OpiNión
Oportunidad perdida
Hablemos claro. Biden recibió a Petro porque lo ve como una excusa ante su electorado para asumir el delicado tema de Venezuela.
Gustavo Petro y su equipo dilapidaron una muy importante oportunidad de recomponer las relaciones entre Colombia y Estados Unidos y terminaron sumando al país a la intensa pelea bipartidista que se vive en Washington.Escribo esta columna frente al Capitolio estadounidense, donde esta semana he venido recibiendo impresiones sobre la visita del mandatario colombiano.
Las reacciones que emanan del Partido Republicano son contundentes. El senador Marco Rubio calificó a nuestro presidente como un “agente de caos”; Rick Scott dijo que a Gustavo Petro solo le importa Maduro, que es un narcoterrorista; y la representante María Elvira Salazar, tras reunión con el equipo de gobierno, afirmó que nuestro mandatario era un socialista. Tremendo.
Pero la reacción más grave vino del congresista Mario Díaz-Balart, presidente del Subcomité de Apropiaciones del Departamento de Estado. “Las acciones y comentarios del nuevo presidente de Colombia han puesto en peligro la exitosa relación entre Estados Unidos y Colombia. No permitiré que dólares de los contribuyentes de Estados Unidos respalden a un Gobierno que sostenga el régimen de Maduro”. Gravísimo.
Nunca en la historia reciente del país la visita de un presidente colombiano a la capital estadounidense había dejado tan lapidarias reacciones.
El incendio lo prendió el propio jefe de Estado al delinear que sus principales objetivos pasaban por avanzar en el levantamiento paulatino de sanciones a Venezuela para que Nicolás Maduro garantice un mínimo de condiciones a fin de que en su país se realicen elecciones libres. Tacó burro.
Venezuela es un tema que genera fuertes reacciones, principalmente en los legisladores de Florida. Maduro está en el mismo nivel de rechazo que Castro en un estado donde actualmente se hace evidente la migración venezolana y colombiana. Si alguien quiere ganar votos en ese lugar, lo más conveniente es tomar una postura férrea en contra de cualquier atisbo de izquierda radical.
Los floridanos viven en carne propia el resultado del fallido restablecimiento de relaciones con el régimen en Cuba adelantado por el presidente Obama. La estrategia, en lugar de generar condiciones para que la gente prosperara, fortaleció a la dictadura de los Castro y sus compinches y provocó el éxodo masivo de cubanos más grande de la historia, que es el que actualmente se vive. La mano amable con los dictadores y criminales siempre termina en traición y aprovechamiento.
Es por eso que no se entiende la falta de compresión del juego político estadounidense por parte del equipo colombiano. La inocencia y falta de visión de nuestra delegación terminó por sumar nuevos y fuertes contradictores desde el lado republicano y no recoger amigos nuevos desde el lado demócrata, el partido del presidente Biden. La visita dejó un peligroso neto negativo en el cuadro de amistades en el Legislativo.
En la misma línea de sensibilidades y táctica de la política estadounidense, tampoco se entiende la estrategia del equipo colombiano al sentar al mandatario con la representante Salazar, quien desde siempre ha sido una intrincada crítica de Petro y Maduro. Sometieron al jefe de Estado a un desgaste innecesario. Es como si en una visita de Estado de Colombia a Maduro permitieran una reunión pública entre el presidente y las congresistas Cabal y Valencia.
En la parte pública del encuentro entre los jefes de Estado, Biden se mostró amable y sonriente como siempre. El “tío” Joe, como le dicen por estas tierras, es un hombre de buen carácter, al que difícilmente se le nota el descontento o la ansiedad, por lo que las respuestas eternas y llenas de rodeos del jefe de Estado colombiano debieron sonarle a serenata en medio de un día en el que la noticia principal en Estados Unidos eran los indicios de que la propia Casa Blanca estaría entorpeciendo las investigaciones que se adelantan contra su hijo Hunter.
¿Qué ganamos los colombianos con la visita? Nada. Obviamente, nos quieren vender ahora que el tema de una Venezuela pacificada es de gran beneficio al país, que lo es, pero el tema no podía ser el ancla del encuentro entre los dos presidentes cuando las papas queman a nivel local.
Que con esto Petro es un nivel regional más importante que Lula, afirman algunos. Lo dudo. Y si ese es el objetivo, me preocupa que estemos en la lucha personal de los egos y no en la búsqueda permanente de las soluciones de los problemas del pueblo, que tanto lo necesita. La última vez que alguien hizo lo mismo desde el púlpito presidencial se ganó un Nobel y nos dejó un proceso de paz desfinanciado, sin compensaciones a las víctimas y unos guerrilleros convertidos en senadores viviendo sabroso. Eso sin mencionar que con un país inundado de coca y narco.
Hablemos claro. Biden recibió a Petro porque lo ve como una excusa ante su electorado para asumir el delicado tema de Venezuela. Ante las cada vez más difíciles relaciones con China, Estados Unidos necesita las materias primas de América Latina e interrumpir la creciente influencia de Beijing en la región. El problema para el presidente estadounidense es que lo tiene que hacer sin crear más molestias ante un electorado extremadamente sensible con el tema Maduro.
En otras palabras, nos tomaron como idiotas útiles y perdimos un respaldo bipartidista que nos demoramos décadas en construir. La visita de Petro a Biden fue un fracaso. Ojalá escuchen.