OPINIÓN

Nuevas realidades

Esta semana se inició con noticias contradictorias frente al coronavirus. El domingo nos informaban que el pico de la pandemia estaba previsto entre la segunda y la cuarta semana de septiembre, dependiendo de las regiones del país.

Camilo Granada, Camilo Granada
26 de agosto de 2020

Esta semana, Colombia entró en una nueva fase del manejo de la pandemia de covid-19. Luego de cinco meses de cuarentenas estrictas, excepciones y liberaciones parciales, entramos en una etapa totalmente nueva. No es el retorno a la normalidad, pero es un cambio significativo, un abrebocas a lo que serán las nuevas realidades con las que tendremos que convivir durante un largo período.

 

Colombia enfrentó la llegada del coronavirus inspirándose en los modelos europeos de Italia, Francia y España, países donde la estrategia fue el confinamiento estricto y generalizado por largas semanas. El argumento principal era la necesidad de aplanar la curva, o sea reducir el ritmo de crecimiento de los contagios para permitir que la infraestructura sanitaria se preparara y no colapsara por la llegada masiva de pacientes infectados a las unidades de cuidados intensivos. Se esperaba también reducir, hasta cierto punto,el número total de enfermos, pero era claro que en el momento en el que se levantara la cuarentena rigurosa, la incidencia de la enfermedad crecería.

Ambas premisas resultaron ciertas. Se logró contener la covid-19: el contagio y su letalidad fueron muy inferiores a los sufridos en otros países. Después de un poco más de dos meses vino el levantamiento de buena parte de las restricciones, a lo cual se sumó el desarrollo de los días sin IVA. Esa combinación demostró ser contraproducente y tanto el número de contagiados y de fallecidos, como el ritmo de crecimiento de los mismos, se dispararon. Hubo que echar para atrás y volver a imponer medidas más restrictivas para la ciudadanía.

 

Esta semana se inició con noticias contradictorias frente al coronavirus. El domingo nos informaban que el pico de la pandemia estaba previsto entre la segunda y la cuarta semana de septiembre, dependiendo de las regiones del país. El lunes en la noche y el martes, el Gobierno nacional y las alcaldías de las principales ciudades, anunciaron el fin de las cuarentenas y el inicio de una etapa de aperturas y reinicio de actividades productivas y comerciales. Esta última decisión fue sorpresiva pues desde el inicio se nos dijo que mientras no pasáramos el pico, era imposible cambiar la receta.

 

Es cierto que hay algunos indicadores que parecen sugerir que estamos mejor. La tasa de ocupación de las unidades de cuidados intensivos bajó, así como también el número de fallecimientos diarios. Pero es claro que en esta decisión pesó enormemente la necesidad de darle aire a una economía en estado crítico. También debió incidir el creciente cansancio ciudadano con las medidas. Se trata de un cambio radical de estrategia. De hecho, como lo señala el analista Ricardo Ávila, estamos pasando –sin decirlo abiertamente—al modelo sueco de respuesta: abrir y retomar la actividad económica, esperando que el contagio y la mortalidad no se disparen, una especie de “inmunidad de rebaño”, basada en los contagios de los meses pasados.

 

Iniciamos entonces el mes de septiembre con nuevas reglas, nuevas perspectivas y nuevas responsabilidades. Las autoridades, nacionales y locales, tendrán que concentrarse en reactivar la economía, con nuevas inversiones, más transferencias a los desempleados, más ayudas a quienes sufrieron las peores consecuencias de la recesión. Todo lo anterior sin quitarle el ojo a las cifras de contagio y saturación de la infraestructura hospitalaria. Deberán estar dispuestos a volver a imponer restricciones, y adoptar el modelo de acordeón que muchos predijeron desde el principio.

 

A los ciudadanos nos corresponde entender y asumir con seriedad y disciplina esta nueva situación. La amenaza no ha desaparecido. La covid-19 no ha quedado atrás. Así lo demuestra la situación de rebrote del virus que vive España y en menor medida Francia o Bélgica. El riesgo sigue ahí. Y si—como queremos todos—pretendemos evitar a toda costa nuevas cuarentenas, tenemos que actuar con prudencia y convertir en hábitos permanentes los gestos de protección básicos recomendados por las autoridades de salud. No podemos volvernos locos, ni pensar que la vida volvió a ser como antes de febrero de este año. La nueva realidad en la que estamos entrando llegó para quedarse y más nos vale no perderla de vista.

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