica exclusiva. ¡En hora buena! Todos estamos celebrando este último fallo de la CIJ.
Todos estamos felices, como obviamente no lo estuvimos con la sentencia de 2012. Respecto de ésta no deja de llamar la atención las reacciones de nuestros principales jefes políticos. El presidente Santos aceptó la legitimidad de la sentencia que ratificaba el Archipiélago de San Andrés y Providencia como territorio colombiano, pero invocó su “inaplicabilidad” en cuanto a los 75.000 Km2 de zona económica exclusiva que perdíamos.
Para lo anterior invocó el artículo 101 de la Constitución y una sentencia de la Corte Constitucional según la cual los límites de Colombia sólo son susceptibles de ser modificados mediante Tratados. Desde luego, si la modificación de límites hubiera favorecido a Colombia este argumento quizás no habría visto la luz.
Más incoherente que Santos fue el expresidente Álvaro Uribe. En su gobierno, durante la Vigésima Cumbre Presidencial del Grupo de Río en República Dominicana, le dijo a Daniel Ortega:
“Presidente, usted tranquilo. Tenga toda la seguridad de que lo que estamos haciendo es esperando lo que defina la Corte de la Haya y lo respetaremos totalmente. Se lo digo delante de todos los presidentes aquí reunidos”.
Este espíritu respetuoso del estado de derecho internacional no duró mucho. Tan pronto se conoció la sentencia de 2012 salió a flote el “estado de opinión”:
“Es mejor, dijo, soportar un siglo de dificultades diplomáticas que ceder un milímetro de la patria”. Y agregó que esa sentencia de la CIJ era “ilegal, inconsistente y de despojo en contra de Colombia”.
Quizás debido a la posición de Uribe, Santos tuvo que recurrir a la teoría de la “inaplicabilidad” del fallo. Seguramente afloraba a su mente la idea de no querer pasar a la historia como Marroquín con la pérdida de Panamá, como Juan Uribe Holguín con la entrega de Los Monjes a Venezuela, o como Abadía Méndez con el regalo de la Mosquitia a Nicaragua.
Sorprendió la reacción anticipada del Presidente Petro cuando anunció desplazarse a San Andrés con toda la cúpula militar a esperar el fallo. Hubo alusiones a aviones de combate y a naves de guerra. Era, en el fondo, la misma posición del Uribe expresidente.
Y estoy bajo la sospecha de que el jefe del gobierno y el jefe de la oposición conversan más de lo que sabemos los colombianos. Lo digo porque, adicionalmente, en el proceso de paz con el ELN el Centro Democrático tiene un delegado, el doctor José Félix Lafaurie, como representante del presidente Petro en las negociaciones. Y ahora en los diálogos con las disidencias de las Farc que no firmaron el Acuerdo de Paz de 2016, tenemos otro, el doctor Fabio Valencia Cossio, de la entraña del señor expresidente.
Queda vigente la posibilidad de negociar un Tratado con Nicaragua. ¿Habrá quién le ponga el cascabel al gato?