Opinión
Nuestros verdaderos héroes
La cultura de los pueblos tiene un papel muy importante en su desarrollo, paz y prosperidad, así como las buenas maneras distinguen a quienes han recibido una adecuada formación en principios y valores.
Es muy difícil aceptar que hoy no se respete a las personas, que no se respete a la familia, que no se respete la palabra dada, que no se respete a los electores, que no se respeten las leyes y que se argumente el ‘usted no sabe quién soy yo’ para hacer lo que da la gana en cualquier escenario, como si se fuera el capataz de la gran finca llamada Colombia, país que en alguna parte de nuestra convulsionada historia era considerado como un excelente destino, impregnado de cultura, educación y prosperidad.
‘No se le pueden pedir peras al olmo’, decían las abuelas, cuando se referían a los desmanes y arbitrariedades del típico patán del vecindario, quien sin sonrojarse atropellaba a los indefensos, les mentía enfermizamente a todos, no cumplía lo prometido, se burlaba de los mayores, menospreciaba a sus maestros, irrespetaba a quien se le atravesara en su camino, se sentía el dueño de la cuadra, atacaba a quien osara enfrentarse a sus compinches y se rodeaba de lo peor del barrio para cometer mayores felonías.
La cultura de los pueblos tiene un papel muy importante en su desarrollo, paz y prosperidad, así como las buenas maneras distinguen a quienes han recibido una adecuada formación en principios y valores. El buen ejemplo es fundamental para fraguar el carácter de las personas y permite concebir modelos de comportamiento que guiarán el devenir futuro de los líderes; entre las premisas promulgadas por los padres está el respetar la bandera, los símbolos patrios, a sus autoridades, a los mayores y en general al país. Sin cultura, no hay futuro; sin educación, no hay progreso.
Con unas tres horas de retardo se inició la más importante ceremonia nacional, en la que se conmemora un aniversario más de nuestra independencia, evento en el cual nuestros militares y policías se visten de gala para participar con júbilo y alegría en el homenaje al pueblo colombiano, el cual es esperado por miles de niños, jóvenes y mayores que se sitúan a lado y lado de las vías para ovacionar a los héroes de Colombia; muchos de ellos han entregado parte de sus cuerpos en la defensa de la libertad y la democracia, así como otros entregaron hasta su propia vida. Dios los tenga en su gloria.
Tendencias
Nada justifica el irrespeto del jefe de gobierno hacia el pueblo colombiano y hacia la fuerza pública al no estar presente para la iniciación de la celebración de la fiesta patria, evento que por primera vez en nuestra historia republicana se inició sin la presencia de la cabeza del poder ejecutivo. Las familias con sus hijos estuvieron en las vías del recorrido desde muy tempranas horas de la mañana, los más jóvenes se cansaron de esperar el inicio, tenían hambre, sed y fatiga, y lo mismo tuvo que suceder con los militares y policías que permanecieron formados largas horas antes de iniciar la marcha.
Mientras las tropas vestían uniformes relucientes y orgullosos lucían sus condecoraciones, el jefe de gobierno se presentó ‘en fachas’ para recibir los honores como jefe de Estado, demostrando con ello que poco o nada le importaba la celebración de nuestra independencia. Qué bochornoso, esto es un nuevo desplante hacia la fuerza pública, hacia las instituciones y hacia el país, además que cerró ‘con broche de hojalata’ al retirarse de la tribuna antes de que finalizara el desfile. Qué pésimo ejemplo, parece que esto lo hiciera a propósito.
Viva Colombia, vivan nuestras gloriosas Fuerzas Militares y la Policía Nacional, nuestros verdaderos héroes.