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Petro, no hable con el sátrapa
El exguerrillero sandinista acumula 15 años en el poder y una fortuna de 2.500 millones de dólares. Ha incorporado a su Gobierno a su esposa, Rosario Murillo, y a ocho de los nueve hijos que suman ambos.
Nada justifica reunirse con la satrapía nicaragüense. No sería digno de un dirigente demócrata latinoamericano hablar con Daniel Ortega y su cleptómana familia para un asunto de pesca que pueden arreglar ministros. Ortega se transformó en el típico dictador bananero. Ladrón, violador, torturador, homicida, al punto de superar en barbarie al otro gran déspota nica, Anastasio Somoza, al que derrocó en su día.
El exguerrillero sandinista acumula 15 años en el poder y una fortuna de 2.500 millones de dólares. Ha incorporado a su Gobierno a su esposa, Rosario Murillo, y a ocho de los nueve hijos que suman ambos.
En esta columna podría limitarme a recordar que el socialista Ortega, 76 años, apresó a los candidatos opositores y luego los expulsó del país; mata y encarcela a quien ose criticarle; ha acabado con los medios de comunicación independientes y ha intervenido las cuentas de las parroquias católicas y detenido a un obispo.
Pero como nuestro embajador en Nicaragua aplaude esas medidas y marchó feliz junto a los lacayos del régimen sandinista para alabar al sátrapa, y Petro y Leyva lo mantienen en el cargo, prefiero referirme al resto de la familia Ortega Murillo, a ver si se pellizcan.
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Empecemos por Rosario, 72 años, ataviada siempre como bruja de cómic. Sobrina nieta del prócer Augusto Sandino, criada entre algodones y educada en Gran Bretaña y Suiza, de sus infames actos y delirios menciono solo dos.
Corría el año 1988 y su hijastra Zoilamérica acusó a papá Daniel de violarla cuando solo tenía 11 años. Rosario encubrió al criminal y la justicia desechó el irrefutable testimonio de la víctima.
El segundo lo encuentras en el centro de Managua: 140 enormes estructuras metálicas, de 20 metros de altura, iluminadas por decenas de bombillos. Son los “Árboles de la luz”, a 30.000 dólares la pieza, que Rosario mandó instalar.
Hace un par de años, cuando creyeron que Daniel estaba muy enfermo, pronosticaron que Rosario lo sustituiría a la cabeza del Clan. Pero siguió vivo y si continúa funcionando su pacto con el diablo, Rosario podría no ceñirse la corona y pasarla a uno de sus nueve monstruitos. Siete tuvo con Daniel y dos, con otros maridos.
A Rafael, el mayor, le encomendaron manejar la plata que roban al erario. El emporio familiar abarca comunicaciones, cementeras, inmobiliarias, bombas de gasolina, combustible, entre otros sectores. Además de embolsillarse una jugosa tajada de los contratos públicos.
Su hermano Laureano, unos años menor, es el de más alto perfil político. Revolucionario y marxista, le fascina lucir relojes Rolex de 40.000 dólares, ponerse al volante de carros lujosos y sentirse importante. Por eso le disgustaba estudiar su maestría en Costa Rica, donde lo trataban como a un don nadie.
Ahora lo volvieron la cara más visible de la autocracia, después de sus papis. Viaja y firma acuerdos con China y Rusia, preside ProNicaragua, además de dirigir lo concerniente a la importación de petróleo desde Venezuela. Y como lleva la avaricia y la ruindad en su ADN, solía cobrar 2.000 dólares solo por aceptar una cita, paso imprescindible para conseguir contratos.
Entre las operaciones fallidas de Leonardo, figura el faraónico canal interoceánico con los chinos, que competiría con Panamá, y un satélite que tampoco vio la luz.
Además de hacerle político y empresario y dejarle que nombrara a su esposa, Yadira Leets, al frente de Distribuidora Nicaragüense de Petróleo, Rosario apoya la locura de Leonardo por la ópera.
Lo mandó a estudiar canto en Italia, le dejó crear la Fundación Incanto y en un abarrotado Teatro Nacional Rubén Darío de Managua, ante un público de entusiastas abyectos, vio a su niñito-tenor interpretar Tosca y la Cavalleria rusticana, entre otras obras.
Pese a sus triunfos locales, Daniel y Rosario deben resentir que Estados Unidos, no aprecie las cualidades de su retoño y lo traten de “corrupto y lavador de activos”.
Otro artista de la camada Ortega Murillo es Juan Carlos. Albergó el sueño de convertirse en cineasta hollywoodiense y mami le animó a coronarlo. Rosario envió 400.000 dólares a la Paramount Pictures para que el niño realizara una peliculita. Pero Drunk Wedding resultó un estrepitoso fracaso, que no recaudó ni 3.000 dólares.
Se consoló con la banda (musical) que le montaron para dar rienda suelta a su otra pasión: la guitarra. Y como le regalaron el Canal 8 de televisión, lo usó para transmitir sus conciertos. Después le encimaron la agencia de publicidad Difuso, acaparadora de contratación pública.
A Camilita, más pequeña, le encantan el modelaje y el diseño de ropa. Por eso le organizaron la anual Nicaragua Diseña.
Falta espacio para ahondar en sus perfiles y agregar a los ausentes. Con esas pocas pinceladas, ¿creen que Petro debe sentarse con semejantes tipejos?