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Nos gustan las monarquías

Aquí hay una recóndita admiración por las monarquías

Julio Londoño Paredes
23 de agosto de 2024

El hecho de que estemos en un gobierno de tendencia socialista no impide que quiera extenderse por varios lustros para culminar su obra. Eso nos hace recordar que en Colombia hemos tenido desde siempre una admiración especial por las monarquías. Desde los tiempos del Libertador Simón Bolívar.

A propósito, el país en los últimos días estuvo embelesado con la visita del Príncipe Harry y su esposa Meghan. Fuera del ejército de escoltas, vehículos blindados, tiradores escogidos y demás parafernalia; y que los vuelos y la ocupación hotelera en las ciudades por donde se iban moviendo se duplicaron. Cada paso o suspiro de Meghan era seguido con profunda admiración, como si fuera de la Virgen de Fátima.

Naturalmente que además de los costos de la estadía en Colombia, es presumible que la parejita, que no da puntada sin dedal, ya que cobra millones de dólares por una entrevista, debe haber tenido algún interés más allá que el de conocer las murallas de Cartagena y bailar salsa en Cali.

La pareja ha viajado también a países asiáticos y africanos, como lo hacen los monarcas europeos. El último viaje de la pareja en mayo fue a la ricachona y corrupta Nigeria, donde hicieron un programa parecido, incluyendo baile con los nativos, collares, artesanías y visita a una escuela.

La única diferencia es que en Nigeria estuvieron invitados por el poderoso jefe del Estado Mayor de Defensa, general Abayomi Olonisakin y aquí por nuestra poderosa vicepresidenta Francia Márquez, que con la invitación ha cumplido buena parte de su misión.

La admiración por las monarquías se expresó una vez más cuando el rey Carlos III visitó Cartagena, siendo aún Príncipe de Gales, y descubrió una “bella placa” que hizo la ciudad alabando a los valientes ingleses que con 186 buques, 27.600 hombres y 2000 cañones que sitiaron a la ciudad en 1741 dejando desolación y muerte.

Si a los colombianos les encantan los reyes y las reinas, y hay a quienes les gustaría establecer un régimen de duración indefinida, ¿por qué no se establece entonces una monarquía?

También nos gustan otras modalidades. Es bien recordada la visita del presidente Kennedy a Colombia en 1961. Alto, rubio, buen mozo, católico y sobre todo casado con la admirada Jacqueline, linda y bien vestida. Ambos impactaron por años el corazón de los colombianos.

La visita se hizo 14 días después de que Colombia rompió relaciones con Cuba, al día siguiente de que Estados Unidos hiciera lo mismo y 13 días después de que nuestro país atendiendo una “gentil sugerencia” norteamericana convocara una reunión de cancilleres de la OEA para expulsar a Cuba de la Organización.

Colombia logró la expulsión después de muchas piruetas de los Estados Unidos, para conseguir los catorce votos que se requerían para la aprobación de la resolución.

La decisión, según lo dijo el presidente de Colombia en una alocución al país, se debió a que no podía aceptarse que en el continente hubiera gobiernos con “ideologías foráneas”.

En ese entonces Cuba no apoyaba a ningún grupo armado colombiano, ni siquiera a los 30 hombres al mando de un tal “Tiro Fijo” que estaba en una remota vereda cerca de Gaitania, en el sur del Tolima.

Cuba después de eso ayudó a “Tiro Fijo”, contribuyó a fundar el ELN y más tarde apoyó al M-19. De ahí en adelante, la historia es conocida. Con el correr de los años fue y sigue siendo la mediadora con todos los grupos armados colombianos que han existido, que existen y que seguirán existiendo en el marco de la paz total.

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