Julio Londoño Paredes Columna Semana

Opinión

Nuevas modalidades en las relaciones internacionales

Parece ser que ahora la política exterior se hace por X y que la diplomacia tradicional está dejando de existir.

Julio Londoño Paredes
24 de noviembre de 2023

Hace años, durante la época en que las dictaduras y los golpes militares eran usuales en América Latina, se enfrentaron en el continente dos tesis. Por una parte, la doctrina Betancourt, promovida por el presidente de Venezuela, según la cual no se debía reconocer a gobiernos que hubieran llegado al poder por golpes militares. Lo hizo para defender la recientemente lograda democracia en su país.

Por la otra, la doctrina Estrada, que había sido defendida desde los años treinta por el canciller de México, Genaro Estrada, según la cual su país no se pronunciaría sobre la legitimidad de los gobiernos de otros países ni los calificaría, independientemente de que fueran de origen militar o socialista. Es evidente que el actual presidente de México no sigue esa línea.

La era de los golpes militares ha quedado atrás y cualquier aventura similar en nuestro continente resultaría imposible y absurda. Quedan reservados a unos pocos países africanos, con la condena de muchos estados de la región.

Ahora los procedimientos para asegurar la continuidad de un mandatario o del régimen que preside, son diferentes. Entre ellos está la modificación de la Constitución, si es que la que está vigente dificulta ese propósito. Es suficiente afirmar que la carta magna es desueta o inoperante, que no refleja las aspiraciones del pueblo o a que el presidente en ejercicio no ha terminado su tarea de salvar a la patria y, por lo tanto, debe continuar en el cargo. Para eso están las mayorías en las corporaciones legislativas, la interpretación que den a las normas algunos tribunales o incluso la convocatoria de referendos organizados por el régimen imperante.

La política exterior en algunos países se está “personalizando”. De manera que solo con el hecho de que un personaje que llega a la presidencia de otro estado no coincida con la ideología o la línea política del mandatario de turno, este emprende descalificaciones y censuras públicas. Eso lleva a generar enemistades gratuitas y en algunos casos peligrosas, con otras naciones. Además, que son una evidente intervención en los asuntos internos de otros estados.

Las situaciones conflictivas requieren objetividad y buen juicio. Una decisión apresurada, la interrupción abrupta de las relaciones o el retiro masivo del personal diplomático y consular, pueden resultar inconvenientes, porque precisamente es en esos momentos cuando los funcionarios deben estar presentes en el otro Estado.

Un ejemplo es el de la Otan, en el caso de la invasión de Rusia a Ucrania que, a pesar de tener a sus miembros al borde de una guerra de grandes proporciones, la mayoría de ellos mantiene sus representaciones diplomáticas en Moscú. Desafortunadamente, parece ser que ahora la política exterior se hace por X y que la diplomacia tradicional está dejando de existir.

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