ESTEBAN PIEDRAHITA

OPINIÓN

Nociones fallidas de la libertad

Aunque en muchos ámbitos las empresas, científicos y artistas norteamericanos han seguido deslumbrando al mundo, la fallida respuesta a la pandemia y la embarazosa elección de hace unas semanas son las señas más recientes de un marcado declive de la cohesión social y la capacidad de acción colectiva del país que ganó dos guerras mundiales y la Guerra Fría.

Esteban Piedrahita
1 de diciembre de 2020

Hace alrededor de 40 años, la política económica en EE. UU. dio un importante giro hacia la derecha. Las tasas impositivas para los ingresos más altos se redujeron en forma significativa y el campo de acción del Estado en la economía se limitó paulatinamente. Esto marcó un punto de quiebre con el consenso en torno al rol activo de este en la regulación de los mercados y la redistribución del ingreso, que había iniciado con Franklin Roosevelt en los años 30 y prevalecido durante casi 50 años de gobiernos bipartidistas.

Los estudiosos de la materia atribuyen esta transformación a cambios en la economía política, influenciados por el surgimiento del ‘neoliberalismo’ económico, con Milton Friedman a la cabeza, y el patrocinio decidido y sistemático de sus ideas por algunas de las familias más ricas del país. Cualquiera sea el caso, lo cierto es que para un amplio segmento de la población estadounidense estas últimas décadas han sido de precariedad e inseguridad económica.

Un estudio sobre desigualdad en los países desarrollados publicado el mes pasado por el Instituto Peterson de Washington, señala que, aunque esta ha aumentado en todos durante los últimos 40 años, en EE. UU. lo ha hecho en forma mucho más pronunciada, ubicándolo, con diferencia, como el país más inequitativo del grupo. La globalización y la automatización han contribuido a esta tendencia en las economías avanzadas, pero el estudio encuentra que las políticas nacionales inciden significativamente en los resultados.

Un ejemplo es que mientras los volúmenes de importaciones desde países emergentes de Europa y EE. UU. han crecido a tasas muy similares desde 1980, el ingreso antes de impuestos del 50 % más pobre de la población europea ha aumentado un 37 % en términos reales en el mismo lapso, mientras que el de sus pares norteamericanos solo lo hizo en un 3 %. Igualmente, mientras el porcentaje del total del ingreso antes de impuestos que obtenía el 1 % más rico de los europeos pasó del 8 % en 1980 al 11 % en 2017, la cifra equivalente en EE. UU. saltó del 11 % al 20 %.

En defensa del modelo norteamericano se podría aducir que la mayor desigualdad resulta de una economía más flexible con mejores oportunidades de movilidad social. Pero entre los países ricos, EE. UU. hoy registra uno de los peores indicadores en esta materia. La Ocde estima que a un estadounidense de un hogar de bajos ingresos le tomaría cinco generaciones alcanzar el ingreso nacional promedio, contra dos o tres generaciones en los países escandinavos.

Estas crecientes inequidades económicas se correlacionan con impactos sobre la salud y bienestar de las personas que retroalimentan negativamente la igualdad de oportunidades. Mientras en 1979, la expectativa de vida en EE. UU. era solo seis meses menor al promedio de los demás miembros del G-7, en 2019 era casi cuatro años menor. EE. UU. es—absurdamente—, el único país rico sin un sistema universal de aseguramiento en salud. Algo parecido sucede con la educación superior, prácticamente gratuita en Europa y cada día más inasequible en EE. UU. donde desde 1981 el precio de las matrículas se ha triplicado y el financiamiento de las universidades públicas por los estados se ha reducido en un 50 %.

Aunque en muchos ámbitos las empresas, científicos y artistas norteamericanos han seguido deslumbrando al mundo, la fallida respuesta a la pandemia y la embarazosa elección de hace unas semanas son las señas más recientes de un marcado declive de la cohesión social y la capacidad de acción colectiva del país que ganó dos guerras mundiales y la Guerra Fría y puso el primer hombre en la luna. Buena parte de las claves de estos sucesos se encuentran en las políticas económicas y la economía de la política.

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