OPINIÓN
¿Pedir Libertad y Orden es un golpe de Estado?
Pedir Libertad y Orden no es iniciar un golpe de Estado, a menos que dicha libertad y dicho orden sean valores que no coincidan con un gobierno.
Inteligencias tan sublimes como las de Wilson Arias o Gustavo Bolívar prendieron las alarmas esta semana por un supuesto plan de golpe de Estado en contra de Petro. El motivo de tal temor es inverosímil: que miles de colombianos hayamos puesto en redes sociales el escudo de Colombia exigiendo Libertad y Orden ante la oleada de inseguridad desatada gracias las pésimas políticas de paz de este gobierno.
No sabemos lo que pasará con estas personas el próximo 20 de julio, cuando vean miles de banderas de Colombia adornando balcones y ventanas, como ocurre desde hace dos siglos. Seguramente sentirán que el golpe de Estado ha comenzado. Pero los que nos tomamos en serio la democracia entendemos que esto está lejos de ocurrir en realidad.
Para empezar, Latinoamérica ha sido un terreno fértil tanto para revoluciones armadas como para golpes de Estado. Ambas son caras de una misma moneda de violencia política que debemos dejar atrás. En especial, Colombia ha experimentado amargos momentos en su historia a causa de la primera, y sólo tiene que lamentar un golpe en el siglo XX, a diferencia de otros países, como Perú, donde se produjeron seis.
Colombia no tiene una tradición golpista y todos podemos reconocer que tanto las fuerzas militares como la oposición han respetado desde el primer segundo el hecho de que Petro sea presidente: los comandantes de todas las Fuerzas Armadas de nuestra nación desfilaron con Petro en la Plaza de Armas antes de que este ingresara por primera vez a la Casa de Nariño como mandatario. La institucionalidad colombiana es fuerte, por fortuna.
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Por eso, que poner el escudo de Colombia en redes sea el inicio de un derrocamiento sólo puede ser una idea muy traída de los cabellos. ¿Por qué personas que presumen de su sabiduría todo el tiempo fueron capaces de decirlo?
Todo obedece a una línea de comunicación direccionada desde Palacio: mientras más se hunda la popularidad de Petro por su nefasta gestión, mayor será el grado de victimización que deba asumir de cara a justificarse. Lo increíble es que no pasen ni ocho meses desde el inicio de su mandato y ya haya sacado la carta de la amenaza de golpe.
Un golpe de Estado, señor Petro, es siempre una corriente clandestina. No se publicita a través de anuncios ni movimientos de redes sociales. De hecho, el término mismo invoca tanto la letalidad del acto como su sorprendente rapidez. Desde luego que esto es algo que los demócratas rechazamos: usted debe ser presidente hasta el 7 de agosto de 2026. Ni un día menos, pero tampoco ni un día más.
Pero volvamos a las sublimes inteligencias, es decir, Wilson Arias o Gustavo Bolívar: ¿no eran ellos los que precisamente salían en el paro nacional de 2021 con la bandera de Colombia invertida ante cualquier cámara de video que se prendiera ante ellos? Fue así, y es entonces cuando vale la pena hacer una segunda pregunta: ¿están reconociendo que esa manipulación de los símbolos patrios en 2021 tenía una intención claramente golpista?
Porque si hay algo que se parece al golpe de Estado es la revolución armada, sea de las guerrillas o de la primera línea. Como dijimos arriba, forman parte de la misma indeseable moneda, pues al final conciben como credo el hecho de no respetar los términos de la democracia, y juzgan como lícita a la violencia para cambiar un status quo político.
Así que en realidad deberíamos decirle al petrismo que nadie los va a derrocar, que les llegó la hora de gobernar, que ya está bien de excusas para no tomarse el Gobierno en serio. Para los colombianos fue poco creíble la amenaza del golpe de Estado, porque el argumento no se sostiene con nada.
Pedir Libertad y Orden no es iniciar un golpe de Estado, a menos que dicha libertad y dicho orden sean valores que no coincidan con un gobierno. Conocemos de años la antipatía de Petro por la libertad política y el establecimiento, pero ahora él encarna dichos valores como presidente y le tocó gobernar con ellos. Quizás eso explique por qué no ha empezado a ser presidente y se sienta todavía como el gran candidato rebelde.