OPINIÓN

Orgullo

Reconociendo al orgullo como un sentimiento de satisfacción hacia algo propio o cercano a uno que se considera meritorio, entonces en mi caso estoy orgulloso antes que nada de mi familia y de mis amigos.

Semana.Com , Semana.Com
23 de junio de 2020

El 28 de junio se celebra en todo el mundo el día internacional del orgullo LGBTI+, una fiesta que reconoce la diversidad, y en la que ya no solo se habla de gais sino de un grupo más amplio y diverso de personas. Justamente, hablar de los problemas de la comunidad LGBTI+ hoy puede resultar simplista, y dejar de lado las particularidades que enfrenta una de las letras de la sigla, sin embargo, en general todos seguimos haciendo frente a la discriminación.

Y me incluyo, soy un hombre gay de 28 años, pero en todo caso, uno privilegiado: blanco, en una sociedad que sigue siendo racista como reciente y tristemente volvimos a confirmar; profesional, en una cultura en que el trabajo de los técnicos y tecnólogos usualmente no es bien remunerado, y laboralmente activo, en un país en el que los jóvenes somos el grupo etario con más altas tasas de desocupación.

En este escenario todos los años mucha gente me sigue preguntando por qué salgo a marchar, ¿De qué estoy orgulloso? Reconociendo al orgullo como un sentimiento de satisfacción hacia algo propio o cercano a uno que se considera meritorio, entonces en mi caso estoy orgulloso antes que nada de mi familia y de mis amigos, que me han hecho sentir amado, querido e importante, al margen de con quién he decidido compartir mi vida, en ningún caso mi forma de amar y ser como soy ha significado decepcionar a alguien más en sus expectativas sobre mí, ese es su mérito. Luego, también estoy orgulloso de mí, porque, aunque no enfrento la transfobia, o el miedo a que la indolencia nos deje morir como a Alejandra, una mujer transexual que murió en la madrugada del 29 de mayo en Bogotá ahogada y sin recibir atención médica, en Bogotá donde presumimos más garantías y menos estigmatización, si hay valentía en asumirse con una sexualidad diferente en un país como el nuestro, hacerle frente a mi verdad es mi mérito.

Manifestarse con orgullo, con banderas, colores, arengas, besos o flores, no es un acto en sí mismo dirigido a quienes no nos reconocen como iguales, ni mucho menos un acto de autovalidación, es una manifestación dirigida a quienes por miedo no han podido expresar su verdad al mundo, representado en las personas que tienen a su alrededor, una invitación a sentirse orgullosos a pesar de que las posibilidades puedan estar en su contra. El marchar sin miedo es un mensaje para los que vienen detrás, para los niños y niñas, con la esperanza de sembrar la semilla de un mejor país, donde ellos no sientan miedo de asumirse como son.

Hace unos años un precandidato a la presidencia de este país dijo para mi total asombro que no iría a una marcha del orgullo gay, de la misma forma que no iría a una marcha del orgullo heterosexual, pero no necesitamos la segunda, los heterosexuales no han sido ni son discriminados debido a su sexualidad. Una pareja heterosexual no ha tenido que luchar por tener representación política, o en los medios de comunicación o la televisión, no han sido ocultados como si no existieran, o encasillados en estereotipos peyorativos.

Además, mentiría si dijera que la discriminación y las divisiones entre el movimiento no existen, somos víctimas también de esquemas de heteronormatividad excluyentes, por ejemplo, el uso del término loca para referirse a un hombre que se comporta como mujer demuestra una misoginia que dentro del mundo gay masculino se ejerce contra todo aquello que sea femenino; hay gais fuera del clóset que son tan homofóbicos como los más radicales conservadores. Vale la pena también que examinemos cuáles son las preguntas que este movimiento tiene para la sociedad, y cómo queremos aportar a un modelo más tolerante.

También hay que decir, el tema de la igualdad hace mucho no está en la agenda de la opinión pública, los más retrógrados siguen pregonando su discurso de odio, a la par que nos dicen que los derechos alcanzados ya son suficientes, pero nos seguimos enfrentando a la desigualdad y nos quieren invisibilizar, por no decir que quieren que sigamos encerrados en el clóset. Nos enfrentamos a falsos argumentos, a falacias para pregonar la discriminación que se escudan en la libertad de expresión. Qué descaro, no dejarnos ser libres de amar, pero querer libertad para incitar al odio. También pecamos por indiferentes cuando dejamos de demandar igualdad, porque sentimos que ya tenemos resuelto lo nuestro, desde la comodidad de nuestros privilegios. 

Es el momento, no es ni será fácil, pero llegó la hora de pasar del miedo al orgullo.

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