Salud Hernández

OPINIÓN

No fue un asesinato

Los acontecimientos de esta semana y las anteriores muestran la falta de norte y de un liderazgo claro al frente de Defensa y de las Fuerzas Militares.

Salud Hernández-Mora
26 de septiembre de 2020

No lo fue. Fue una muerte accidental. Trágica, absurda, triste. Pero no se trató de un asesinato, como repiten algunos medios de comunicación y más de un político de manera irresponsable. La diferencia es importante porque supone equiparar a lo que sería un criminal despiadado con un soldado regular, que no tenía intención de asesinar a una mujer con “premeditación y alevosía” (definición de asesinato).

Tampoco estamos ante un delito contra la población LGTBI ni ante un crimen de odio. No mezclen peras con manzanas, y menos la Fiscalía General, que corrió a insinuarlo para quedar bien. Según lo que relataron testigos, Juliana Giraldo murió por un trágico error, espantoso, deplorable. Pero un error por el que deberá responder no solo el causante de la desgraciada muerte –un joven que prestaba servicio militar–; también el ministro de Defensa, que encadena desastre tras desastre, además de ser incapaz de frenar un panorama de inseguridad cada día más desalentador. Pero no parece que tenga intención de dimitir y, menos aún, que Duque lo saque.

En cuanto a Juliana, no creo que nadie pueda justificar que unos uniformados disparen contra un automóvil que nunca les atacó. Si dieron el pare y no obedecieron, sería un uso excesivo de la fuerza en una vía asfaltada y bastante transitada, flanqueada por cañaduzales, que une Miranda con Corinto. Raramente las nuevas Farc-EP atentan en esa carretera, aunque cada día estén más fortalecidas en el norte del Cauca. La he recorrido con frecuencia y si bien es cierto que hubo actos terroristas, fueron muy esporádicos.

De esa jornada triste rescataría la actitud de la familia de Juliana, todo un ejemplo de generosidad y amor al prójimo, en contraste con la agresividad de voces de la oposición y de ese frenético incendiario llamado Petro, ávido de tragedias que puedan servirle a sus propósitos. No echaron leña al fuego, no culparon al Ejército y perdonaron al soldado que mató a Juliana. La hermana lo hizo de corazón, con sinceridad, sin la hipocresía que acostumbran los dirigentes del partido Farc.

Tampoco el Ejército necesitó que viniera una Corte Suprema politiquera a exigir perdón. Se lo pidieron a la familia desde el momento en que supieron que Juliana, su esposo y los dos acompañantes no hicieron nada ni eran peligrosos. Esperemos que sea la JPM (Justicia Penal Militar) la encargada de investigar y juzgar, como pasó con Dylan Cruz, puesto que la muerte sucedió en un acto de servicio. Lo frustrante es que el ministro Trujillo no quisiera reformar una institución desprestigiada, en la que casi nadie cree, pero que resulta imprescindible para salvaguardar el derecho a un juicio justo de los soldados y policías. Colombia, aunque algunos lo olvidan, no es Dinamarca.

¿O acaso no les quedó claro tras la humillación que infligió al Ejército un puñado de guerrilleros cerca de Tuluá, Valle del Cauca?

Suerte que les perdonaran la vida en una acción audaz que también evidencia el estado preocupante de las Fuerzas Militares. Desarmaron a 20 soldados de un batallón de desminado humanitario, a los que obligan a disfrazarse de oenegés para contentar a la ONU y a la comunidad internacional. Incomprensible la infinita torpeza del Gobierno y del Ministerio de Defensa al ignorar la cruda realidad del orden público nacional. No hubo inteligencia ni la mínima seguridad perimetral, los mandan al matadero sin más. Por cierto, ¿dónde está el general Navarro, un genio para esconderse y poner a sus hombres a dar la cara cuando todo sale mal?

Los acontecimientos de esta semana y las anteriores muestran la falta de norte y de un liderazgo claro al frente de Defensa y de las Fuerzas Militares. Dejaron la sensación de que mientras ELN, Farc-EP, EPL, Gaitanistas y otras bandas mafiosas campan a sus anchas y se desborda la barbarie, que ahora difunden en las redes sociales, el Gobierno y la Corte Suprema se entretienen en una guerrita infantil, pendeja, que solo alimenta el circo político y desvía la atención sobre lo que de verdad importa. Era obvio que el ministro de Defensa no cumpliría al pie de la letra la caprichosa sentencia del partido político anti-furibista que anida en la Corte Suprema. No sorprendió que Trujillo escenificara un simulacro de acatamiento, suficiente para unos, tomadura de pelo para el resto. En todo caso, notificó a los magistrados que el Gobierno no se plegará a sus deseos y jugará sus cartas en una partida en la que pierden el país y el Estado de derecho.

Por si faltara algo, para rematar la faena y avivar la ira de sus contrarios, Trujillo escribió en la cuenta de MinDefensa de Twitter una frase tan escueta como inoportuna: “¡Gloria al soldado!”, supuestamente en recuerdo de Sebastián Vega, asesinado el jueves en Jambaló, Cauca, por las Farc-EP. En lugar de alentar la contienda politiquera, lo aconsejable sería dejar el cargo, enfrascarse en su campaña para la presidencia y ceder el mando a una persona capaz de liderar los cambios urgentes que requieren las Fuerzas Militares y la Policía. La seguridad al Gobierno de Iván Duque se le salió de las manos.

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