OPINIÓN

Condena y ejecución del oso de anteojos

En Colombia hay entre 5.000 y 8.000 osos de anteojos, de los cuales el 30 % desaparecería en los próximos 15 años, por la ignorancia y la irracionalidad de algunos humanos

Germán Manga, Germán Manga
22 de marzo de 2017

El pasado fin de semana, entre las veredas Quebrada Blanca y Chinia, jurisdicción del Parque Nacional Natural Chingaza, fue encontrado muerto un oso de anteojos con el vientre destrozado con arma de fuego. Es el quinto caso que se registra en lo corrido del año en áreas de Cundinamarca, Boyacá y Nariño.

En septiembre del 2016 apareció un macabro paquete en la entrada del Parque Nacional Natural Complejo Volcánico Doña Juana, en el norte de Nariño, dirigido a la Corporación Autónoma Regional de ese departamento (Corponariño). Contenía miembros mutilados de un oso de anteojos con este mensaje: “Ya son 2 en 5 días, los vamos a acabar a todos”.

El oso de anteojos es el único oso de América del Sur. Los hay en Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia y Perú. Miden entre 1,20 y 2 metros y pesan entre 100 y 200 kilos. Cumplen un trascendental papel en la renovación de los bosques y como dispersores de semillas. Son omnívoros pero su alimentación básica es vegetal: bromelias, frutas, raíces, bayas, cortezas, hongos. Sólo un pequeño porcentaje de su dieta es de origen animal y según los expertos esa es la causa principal de su persecución y su muerte, cuando atacan ganado en busca de alimento y desatan la ira y la irreflexiva persecución de los propietarios. Además son carroñeros y la búsqueda de ese alimento hace que en ocasiones sean culpados y perseguidos injustamente como causantes de la muerte de animales, sin serlo.

Colombia está entre los países del mundo más ricos en biodiversidad pero, al mismo tiempo, es un país que mata animales. La pérdida de hábitat por deforestación, expansión agrícola mal planificada y actividades criminales en parques naturales amenaza al oso de anteojos y a muchas otras especies: jaguar, puma, ocelotes, gato pardo, tigrillos y oncillas.

En diferentes zonas de las tres cordilleras estas especies son víctimas de una infame guerra por parte de agricultores y ganaderos que colonizan –casi siempre ilegalmente- territorios cercanos a los bosques y cada vez que registran algún incidente en sus propiedades emprenden la cacería. Los campesinos pierden muchos animales por enfermedades y otras causas, pero ninguna los irrita tanto como los ataques de los depredadores.

Es de todas maneras la manifestación menos grave del problema, comparada con la destrucción en gran escala que adelantan las guerrillas y la delincuencia que arrasan territorios para ponerlos al servicio del narcotráfico, la explotación ilegal de madera y la minería criminal. Desde el 2010 destruyen 120.000 hectáreas de bosques andinos y de selvas tropicales, cada año. La reducción de sus territorios deja expósitos a los animales ante los cazadores, problema que, además de las inmediaciones de los bosques andinos, es particularmente crítico en las selvas de Chocó y la Amazonia.

Se estima que en nuestro país hay entre 5.000 y 8.000 osos de anteojos. Parques Nacionales Naturales y la Wildlife Conservation Society, que realizan una importante actividad para conservarlos, advierten que si se mantiene la destrucción en las condiciones actuales, el 30 % desaparecería en los próximos 15 años.

Las cada vez más airadas y enérgicas protestas que suscitan en las redes sociales y en los medios de comunicación las muertes violentas de osos de anteojos son una señal positiva de que se rompe la indiferencia. En los últimos meses la Fiscalía General de la Nación imputó cargos a tres hombres, entre ellos un concejal, que mataron con arma de fuego un oso de anteojos de tres años de edad, en la vereda Córdoba, en Junín (Cundinamarca). Y otras cuatro personas fueron judicializadas por asesinar el oso de anteojos que atraparon con una trampa mecánica en el Parque Natural de Pisba en Boyacá.

Sin embargo, pese a que los incidentes van en aumento y a que existen programas de conservación del Ministerio de Ambiente y algunas organizaciones privadas, en Colombia el conocimiento sobre esta problemática sigue siendo insignificante, los mecanismos de respuesta inexistentes y muy precaria la pedagogía a la población para respetar y preservar las especies.

José Fernando González-Maya, uno de los máximos expertos colombianos en el tema, afirma que es urgente activar estrategias de reducción y prevención de ataques, levantar información sobre situaciones de conflicto y/o protocolos de atención de las mismas. Todo esfuerzo, sin embargo, será inútil si no se pone control a la irracionalidad del principal destructor del planeta, que extermina especies marinas a una tasa 14 veces superior a la de los tiburones y demás depredadores acuáticos y en la tierra a una tasa nueve veces superior a la de los grandes carnívoros como lobos, leones, tigres, pumas, jaguares y osos: el ser humano. En particular los que tienen el mal espíritu y la repudiable condición de quienes mataron hace pocos días a otro oso de anteojos en el Parque Nacional de Chingaza.

@germanmanga

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