Miguel Angel Herrera.

Opinión

Petro, un año después del Paro Nacional

Un año después sentimos además que el Paro dejó como herencia una capacidad instalada latente de movilización social para cuando Petro quiera activarla.

28 de abril de 2022

Un año después del “paro nacional” que estalló el 28 de abril del 2021, debemos reconocer que Gustavo Petro es un gran visionario y estratega, pues como presunto líder intelectual y político de esa gran sublevación social, sentó las bases de la intención de voto popular que hoy lo perfilan como líder indiscutible en todas las mediciones electorales.

Los datos electorales son tozudos: las regiones con más alta intención de voto petrista son aquellas en las que más movilización social lograron el Pacto Histórico y sus fuerzas aliadas. La región Pacífica y Bogotá, donde hoy Petro es rey de las encuestas por la Presidencia, fueron los territorios más destruidos por el vandalismo camuflado de protesta social en Cali, Buenaventura y la capital del país, principalmente. En el Pacífico Petro ostenta casi 50% de intención de voto y en Bogotá, casi 45%. Y debemos sumar el Caribe, también destruido por el Paro, donde Petro hoy se acerca al 40% de intención de voto.

Pero el éxito de Petro con su “estallido social” no solamente se refleja en la intención de voto a su favor. También está detrás del evidente deterioro de la gobernabilidad de Duque en varios frentes estratégicos para el país. Recordemos que, por los efectos del Paro, el Gobierno Nacional tuvo que retirar su propuesta de reforma tributaria, entregó la cabeza de Alberto Carrasquilla como ministro de Hacienda, se cayó la reforma a la salud impulsada por el Gobierno, se acabó “Prevención y acción” -el noticiero de la pandemia locutado por Duque- y hasta se esfumó el sueño del gobierno de que Colombia fuera sede de la Copa América.

Duque y su equipo fueron vencidos por el Comité del Paro. Esa es la conclusión que aún prevalece sobre el Gobierno nacional en la mente de millones de colombianos, así no corresponda a la realidad. Conclusión que ha facilitado la configuración de nuevos grupos militantes de izquierda, la articulación de propuestas antigobierno en los territorios más vulnerables, la intervención de fuerzas al margen de la ley sobre grupos civiles inconformes y la consolidación de redes de ciudadanos ansiosos por un cambio radical en más altas instancias del poder político nacional.

Lo que muestran las encuestas hoy es que Petro sigue creciendo -contra todos los pronósticos y lógicas electorales- debido, entre otras razones, a que la comunidad de izquierda con capacidad electoral creció a raíz del Paro Nacional. Lo muestra la abultada intención de voto que hoy tiene el petrismo para la Presidencia, pero también lo vimos en las más de 20 curules que obtuvo el Pacto Histórico en las elecciones legislativas.

El frenesí casi esquizofrénico por un cambio radical en la visión de nuestro Estado proviene, en gran medida, del estallido social de hace un año. Poco ha servido el evidente compromiso del Gobierno nacional por sacar adelante políticas públicas con monumental impacto social como la gratuidad en la educación pública universitaria, tecnológica y técnica para los estratos 1, 2 y 3; el programa Empleo Joven, por el cual el gobierno subsidia el 25% del salario mínimo a las empresas que contratan jóvenes entre los 18 y 28 años, así como el subsidio para que los más jóvenes puedan acceder a vivienda, por mencionar unos pocos ejemplos.

El prometido cambio radical de Petro para convertir a Colombia en “potencia mundial de la vida” se alimenta hoy de las mismas consignas que conocimos en el Paro: desterrar el neoliberalismo, acabar con el ESMAD, restringir el desarrollo de la gran empresa privada y acabar con los fondos privados de pensiones, entre muchos otros clamores populistas. Lo único que no ha dicho Petro por estos días, pero que dijo con vehemencia hace un año, es que los colombianos no debemos consumir gaseosas. Por lo demás, sus trinos durante el Paro son los mismos mensajes que hoy dice en la plaza pública y en los debates, cuando se le antoja asistir.

Un año después sentimos además que el Paro dejó como herencia una capacidad instalada latente de movilización social para cuando Petro quiera activarla. Con el disfraz de “movilización cultural no violenta y activa en la sociedad”, esta semana estamos viendo manifestaciones en las principales ciudades del país, que buscan no solamente promover intereses sociales legítimos y democráticos, sino también refrescar las redes, estructuras, consignas y dinámicas operativas de los bandidos que buscarán desestabilizar nuestro Estado, si a Petro no le gustan los resultados de las próximas dos vueltas.

Capacidad que fue promovida clara y cínicamente por Petro hace un año: “…el bloqueo es una forma de manifestación legal, según Naciones Unidas…”, dando origen a las famosas “primeras líneas” que son el mayor lastre del manipulado estallido social. Hoy Colombia enfrenta una amenaza terrorista, con organizaciones criminales que están detrás de los actos violentos que empañan la protesta pacífica. Estamos ante inminentes actos premeditados, organizados y financiados por grupos de disidencias de las Farc y el ELN, si las elecciones no satisfacen al petrismo.

Por fortuna, el Gobierno nacional parece haber aprendido la lección de brindar garantías a quienes quieren ejercer pacíficamente el derecho a protestar, y al mismo impedir que las fuerzas ilegales vuelvan a generar caos, pérdidas y desorden. Como país aprendimos que aplicar el principio de legalidad con judicializaciones a quienes destruyen el Estado y la sociedad, bajo el ropaje de protesta social, no puede negociarse ni postergarse, porque además de hacernos retroceder como nación, permite que los caudillos para los que “todo vale”, crezcan en intención de voto.

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