OPINIÓN
Oídos sordos
Ningún episodio puede pintar mejor la imbecilidad arrogante de este Gobierno. Ahora bien: también pinta una imbecilidad equivalente por parte de la minga indígena organizada por el Cric.
Vienen 8.000 indígenas desde el Cauca a Bogotá en sus ‘chivas’ de colores, en una minga que reúne a varias comunidades, con la intención de hablar sobre sus centenarios problemas con el presidente Iván Duque: ese mismo presidente que hace un año anunciaba la gran “Conversación Nacional” del Gobierno con todos los sectores del país. Se demoran ocho días en el viaje. Y cuando están llegando por fin, el presidente, que no quiso viajar al Cauca para conversar con ellos y los hizo venir en un costoso, fatigoso y peligroso (por el contagio del coronavirus) viaje colectivo en sus buses, tampoco los recibe en Bogotá. Sino que se va a medianoche en su avión para el Chocó, rodeado de generales, mientras que su alto comisionado de paz, Miguel Ceballos, vuela en el suyo al Cauca para hablar con los indígenas. Que ya no están allá, porque han venido trabajosamente a Bogotá para hablar con su jefe el presidente, que ya no está aquí. De manera que no se puede hacer la anunciada reunión, y el señor Ceballos regresa en su avión a Bogotá sin haber hablado con nadie.
Ningún episodio puede pintar mejor la imbecilidad arrogante de este Gobierno.
Ahora: también pinta una imbecilidad equivalente por parte de la minga indígena organizada por el Cric, el consejo indígena del Cauca. Después de haber atravesado medio país costosa, trabajosa y peligrosamente, no solo para ellos, sino para todas las poblaciones que atravesaron en mitad de la pandemia, para hacerse oír por el Gobierno presionándolo con su manifestación multitudinaria, y a sabiendas de que el presidente no los iba a recibir, los jefes indígenas de la minga deciden al día siguiente devolverse a su tierra sin haber sido oídos. Hicieron en la plaza de Bolívar un simulacro de “juicio político” a Duque. Quien no asistió, puesto que se había ido. Pero ¿de verdad esperaban que el presidente de la república saliera a sentarse en una silla Rimax al sol o a la lluvia bogotanos a que sus críticos lo “juzgaran” diciéndole: “Compañero, le vamos a hacer una autocrítica”? ¿Y a lo mejor lo condenaran –o, qué digo, a que inevitablemente lo condenaran– a 60 varazos en las piernas siguiendo la ley indígena?
Pero es, además de cómica, una imbecilidad dañina, de parte y parte. Porque no tiene otro efecto que el de exacerbar la polarización de que tanto se viene hablando. Los indígenas caucanos venían para pedir que no los sigan matando. Para pedir que el Gobierno intervenga en sus regiones con algo distinto del ejército y de la policía. Y el presidente les respondió viajando al Chocó con los comandantes del Ejército y de la Policía. Hizo allá el mismo “consejo de seguridad” que hubiera podido hacer aquí en Bogotá, o unos días antes en el Cauca. Y que ha hecho ya varias veces en distintos sitios, sin resultados apreciables. ¿Qué hizo allá? Ofrecer plata, como han venido haciendo de manera infructuosa todos los Gobiernos desde el de César Gaviria: elevó de 5 a 50 millones de pesos la recompensa por las cabezas de “los más buscados” del departamento. Como en las películas del lejano Oeste. Y se permitió, de paso, censurar a los indígenas que habían venido desde el Cauca hasta Bogotá a buscarlo, puesto que él no iba allá, porque “nadie puede argumentar que para ser escuchado se requiere promocionar una aglomeración”.
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Eso demuestra, claro, que el Gobierno de Iván Duque no quiere escuchar quejas. No quiere saber nada de los problemas del país. O, más exactamente, de la población mayoritaria del país. Porque para los de las grandes empresas y los bancos sí tiene atención, y les derrama a dos manos subvenciones y estímulos. Y su partido, el Centro Democrático, se dedica entre tanto a poner tutelas para que se les impida a los indígenas llegar con su minga a Bogotá. Para que se suprima el derecho a la protesta. Porque, como explica la senadora vallecaucana María Fernanda Cabal, “son unos privilegiados” que no respetan a los demás.
Entre tanto se reanuda el paro nacional interrumpido hace unos meses por la pandemia. Y, para gran decepción del Gobierno de Duque y de sus partidarios, se hace en paz.