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JORGE HUMBERTO BOTERO

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Oro y escoria

“La Costa Nostra”, el libro de Laura Ardila, aporta valiosos elementos de juicio para entender la realpolitik.

Jorge Humberto Botero
26 de septiembre de 2023

Es afortunado que el conato de censura contra la publicación de esta gran crónica de la vida política reciente de Barranquilla haya fracasado. Mucho ayudará esa torpeza a que su difusión tenga éxito y sirva de referente para una tarea indeclinable: la crítica permanente del poder. La obra de la periodista Caribe es producto de una investigación rigurosa que nos confronta con realidades que no podemos ignorar, pero que, al mismo tiempo, son muy difíciles de erradicar.

Hay que reconocerle su valentía. Meterse a esculcar las dimensiones secretas de los poderosos es tarea que implica riesgos, entre ellos los de orden legal, que son los menos graves. Por eso en ciertos casos, como los relativos a posibles nexos corruptos con Odebtecht, Ardila aporta las pruebas con las que cuenta pero se abstiene de formular conclusiones.

Su relato discurre con propiedad sobre el surgimiento de grupos de poder político en el plano local provenientes de la simbiosis con actividades empresariales vinculadas a la contratación estatal, la concesión de servicios públicos y de obras de infraestructura. Se ocupa tambien de la correlación entre los políticos nacionales y los locales, y de estos con los operadores políticos, que son los que, con grados crecientes de capacidad logistica, consiguen los votos a través de mecanismos que incluyen su compra.

Hasta aquí nada nuevo bajo el sol. El clientelismo y la corrupción, que son fenómenos emparentados aunque distintos, se dan silvestres en el mundo entero en contextos de bajo nivel de ingreso y alta dependencia de fondos oficiales. Sin embargo, hay aspectos novedosos sobre los que el libro proyecta interesantes luces.

Desde su primera alcaldia, Alex Char se propuso modernizar la decrépita administración de la ciudad. Los funcionarios públicos son, desde entonces, de alto nivel profesional; no provienen, al modo usual, de las mediocres canteras de los partidos. Son nombrados por sus méritos.

La contratación publica se ha concentrado en unos pocos empresarios cercanos, dotados de capacidades financieras y experiencia adecuadas que pueden prescindir de anticipos, un alejamiento radical de la vieja estrategia de dividir entre muchos el barril de los puercos. Por supuesto, esta forma de actuar no gusta a quienes se beneficiaban de la asignación de cuotas entre los concejales y sus amigos.

Los resultados están a la vista: un conjunto de obras de gran envergadura que le han cambiado el rostro a la ciudad, la adecuada gestión de los servicios públicos y el saneamiento de las finanzas municipales. El clientelismo solo no sería suficiente para explicar unos resultados electorales contundentes y la popularidad de Alex Char y sus sucesores. La modernización de la ciudad (y el apoyo indeclinable al Junior, el equipo de fútbol de la Arenosa) seguramente influyen.

¿Hay corrupción en esos éxitosos desarrollos? Si la hay no existen pruebas contundentes. Mencionar la cuantía de los contratos no es suficiente. Habría que demostrar que la poca competencia infla los precios, como es natural que suceda, y genera rentabilidades injustificadas. Sería importante saber si los concejales reciben compensaciones ocultas por su respaldo silencioso, ahora que, en apariencia, no son actores en el reparto de prebendas. La periodista Ardila menciona hipótesis pero no se compromete con ellas. Considera, con buenos argumentos, que los procesos contractuales son poco transparentes, nada más.

Los lectores se formarán sus propias opiniones sobre los episodios que el libro recoge. Por lo que a mi respecta diré que la línea de frontera entre lo legal y lo ilícito en el mundo de la política muchas veces es ambiguo. Lo aprendí años atrás leyendo a Max Weber.

Según el gran pensador alemán, “Hay dos formas de hacer de la política una profesión. O se vive para la política o se vive de la política”. Quien vive para la política hace de ello su vida en un sentido íntimo. Procediendo así asume las gratificaciones espirituales y las frustraciones inherentes de unas actividades que son asumidas como resultado de una vocación profunda. Por el contrario, “vive de la política como profesión quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos”. Precisa que “La oposición no es en absoluto excluyente. Por el contrario, se hacen las dos cosas, al menos idealmente; y, en la mayoría de los casos, materialmente”. He aquí la dificultad para juzgar, en muchos casos, el quehacer de los políticos.

En el epílogo de su obra, Laura Ardila advierte que la historia continuará. En realidad, el hilo que se abrió con la condena de Aida Merlano por compra de votos puede convertirse en una madeja. Ella era una mera operadora electoral que se había salido de control y convertido en una amenaza para sus antiguos patrocinadores, los mismos de quienes aprendió los teje manejes de la política electoral. Según dice Aida, ellos financiaron su cinematográfica huida de la carcel a fin de que no prendiera el ventilador. Esa estrategia se frustró y ahora habla como un náufrago rescatado de las aguas. El proceso penal contra Arturo Char, hermano de Alex, sin duda constituirá la segunda temporada de una serie apasionante. Por fortuna, tenemos una justicia que, en la mayoría de sus módulos, es independiente, profesional y …lenta.

En su ensayo de 1919, “La politica como vocación”, Weber destaca la importancia del Estado moderno, que es aquel que coloca debajo de los funcionarios políticos, en quienes recae la responsabilidad de gobernar, un estamento de funcionarios calificados que ejecutan con inparcialidad unas tareas cuya complejidad es creciente. El funcionariado moderno “... se va convirtiendo en un conjunto de trabajadores intelectuales altamente especializados mediante una larga preparación…Sin este funcionariado se cerniría sobre nosotros el riesgo de una terrible corrupción y una incompetencia generalizada…”

He aquí la gran paradoja. Mientras Petro, con singular eficiencia, desmantela el todavía precario servicio civil que habíamos construido, para colocar cohortes de partidarios suyos en su mayoría ineptos, los Char en Barranquilla han hecho lo contrario. ¡Quíen lo creyera!

Briznas poéticas. Esta vez nos visita Juan Manuel Roca, gran poeta nuestro. “Al asomarse a la ventana / Encuentra que se robaron el paisaje. / Mira el techo de la alcoba / Y en vez de la lámpara de lagrimas / El cielo filtra la luz que agoniza. / Se asoma al espejo y ve caer / La estrella rota de la melancolía”.

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