OPINIÓN
Periodismo amenazado
Pero si las amenazas en contra del periodismo global son ya en extremo preocupantes, las que se hacen silenciosas frente al periodismo local y regional en países como Colombia son sencillamente dolorosas.
DEspués de 12 años, Cartagena volvió a servir de escenario para la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), con RCN y La República como medios anfitriones. La última vez, hace más de una década, coincidieron en ese evento nuestro desaparecido premio nobel Gabriel García Márquez y el magnate norteamericano Bill Gates.
Uribe era presidente de Colombia –y nadie se imaginaba para ese momento que terminaría como congresista, otra vez, en esas vueltas que da la política– y Enrique Santos presidía la SIP sin que pareciera probable que su sueño de una salida negociada con las Farc fuera a materializarse, y menos con su hermano Juan Manuel en el primer cargo de la nación, pues para entonces era un candidato poco viable por su falta de carisma y creía todavía –o al menos eso decía– en la seguridad democrática del uribismo.
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Los tiempos cambiaron, en efecto, y ahora la presidencia de la SIP volvió a estar en manos de un connacional, pero en esta ocasión sería una mujer, María Elvira Domínguez, quien llegaría a esa importante posición. El país de 2007 era distinto por muchas razones con respecto a este que nos está tocando vivir en 2019, y así mismo los desafíos del periodismo en América Latina han tenido variaciones.
La censura se ha sofisticado y ha encontrado caminos distintos al simple uso de la fuerza física, las amenazas o los asesinatos. La responsabilidad de los Estados respecto a lo que les pasa a nuestros periodistas no solo se deriva de la poca seguridad prestada o la participación activa de políticos en homicidios de comunicadores, sino también de la ineficacia en la búsqueda de la verdad judicial una vez cometidos estos crímenes, que es sancionada ahora por un sistema de derecho interamericano que poco a poco va produciendo resultados en ese sentido.
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Esta reunión de la SIP permitió que, en una decisión sin muchos precedentes, el Estado colombiano pidiera perdón a los familiares del periodista y docente huilense Nelson Carvajal, asesinado en 1998. Como en este caso, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) también avanza en lo concerniente al expediente de don Guillermo Cano para establecer si, además de las mafias de los ochenta y de Pablo Escobar, en concreto, el Estado pudo ser responsable de lo que pasó de ahí en adelante en relación con este vil asesinato.
Pero si las amenazas en contra del periodismo global son ya en extremo preocupantes, las que se hacen silenciosas frente al periodismo local y regional en países como Colombia son sencillamente dolorosas.
Este encuentro de más de 300 periodistas del mundo también facilitó la reflexión frente a lo que acontece en países sin democracia como Venezuela, Nicaragua o Cuba, cuyos periodistas y corresponsales internacionales son víctimas de unas condiciones en las que es imposible ejercer a plenitud su oficio. La reunión de la SIP nos recordó que el populismo de derecha es igual de repudiable al de los regímenes de izquierda por sus terribles efectos para la prensa libre. El caso de Donald Trump es una muestra de ello. El presidente norteamericano restringe abiertamente el ejercicio de algunos medios críticos y fustiga a los comunicadores con los que simplemente no está de acuerdo.
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Pero si las amenazas en contra del periodismo global son ya en extremo preocupantes, las que se hacen silenciosas frente al periodismo local y regional en países como Colombia son sencillamente dolorosas, pues tienen un elemento de invisibilidad que lo complica todo. Las redes, que se venden como la voz de los que no tienen voz, hablaron un día de Los puros criollos, pero olvidaron –entonces y ahora– que el ELN estigmatiza y hostiga sistemáticamente a cinco emisoras comunitarias del Catatumbo o que solo en 2018, se registraron 29 ataques a la prensa en municipios del departamento del Tolima y 12 intimidaciones a colegas del Putumayo. Si no fuera por la labor de acompañamiento de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), todos estos casos estarían completamente olvidados.
No es que posemos de víctimas quienes ejercemos esta profesión, es que el periodismo realmente está amenazado, y cuando no es por la censura, por los violentos y por los dictadores, es por la falta de sostenibilidad financiera que enfrentan desde los medios más pequeños hasta los más grandes en el mundo. En buena hora los propios periodistas deciden convocar cumbres como la de la SIP. Haría falta ahora que las sociedades, en su conjunto, volvieran a reivindicar el papel de una prensa libre en la construcción de una democracia saludable. A veces parecemos olvidarlo.