Opinión
Ningún perdón para los abusadores de niños
Se necesitan penas más fuertes que garanticen que estos abusadores no tendrán jamás la opción de volverlo a hacer. La respuesta no es premiando, sino encerrándolos de forma tal que no tengan opción de volverlo a pensar siquiera.
Santy Steban y Susan murieron a golpes. Sus cuerpecitos de 4 y 7 años fueron golpeados sin descanso por su padre, Darwin Beltrán, que los estrelló una y otra vez contra la ventana hasta que sus vidas no pudieron más. Luego, según relatan los vecinos del barrio Las Ferias de Bogotá, Darwin tomó el cuerpo del más pequeño, lo asomó por la ventana y gritó: “Aquí los tengo, los maté”. Después de matar a golpes a sus hijos, este hombre los acostó en la cama, los arropó y limpió el lugar para esperar a su esposa.
Darwin Beltrán tenía antecedentes por violencia intrafamiliar. Sin embargo, estaba libre y sin ninguna medida de protección a favor de su esposa o hijos.
Este hecho de horror ocurrió el 29 de octubre, seis días después de que Alexis Delgado, de 2 años, fuera hallado enterrado en el municipio de San Cayetano, Cundinamarca. Su tío político, Carlos Herrán, quien tenía su custodia, dijo que lo había llevado en su caballo a un encuentro con amigos y que de regreso, bajo los efectos del alcohol, el niño se había caído y fallecido por el golpe. Según les dijo a las autoridades, preso del pánico decidió enterrarlo. Pero el dictamen de Medicina Legal confirmó que el pequeño Alexis había sido estrangulado, tenía signos de tortura y había sido abusado sexualmente. Las huellas en el cuerpo de Alexis mostraron un largo historial de abuso sexual y maltrato.
Alexis estaba al cuidado de su tía Jeimmy Ramírez y su esposo, Carlos Herrán, desde que tenía 7 meses, cuando Bienestar Familiar le quitó la custodia a su madre, Luz Ángela Ramírez, señalada de consumir drogas y no tener las condiciones para mantener al niño. La historia de violencia del pequeño Alexis hizo que rápidamente cambiaran los titulares que el 17 de octubre registraban la muerte de Sara Sofía, la pequeña de 12 años que llevaba 19 días desaparecida en Candelaria, Valle.
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Sara Sofía fue encontrada en un cañaduzal; su cuerpo había sido desmembrado y tenía signos de violencia sexual. El responsable de su muerte, Brayan Campo, la raptó cuando volvía a casa a buscar un champú para bañar a su perrita. No era la primera vez que Brayan Campo abusaba de una menor. En 2018, la Fiscalía le abrió un proceso por abuso sexual contra menor de 14 años, pero quedó libre por vencimiento de términos.
El caso de Sara Sofía revivió en la memoria el de Michel Dayana González, la niña de 15 años raptada la noche de velitas de 2023 en Cali y cuyo cuerpo fue encontrado también desmembrado en un taller vecino a su casa. Su asesino, Harold Andréi Echeverri, ya había estado preso por abusar de otra menor de 14 años, pero también quedó libre por vencimiento de términos.
Sara Sofía se llamaba también la pequeña de 2 años que fue buscada por días en el río Tunjuelo en Bogotá en enero de 2021 y cuyo cuerpo jamás apareció. Esta niña estaba a cargo de su tía tras el maltrato sistemático de su mamá, una mujer sumida en las drogas y la prostitución, que la obligó varias veces a dormir bajo la lluvia en el frío bogotano y a mendigar. Nadie sabe qué pasó con Sara Sofía, se cree que fue muerta a golpes y su cuerpo arrojado al río. Por este hecho fueron condenados a 42 años de prisión su mamá, Carolina Galván, y su padrastro, Nelson Díaz.
Aunque estas historias parecen de una violencia excepcional, son casi el relato diario de nuestro país. En Colombia, según cifras de Medicina Legal, entre enero y agosto de este año se habían registrado 375 homicidios de menores. ¡Cada 13 horas un niño muere de forma violenta en nuestro país! Y, si hablamos de abuso, en promedio hay 19.000 casos que se denuncian al año, esto es, cerca de 52 casos al día. Pero sin duda son más, porque miles permanecen en el silencio. ¿Qué sociedad puede ser viable cuando sus niños crecen abusados y violentados?
Si se miran los casos aquí listados, en todos, los agresores tenían antecedentes penales por maltrato intrafamiliar o violencia sexual. Aun así, gozaban de libertad, y en uso de esa libertad llevaron a estos niños a la muerte. En todos estos casos hay una falla evidente del sistema de protección integral de los menores y de judicialización de los victimarios. A todos estos niños el Estado y la sociedad les fallaron.
Está demostrado que los depredadores sexuales no paran, que los maltratadores no cesan hasta llevar a sus víctimas a la muerte, que la violencia contra niños es sistemática. ¿Por qué, frente a este panorama apabullante de violencia contra niños, se plantea ahora permitir una rebaja de penas a quienes acepten cargos?
El país tiene que replantear la forma en la que aborda la violencia contra los niños, niñas y adolescentes. Pero no puede ser planteando una reducción de penas para los agresores por aceptación de cargos, pretendiendo de esta forma bajar la impunidad. No puede justificarse la incompetencia del Estado para perseguir a los victimarios con una rebaja de penas a favor de los agresores para lograr condenas. Esto solo permitirá que estos agresores paguen pronto sus crímenes, pues, además de la rebaja por aceptación, vendrá la reducción de pena por estudio y trabajo, que aplica a todos los criminales sin excepción.
No es premiando a los asesinos y violadores como vamos a reducir los crímenes contra los niños. Es, por el contrario, fortaleciendo los equipos investigativos, los defensores de menores, las casas refugio, los presupuestos para atención de víctimas y la capacitación de funcionarios, entre otros, como podrá frenarse esta dolorosa realidad.
Se necesitan penas más fuertes que garanticen que estos abusadores no tendrán jamás la opción de volverlo a hacer. La respuesta no es premiando, sino encerrándolos de forma tal que no tengan opción de volverlo a pensar siquiera.