Opinión
Operación Orión: La JEP pretende reescribir la historia de La Escombrera
La JEP, en lugar de ser una herramienta para hacer justicia, ha sido utilizada para perseguir a los líderes políticos y militares que contribuyeron a la restauración del orden.
La Comuna 13 de Medellín es un ejemplo de transformación y esperanza para Colombia. Lo que alguna vez fue un territorio controlado por grupos armados ilegales, hoy es un símbolo de la lucha por la paz, la seguridad y el desarrollo. Sin embargo, sectores de la extrema izquierda en manos del petrosantismo, utilizando herramientas como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), buscan reescribir la historia para deslegitimar los esfuerzos del Estado y favorecer a quienes, en su momento, sembraron el caos en la zona. Esta manipulación es un acto - t[[[descarado y ruin de justificar a los narcoterroristas de las Fsrc, ELN, paramilitares y milicias urbanas que controlaban la Comuna 13, mientras persiguen a aquellos que lucharon por la legalidad, como el expresidente Álvaro Uribe Vélez.
La historia de la Comuna 13 está marcada por la violencintentoia de los narcoguerrilleros, paramilitares y milicias urbanas que sometieron al territorio bajo su control absoluto durante años. En ese entonces, los habitantes vivían aterrados, y la Fuerza Pública no podía ingresar a la comuna. Estaba completamente tomada por estos grupos armados ilegales que, con violencia extrema, impedían cualquier de intervención estatal. A la Policía, que trató de recuperar la zona, la sacaban a bala. Las autoridades no podían hacer nada sin el riesgo de d esať[tar una confrontación mortal en las calles. Las fuerzas del Estado estaban imposibilitadas de actuar debido al poder de fuego y la organización militar de estos grupos armados.
Sin embargo, la situación cambió con la implementación de la Operación Orión en 2002, una intervención militar y policial clave que buscó recuperar la Comuna 13 del control de estos actores ilegales. Fue una operación difícil, marcada por altos costos en vidas humanas, pero que permitió restablecer el orden, iniciar la recuperación de la zona y dar paso a los proyectos de transformación social y urbana. La operación fue un éxito en la medida en que logró restablecer la seguridad y permitir que la comunidad comenzara a trabajar en su reconstrucción.
Hoy, la Comuna 13 es un ejemplo claro de lo que puede lograr el Estado y la sociedad cuando se restablece la seguridad. A través de la inversión en cultura, arte y deporte, los habitantes han logrado transformar un territorio marcado por el dolor y el sufrimiento en una zona de esperanza, en la que proyectos como las escaleras eléctricas, los murales de arte y los espacios comunitarios demuestran que la recuperación es posible cuando se actúa con determinación. Este renacimiento es un claro reflejo de lo que ocurre cuando la ley prevalece, y la comunidad se une al esfuerzo colectivo.
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A pesar de todo, esta historia de éxito está siendo manipulada por sectores de la extrema izquierda, que buscan cambiar la narrativa de la Comuna 13 y deslegitimar el esfuerzo del Estado para recuperar la zona. A través de la JEP, se intenta borrar los logros alcanzados por la fuerza pública, a la vez que se intenta justificar las acciones de los grupos armados ilegales que devastaron la comuna. La JEP, en lugar de ser una herramienta para hacer justicia, ha sido utilizada para perseguir a los líderes políticos y militares que contribuyeron a la restauración del orden. La distorsión de la realidad histórica es una estrategia ideológica que busca menospreciar los sacrificios realizados por las fuerzas del Estado, así como por las víctimas de estos grupos criminales.
La JEP, al actuar de esta manera, prevarica y miente, porque no está cumpliendo con el mandato que le corresponde: impartir justicia y buscar la verdad. En lugar de juzgar a los responsables de los crímenes cometidos por los grupos armados ilegales, se ha centrado en perseguir a quienes lucharon por el orden y la seguridad en lugares como la Comuna 13. Además, los esfuerzos por cambiar la narrativa histórica de lo ocurrido en este territorio son un claro intento de borrar la memoria del país, de quienes vivieron la violencia y de quienes, con esfuerzo y valentía, contribuyeron a reconstruir el lugar.
En su momento, el exalcalde de Medellín, Luis Pérez, reveló un testimonio contundente sobre la cruda realidad de la Comuna 13. Pérez, quien vivió de cerca el proceso de pacificación de la comuna, ha expresado que la historia la quieren escribir los que nunca fueron por allá y eso era un infierno urbano. Por eso, siempre digo: piensen cómo estaba la Comuna 13, eran 170.000 y quedaron 100.000 porque fueron desplazados. Había fábricas de armas, reductos de las FARC, ELN y los paramilitares, y mataron a varias personas con armas largas. En otras zonas, había secuestrados, carros bomba, habían quitado todas las direcciones para que EPM no cobrara los servicios. Eso era un infierno urbano y a todos les daba miedo; a la Policía la sacaban a bala. Este testimonio resalta la importancia de que los colombianos conozcamos la verdadera historia de la Comuna 13, sin caer en manipulaciones ideológicas.
La historia de la Comuna 13 es, ante todo, la historia de la gente que resistió. Es el relato de los habitantes que, tras vivir años de terror, lograron superar las adversidades y reconstruir su comunidad. Es la historia de un Estado que, aunque tardó, pudo intervenir y devolver la seguridad a la zona. Pero también es la historia de un país que no debe permitir que se reescriba su pasado con fines políticos que buscan justificar la violencia y el narcoterrorismo.
Es imprescindible que comprendamos la importancia de la Operación Orión y lo que significó la pacificación de la Comuna 13. La intervención fue un paso fundamental para garantizar que la violencia y el caos no continuaran reinando en la comuna. Los logros de la recuperación de la Comuna no pueden ser borrados o distorsionados por intereses políticos que solo buscan justificar a los actores que sembraron el miedo y la destrucción en este territorio.
La Escombrera debe ser vista como un símbolo de la capacidad de Colombia para superar los mayores desafíos. No podemos permitir que se reescriba la historia para favorecer intereses políticos que intentan justificar el caos y la violencia. La JEP no debe convertirse en una herramienta para perseguir a quienes lucharon por la verdadera paz y la seguridad, sino en un mecanismo verdaderamente justo que respete la memoria de las víctimas y promueva la reconciliación, sin olvidar que la legalidad y la justicia son las bases para un futuro de paz duradera. La Comuna 13 es un logro del pueblo colombiano, y su historia debe ser preservada como un ejemplo de esperanza, resistencia y resiliencia.
Ñapa: la JEP es una corte diseñada a la medida de los narcoterroristas de las Farc por el funesto personaje Juan Manuel Santos para lavarle los crímenes a estos bandidos. Mientras tanto, esta arma política del petrosantismo olvida que, en los primeros ocho meses de 2002, se registraron 373 homicidios, con una tasa de 434 homicidios por cada 100.000 habitantes. Según cálculos de la propia Alcaldía de Medellín, cerca de 70.000 personas se desplazaron de la Comuna debido a la violencia. Los colegios no podían impartir clases por amenazas de grupos armados. Los habitantes enfrentaban secuestros y extorsiones constates. Son datos y hay que darlos.