Opinión
Petro ‘show’
No importa si para bien o para mal, lo que le importa es hacerse omnipresente.
No es verdad que esté buscando un acuerdo nacional; él sólo busca que todo un país lo idolatre. Quiere cautivar por completo la atención de los colombianos, la agenda política y mediática. Quiere que su nombre resuene día a día, hora a hora, en la mente de todos los colombianos, en los titulares, en las reuniones familiares y asambleas empresariales, en los cafés, en las tiendas. No importa si para bien o para mal, lo que le importa es hacerse omnipresente.
Ya hasta resuena en Medio Oriente. La organización terrorista Hamás lo elogia por romper relaciones con el Estado de Israel en un acto cuyo único propósito era sembrar división y rechazo, pero que le sirvió para seguir absorbiendo toda la atención. Cada uno de sus movimientos, palabras y decisiones busca que su nombre se enquiste en nuestra mente, que lo idolatremos, que lo admiremos, incluso hasta que lo despreciemos.
Y el mayor error en el que caemos quienes no comulgamos con las ideas del presidente es la tendencia a enfocarnos en su figura y estilo confrontativo, en lugar de analizar a fondo los problemas que aquejan al país. No podemos caer en la trampa de concentrarnos en criticar su discurso incendiario, o entrar en cólera por los insultos que nos dirige, llamándonos nazis, asesinos o explotadores, sino más bien, llenarnos de argumentos, que los hay y suficientes, para hacer un control político serio y argumentado.
Es fundamental que empecemos a hablar de las cosas como son, por ejemplo, de las alarmantes cifras en términos económicos, de la casi nula ejecución presupuestal que ha sido la más baja en los últimos 17 años, de la crítica situación del sector de infraestructura, especialmente el agónico sector vivienda en donde ya son 21 meses de caídas continuas en las ventas, o del sector turismo, que se suponía sería el reemplazo de la economía extractiva y hoy vemos a nuestro archipiélago moribundo por la ausencia de incentivos e inversión después de haber enfrentado un huracán y una pandemia.
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Qué tal si desnudamos por completo la tragedia humanitaria desatada en el país por cuenta de la escalada violenta a manos de los potenciales gestores de paz que tienen ahogados al Cauca, Nariño, Antioquia y Huila en un río de sangre. Son más de diez masacres perpetradas y 66 líderes, lideresas y defensores de DD. HH. asesinados en los primeros cuatro meses del año. Súmele a esto la crisis en la política de paz total tras el anuncio, de hace unos días, de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) de retomar los secuestros extorsivos. ¡Qué barbaridad!
O si ponemos en evidencia la difícil situación política al interior del Congreso de la República, donde priman más las exigencias burocráticas que los consensos técnicos. Muchos senadores, representantes, diputados, concejales, gobernadores y alcaldes, fieles y serviles al Gobierno, arriesgando nada más y nada menos que la existencia misma del Estado de derecho.
Qué decir del escándalo de corrupción al interior de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, relacionado con el sobrecosto en la compra de carrotanques para llevar agua potable a las comunidades más pobres del departamento de La Guajira, y el pago de coimas, con esos dineros, para que se apoyen las reformas sociales que impulsa el Gobierno en el Legislativo.
Y para rematar, las utilidades netas de Ecopetrol cayeron 29 %, pasando de 5,6 billones de pesos en los tres primeros meses de 2023 a 4 billones en el mismo periodo de este año; y los ingresos bajaron 19,4 por ciento y se situaron en 31,3 billones de pesos frente a los 38 billones del año pasado en esos meses. A esta situación financiera ahora se suma la investigación de la campaña presidencial en el Consejo Nacional Electoral.
Dejemos de enfocarnos en la figura de Petro y sus provocaciones. Contamos con suficientes razones y elementos para ejercer un control ciudadano efectivo, sin necesidad de caer en el juego del discurso incendiario, que termina siendo lo de menos. Hay razones para demostrar, con argumentos sólidos y fundamentados, que el país se encuentra en una situación crítica.
No se trata de una simple percepción de “élites”, como dice el presidente. Un análisis técnico y objetivo, respaldado por evidencia jurídica y económica, revela un panorama desolador. El país no va bien, y sus decisiones nos están llevando a un caos social, económico e institucional sin precedentes.