OPINIÓN

López Trujillo

A la Iglesia les preocupa más el escándalo que la solución. Cree que puede seguir jugando al tapen, tapen o al “barran bajo la alfombra” sin aceptar que cada vez pierde más credibilidad y, por supuesto, más fieles. Si yo fuera católico me preocuparía más bien porque solucionara de raíz estos problemas que tanto daño le hacen, en lugar de negarse a enfrentarlos.

Alonso Sánchez Baute, Alonso Sánchez Baute
26 de marzo de 2019

“Le seré brutalmente franco: la cumbre sobre la pederastia fue un fracaso. La iglesia católica tiene una crisis existencial. Fue asqueroso ver que no se habló de tolerancia cero (contra los pederastas). Esto es una crisis y debe tratarse como tal. Si no, perderemos la Iglesia”, afirmó esta semana Steve Bannon, el hombre detrás del poder de Trump, Bolsonaro, Salvini, Orbán y otros líderes de esa ultraderecha a la que, con frecuencia, la Iglesia ha apoyado a través de su historia.

Durante varios años, el sociólogo Frédéric Martel adelantó una investigación en la que habló con más de 1.500 personas (entre ellas algunas fuentes anónimas, es decir, personas que, por temor, prefieren mantener su nombre en el anonimato como es frecuente que suceda en el periodismo). El resultado fue un libro de 600 páginas, llamado Sodoma, en el que exprime limón sobre otra herida: la extendida homosexualidad en la iglesia, particularmente en el Vaticano (ojo: homosexualidad no es sinónimo de pederastia).

Como reza el dicho, “detrás de todo homofóbico hay un homosexual enclosetado”. Así lo afirma Martel: “Cada obispo o cardenal se esconde ante los otros y ataca la homosexualidad de los otros para esconder su propio secreto". Uno de los casos más visibles que cuenta es el del cardenal López Trujillo, quien durante varios años fue el presidente del Pontificio Consejo para la Familia y uno de los hombres más cercanos a Juan Pablo II, al punto de que fue considerado papable tras la muerte del polaco.

López “reinó” cuando el VIH era una enfermedad mortal (ahora es una enfermedad crónica gracias a los retrovirales). A pesar de esto, abogó por la "inmoralidad" de los condones. Dice Martel: “Varios testimonios me confirmaron que (López) era homosexual y que contrataba a prostitutos”. El libro cuenta también que el cardenal colombiano sustraía piezas valiosas de las iglesias y que desconocía esa humildad que tanto venera la Iglesia. Más bien vivía con boato y suntuosidad. En Medellín todavía se dice que recibió en abundancia dinero de Pablo Escobar (aunque el mismo monseñor luego afirmó que ese dinero era “para entregárselo a los pobres”).

La doble moral de este cardenal se vuelve cada vez más oscura en este libro que en pocas semanas se ha convertido en bestseller mundial. Cuenta Sodoma, "Alfonso López Trujillo, durante sus tournées de diva, localizaba a los curas simpatizantes de la teología de la liberación. Extrañamente, algunos de ellos desaparecían o eran asesinados por los paramilitares justo después de la visita del arzobispo". Más adelante afirma: "Hoy se cree que López Trujillo fue directa o indirectamente responsable de la muerte de obispos y decenas de sacerdotes, eliminados por sus convicciones progresistas".

A la Iglesia les preocupa más el escándalo que la solución. Cree que puede seguir jugando al tapen, tapen o al “barran bajo la alfombra” sin aceptar que cada vez pierde más credibilidad y, por supuesto, más fieles. Si yo fuera católico me preocuparía más bien porque solucionara de raíz estos problemas que tanto daño le hacen, en lugar de negarse a enfrentarlos.

 @sanchezbaute

 

 

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