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Petro el tuitero

Petro el tuitero se niega a renunciar a su espíritu combativo, que le trajo tantos aplausos, y es allí donde su espíritu beligerante no lo deja ser el señor presidente.

Diana Giraldo
15 de octubre de 2022

Decir que las redes sociales cambiaron el mundo de la información es hablar de lo obvio. La posibilidad de acceso a todo con una simple cuenta gratuita en una red llevó a la convicción de que la información no era ya un privilegio de pocos, sino un derecho de todos. No importa si lo que se lee es verdad, si tiene contexto, si está bien escrito, acceder a la información en todo momento ha creado la sensación a las personas de estar siempre informadas (aunque lo que consuman sea mentira muchas veces). Si a eso se suma que lo que se escribe en redes puede tener respuestas, aplausos o réplicas, se genera una sensación de poder, de creer que la voz de cada cual es importante porque siempre es escuchada. Y esa sensación de poder, como todo poder, embriaga y es la razón por la que muchos no son capaces de renunciar a las redes por más dañinas que sean.

Es lo que le pasa al señor presidente Gustavo Petro. Años y años de campaña política tuvieron en las redes una plataforma constante de difusión. Petro era un senador, aspirante muchas veces a presidente, que tenía en sus redes sociales una tribuna para decir lo que quisiera. Desde esta tribuna, Petro el candidato llamó a los policías asesinos, invitó a los jóvenes a marchar, alentó los bloqueos de la primera línea, habló de ricos y pobres, señaló al rico de malo y responsable de la realidad del pobre, prometió al pobre un país más igualitario. Llamó corruptos a miembros del Gobierno, acusó a las mafias de estar tras la justicia, y así, sin descanso, construyó un discurso que recibió el aplauso y la adhesión de un país, que finalmente lo llevó a ser hoy el presidente de la república.

Pero Gustavo Petro ya no es candidato. Es el presidente de la República de Colombia. Y a veces pareciera que se le olvida que la campaña terminó y que hoy es el mandatario de todos los colombianos. De los policías, que antes llamó asesinos; de los ricos, que poco le gustan; y de los pobres, que siempre han sido claves en su discurso. También es el presidente de los periodistas que trabajan en los medios que le gustan y de los que lo hacen en los medios que no le gustan. Pero Petro el tuitero se niega a renunciar a su espíritu combativo, que le trajo tantos aplausos, y es allí donde su espíritu beligerante no lo deja ser el señor presidente.

Desde su vitrina de Twitter, Petro sale a cuestionar al Banco de la República por subir las tasas de interés como medida para contener la inflación; ahí mismo sugiere que podría crear un impuesto para evitar la salida de capitales golondrina y donde también explica que su Gobierno buscará una política antiinflacionaria con medidas como la reforma tributaria a grandes fortunas, el subsidio a fertilizantes o el cambio en la fórmula tarifaria de energía.

Es en Twitter donde Petro cuestiona la regla fiscal en relación con la disponibilidad de dinero para adquirir tierras por parte del Estado a los ganaderos.

Como consecuencia del accionar de Petro el tuitero, el dólar alcanzó el máximo histórico con un valor de 4.627 pesos, y el temor se apoderó de los inversionistas a corto plazo por el miedo a un nuevo impuesto. Porque el presidente Gustavo Petro no ha entendido que ya no es un simple usuario de redes. Es el presidente y todo lo que diga tiene un efecto en la economía nacional, en el ánimo de la gente, en la perspectiva futura del país.

La multinacional financiera JP Morgan, una de las más respetadas del mundo, alertó sobre la inestabilidad del mercado que genera la actividad tuitera del señor presidente. Bajo el título: “Colombia: Markets react to Petro’s itchy Twitter finger” (algo así como “Mercados reaccionan a los pegajosos dedos tuiteros de Petro”), los expertos dejan claro que el país afronta una volatilidad del mercado que ha hecho que las transacciones de activos en los últimos días sean más débiles por el temor que genera un posible control de capitales, derivado de los trinos del presidente.

A su vez, se advierte que el país afronta, como todo el planeta, un panorama de riesgo, que se suma a los retos macroeconómicos frente a anuncios tan grandes como la reforma tributaria o la reforma agraria, una realidad que exige que no se cometan errores. Y los trinos del presidente hacen demasiado ruido en el mercado.

Señor presidente Gustavo Petro. Esto no se trata ya de en qué orilla política se encuentra la crítica, o de que usted quiera demostrar que va a cumplir lo que dijo en campaña, o simplemente que sea un ciudadano en ejercicio de la libertad de expresión. Se trata de que hoy usted es el presidente de la República de Colombia y tiene una responsabilidad con todo el país. El país que le gusta y el que no le gusta. Así que es hora de ser consciente del poder que su palabra tiene en una red, que no solo mueve mercados, sino marca el ánimo de un país.

Y también estigmatiza.

Porque lo mismo que pasa con los mercados pasa con los medios de comunicación. Cada vez que usted, señor presidente, señala un medio le pone una carga encima. Como lo hizo ya con una nota de RCN Televisión. Como lo hizo esta semana con el subdirector de esta revista, Yesid Lancheros, a quien acusó de sembrar cizaña al cuestionar a quién se refería cuando usted habló del “enemigo interno” y algunos creyeron que se estaba haciendo mención al ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo. Tales señalamientos a un periodista, en un país de odios como este, estigmatizan. Y trae odios. Y esos odios pueden traer muerte.

El llamado, presidente Petro, es que ceda a la tentación, entregue su Twitter y deje que el Petro tuitero le dé paso al Petro presidente.

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