Aurelio Suárez Montoya. Columna Semana

Opinión

Petro (2022-2024): ¡destruirlo y acabarlo todo!

En dos años del Gobierno Petro, la situación de Colombia empeoró. No se resuelven los problemas heredados, se debilitan fortalezas básicas del país y se acrecienta la dependencia extranjera en áreas vitales que se concreta en un fracaso rotundo. Es mala intención, ¡es destrucción!

Aurelio Suárez Montoya
3 de agosto de 2024

Las políticas centrales de Gustavo Petro no tienen una pizca de originalidad, siguen el rumbo trazado por décadas desde instancias externas. La internacional, de seguridad y la “antinarcóticos” –con más bases y parámetros– las traza Estados Unidos; la económica la guía el FMI; la pensional es criatura del Banco Mundial y la reforma laboral cumple “ante la Ocde, Estados Unidos y Canadá con quienes tenemos Tratados de Libre Comercio” (Carrascal, SEMANA, 28/7/24).

De remate, la línea petrista, justificada como “progresista”, socava bastiones nacionales claves, construidos por siglos. En esa mira están Ecopetrol, la Universidad Nacional, las instituciones cafeteras, la misma Hacienda Pública, la industria y hasta la integridad territorial.

En el dañino “revolcón”, el primer objetivo es Ecopetrol. Entró a saco sobre sus recursos con la reforma tributaria de Ocampo en 2022, que le subió la tasa de tributación del 33 a más del 40 por ciento, con lo que le exprimió para el Gobierno 53 billones de pesos en 2023, aunque las ganancias de la compañía cayeran casi a la mitad.

Con la afanosa transición a energías renovables, a Ecopetrol se le prohíbe explorar nuevos pozos y se le impone sacar crudo sin reponer para marchitarla y acabar las reservas. El Índice de Reposición de Reservas (IRR) en 2023 fue 48 por ciento, mientras que en 2022 era 104 y ahora durarían para 7,6 años de vida media, cuando antes eran 8,3. Como consecuencia, el endeudamiento de Ecopetrol en marzo de 2024 ya comprometía 67,7 por ciento de los activos.

Los taladros en operación disminuyeron de 155 en noviembre de 2022 a 103 en junio de 2024 (Campetrol) pero el golpe más duro es la pérdida, luego de 45 años, de la autosuficiencia en gas. Aunque en abril de 2024 se importó de Estados Unidos el 33 por ciento del consumo necesario para generar energía térmica por 126 millones de dólares, para 2025 deberá traerse –más caro– el 12 por ciento para cubrir demanda no térmica y en 2026 hasta el 30 (Naturgás). Gran pérdida para Ecopetrol, primer productor gasífero, y ganga para operadoras transnacionales. Se lucrarán del disparate.

En la Universidad Nacional reina la anarquía. El principal centro de producción de ciencia, que debe irradiar la educación para la soberanía, está a merced del vandalismo y es cabeza de playa del “poder constituyente”, como pregonan las directivas y los representantes de Petro en el Consejo Superior, miembros quizás de Activistas del Cambio, el combo del catalán Xavier Vendrell (La Silla Vacía).

¿Cuál será la suerte de 370 grupos de investigación registrados, de 594 categorizados y de 1.900 investigadores de la Nacional? ¿Aumentarán las patentes y demás invenciones? Esto poco parece importar en los planes petristas frente a la autonomía universitaria y temo que poco al nuevo timonel, el boquisucio ministro Rojas. Charlatanería confesional.

Las instituciones cafeteras tienen múltiples deficiencias y en ellas se han cometido graves errores. Manejan una maltrecha red de cooperativas para asegurar la garantía de compra y sientan el precio base para el mercado, aunque exporten del 15 al 20 por ciento del grano. Petro se dedicó a denigrar, en lugar de coadyuvar a su mejoramiento en favor de 550.000 familias cafeteras.

Es conocido que la debilidad de los fondos de apoyo y del gremio mismo (o su caída) favorecerían a traders como Sucafina, Olam o Dreyfus, que aumentarían sus márgenes a costa del minifundista, y a poderosas tostadoras como Nestlé, que mezcla café extranjero, que acordó en Suiza con el Gobierno invertir 100 millones de dólares para operaciones locales. Zanahoria al extranjero y garrote al nacional. Dentro de los acaboses de Petro está el de la entrampada Hacienda Nacional.

Fuera del despiporre en el recaudo del 17 por ciento, en marzo de 2024, la deuda del Gobierno era de 878 billones, cuando en septiembre de 2022 fue 805. Creció por encima de la inflación, pero la mayor carga son los intereses entre el 10 y el 11 por ciento para los títulos TES, lejos de un dígito como en 2021 y sin recuperar el menos oneroso “grado de inversión”. Para los bonos externos, la tarifa a 10 años está por el 10 por ciento (Trading Economics) y en 2025 el servicio de la deuda será 112 billones de pesos. Paga y presta.

La industria manufacturera arrastra una tendencia en declive desde 2022, con retrocesos en la mayoría de los 26 sectores y cierres y apuros en históricas factorías. Como agravante, el territorio se fragmenta por regiones donde campean grupos irregulares con poder y autoridad.

En dos años del Gobierno Petro, la situación de Colombia empeoró. No se resuelven los problemas heredados, se debilitan fortalezas básicas del país y se acrecienta la dependencia extranjera en áreas vitales que se concreta en un fracaso rotundo. Es mala intención, ¡es destrucción!

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