OPINIÓN
No marcho porque...
Me niego a cohonestar con los intereses maquiavélicos de los que aúpan la protesta, pero viven como reyes. ¡Hipócritas!
Creo sin vacilaciones en el derecho a la protesta consagrado en la Constitución, y lo respeto profundamente. Sé que los colombianos tienen muchas razones válidas para salir a marchar el 21 de noviembre. Soy consciente de que hay una inconformidad creciente y justa con el actual Gobierno, que no ha podido avanzar con la celeridad que debería en la resolución de los problemas más urgentes de los ciudadanos. Pero soy realista: es una inconformidad social que se ha gestado a lo largo de los años y de Gobierno en Gobierno; son décadas de necesidad y desigualdad que están explotando. También sé que lo políticamente correcto sería decir que salgo a marchar, así nadie me vea en las calles. Pero no puedo mentirles, la verdad es que no voy a marchar en el paro nacional del próximo jueves. Aunque se me venga el mundo encima no lo haré. Aquí les explico mis razones:
No me gusta el aprovechamiento político de una protesta justa de los colombianos más débiles; no me gusta la manipulación, tampoco la falsa solidaridad. No me gusta que mientras la gente común y corriente sale a marchar creyendo que se arreglarán todos sus males, algunos políticos se cuelguen medallas de triunfo en el pecho. No me gusta el odio con el que ciertos personajes se empeñan en promover la protesta. No me gusta el país paralizado, sin producir. No me gusta la invitación a prolongar las marchas por varios días para generar incertidumbre. Sobre todo no me gusta que la protesta se convierta en una pesca milagrosa de votos en un mar de necesidad. Sé que hay uno que otro político que saldrá a las calles movido por un sentimiento real de acompañar a quienes reclaman, pero estoy convencida de que muchos más buscan réditos porque ya están en campaña. Eso no lo acepto, no me gustan los oportunistas.
Me niego a cohonestar con los intereses maquiavélicos de los que aúpan la protesta, pero viven como reyes. ¡Hipócritas!
Tengo simpatía por los reclamos de los maestros y por el movimiento estudiantil, y valoro su lucha; siempre les he abierto los micrófonos a los jóvenes valientes que dan la cara para defender sus derechos. Los admiro, ellos lo saben. Me conmueven los desempleados que van de un lado a otro con su hoja vida sin esperanza. Comparto la frustración de los trabajadores colombianos a los que no les alcanza su salario y tienen que contar hasta la última moneda para poder sobrevivir. Estoy de acuerdo con que los colombianos necesitan un sistema de salud de calidad para no morir mientras les hacen una cirugía o les entregan un medicamento. Veo legítimo que alguien que esté a punto de jubilarse sienta temor de que le cambien las reglas de juego. Odio la corrupción y desprecio a todos los ladrones enquistados en las arcas del Estado. Como ustedes, quisiera verlos presos, que no quede ni uno suelto. Me duelen los muertos de esta violencia que no para, repudio la impunidad y reconozco que muchas cosas en este Gobierno no van bien. Sin embargo, mi protesta será otra; mi protesta será no marchar.
No voy a marchar en protesta a los que tienen el país dividido y sumido en la desesperanza. No voy a marchar porque los partidos me tienen harta; no voy a marchar porque también los medios y los periodistas debemos hacer un mea culpa en todo esto, seguro no hemos estado a la altura. A lo mejor no siempre hemos interpretado bien al pueblo. No voy a marchar porque quiero un cambio real para mi país, que vaya más allá de una jornada de protesta; cuántas marchas se han hecho y no pasa absolutamente nada. No voy a marchar porque no quiero la destrucción que promueven los vándalos. No voy a marchar porque han querido aterrorizarnos con el 21 como el Día D. Me niego al chantaje de los que aúpan la protesta, pero viven como reyes. ¡Hipócritas! Me niego a cohonestar con los intereses maquiavélicos de los que quieren desestabilizar el país apoyados en el descontento.
En todo caso, desde aquí les digo a quienes van a marchar que los respeto; que marchen por sus intereses, no por los de quienes buscan sacar provecho de sus dolores. Les pido que marchen pacíficamente. A las autoridades, que, sin abusar de su poder, hagan lo necesario para conservar el orden público y que no permitan la presencia de encapuchados y violentos en el paro. Al Gobierno, que escuche, y a los intolerantes de todo tipo, que no es justo que maltraten a quienes anuncian su apoyo a las marchas, como le ocurrió a nuestro Carlos Vives. Tampoco podemos caer en que la nueva señorita Colombia es la mejor de la historia solo porque dijo que iba a protestar. Todos tenemos derecho a decidir y a opinar libremente sobre esta jornada.
No tengo miedo a no marchar. No me siento mala ciudadana ni menos patriota por no salir en una turba. No quiero actuar movida por el temor; quiero marchas alejadas de los políticos y de los intereses mezquinos. No marcho el 21 y me siento orgullosa de no hacerlo. Lo haré cuando el caos no sea el fin. A Colombia la tenemos que cuidar entre todos. Por todo esto no marcho.