OpiNión
Petro, el defensor de Hamás
Petro no solo le debe una retractación a Estados Unidos y un perdón al pueblo de Israel, sino, sobre todo, a los colombianos. A los que, como los árabes con los israelitas, parece odiar.
El manejo de la política exterior del país quedó reducida a las delirantes y muchas veces mentirosas declaraciones del presidente Petro en su cuenta de X, antes Twitter.
El pasado 7 de octubre, el grupo terrorista Hamás atacó al Estado de Israel. Más de un millar de muertos, 40 bebés decapitados, mujeres violadas, adultos mayores secuestrados, niños exhibidos en jaulas como si fueran animales. El horror conmovió a gran parte del planeta y de inmediato las naciones del mundo civilizado, como Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Italia, Canadá y un largo etcétera, condenaron el ataque.
Pero en Colombia el presidente Petro, que le encanta posar de intelectual, filósofo, teólogo, matemático y “progresista” (que no es), en lugar de condenar el ataque terrorista, dedicó más de 100 mensajes erráticos y delirantes en su cuenta personal de X para terminar acusando al Estado israelí de “neonazi”, negando el Holocausto y comparando la Franja de Gaza con el campo de concentración de Auschwitz.
Una vergüenza que le dio la vuelta al planeta y que dejó la reputación de Colombia al lado de las peores tiranías. Tanta necesidad tenía Petro de posar de líder mundial que terminó dejando conocer ante los países del mundo su verdadera esencia.
Es muy fácil diferenciar el bien del mal cuando los principios están bien puestos en la condición individual de cada ser. Lo que sucedió es muy claro: el atacante fue un grupo terrorista y las víctimas fueron Israel y los miles de ciudadanos de todas partes del planeta que recibieron los bombardeos mientras disfrutaban de un festival de música en medio del desierto.
Petro, en su nostalgia comunista y ochentera, cree que llegó a la presidencia de la república por cuenta de la lucha terrorista del grupo M-19. Pues no, esa “lucha” armada fracasó, se rindió y recibió un indulto para que dejara de matar y secuestrar, y participara de la democracia. Gustavo Petro ganó en 2022 gracias a la democracia que existe en Colombia y que le permitió hacer campaña (aunque con infinidad de irregularidades en su financiación) y ganar en franca lid (presuntamente).
Por eso, cuesta entender la obsesión de Petro en la defensa de los criminales. Quizás, admitir que lo que hizo Hamás fue un acto de terrorismo lo conduciría a tener que aceptar que el ELN también es una organización terrorista y que, en lugar de llenarla de privilegios e indultos, debería combatirla. Y le pasa con las Farc, sus respectivas disidencias y el largo de grupos armados y de narcotráfico con los que obstinadamente se empeña en negociar.
Estados Unidos, a través del Departamento de Estado y su vocera Deborah Lipstadt, le notificó al mundo: “Nos consterna ver al presidente colombiano Gustavo Petro comparar al Gobierno israelí con el régimen genocida de Hitler. Condenamos enfáticamente sus afirmaciones y le solicitamos que condene a Hamás, una organización designada como terrorista, por los crueles asesinatos de hombres, mujeres y niños israelíes”. Pues bien, este es el resultado del pésimo manejo que se les dio a las relaciones exteriores de Colombia, nunca antes atropelladas de esta manera tan grotesca por un presidente en ejercicio. En resumidas cuentas, lo que le queda claro al mundo es que al Gobierno de Colombia le parece bien el terrorismo, los ataques indiscriminados a la población civil, las violaciones a los derechos humanos y un largo etcétera. ¿En qué queda la tradición diplomática de Colombia? ¿Cambió el país de postura respecto del terrorismo?
Mientras Petro justificaba y trataba de hacerles creer a sus seguidores que los judíos ahora son “neonazis”, Nicolás Maduro hacía lo propio. En un discurso ridículo afirmó que Jesús había sido palestino, antiimperialista y crucificado por las oligarquías del Imperio español.
De esta estupidez solo diré que, para la muerte de Jesús, al Imperio español le faltaban 1.400 años para aparecer en la historia mundial.
Confunde y reinarás es la estrategia del “progresismo” de Colombia y Venezuela. Petro, a punta de premisas ciertas, concluye falsedades, mientras que Maduro es la expresión de la ignorancia en toda su magnitud.
¿Pero por qué tanta coordinación? ¿Coincidencia de antisemitismo o conveniencia política?
Detrás de Hamás está el régimen de Irán, país que tiene un particular interés en América Latina. En el mes de junio pasado hubo gira de alto nivel de esa nación con las dictaduras aliadas de la región: Venezuela, Cuba y Nicaragua. Incluso, Álvaro Leyva antes de posesionarse como canciller tuvo una reunión con funcionarios de ese país. ¿Cuál era el objetivo? ¿Hubo financiación iraní en campañas al Congreso del Pacto Histórico?
Irán es un régimen machista, misógino, homofóbico, violador de los DD. HH., en especial de las mujeres, y retrógrado. Tan pronto se dio el ataque de Hamás, al que financian, el Parlamento de ese país gritó al unísono “muerte al Estado de Israel”.
Ni Irán, ni Rusia y mucho menos los terroristas de Hamás deberían ser aliados de Colombia. La ideología antisemita del presidente de Colombia ha puesto al país en una posición para nada conveniente con nuestros aliados históricos, como Estados Unidos. Porque mientras el Departamento de Estado de ese país le exigía a Petro una retractación, Hamás en su canal de Telegram les agradecía al dictador de Corea del Norte, Kim Jong-un, al presidente de Irán, Ebrahim Raisi, y a Gustavo Petro el respaldo que le dieron.
Nadie quiere que haya una guerra y hay que tener claro que Hamás no representa a la gente honrada, buena e inocente de Palestina. De hecho, los palestinos son víctimas de esos salvajes que en su odio como expresión religiosa no los deja avanzar y ser libres. Petro no solo le debe una retractación a Estados Unidos y un perdón al pueblo de Israel, sino, sobre todo, a los colombianos. A los que, como los árabes con los israelitas, parece odiar.