Opinión
Pilas, Colombia: Petro y el Pacto Histórico apoyan las tiranías
Si en lugar de socialista Maduro fuese de derecha, Petro habría sido el primero en disparar ráfagas de agresivos trinos.
Cada vez aterran más Petro y sus huestes ultraizquierdistas. Escuchamos a Nicolás Maduro pidiendo cárcel para María Corina Machado y Edmundo González, y a Diosdado Cabello vociferar “se acabó la clemencia criminal. Los vamos a joder”, seguido de gritos de júbilo de sus lacayos. Y nuestro presidente, en lugar de condenar las amenazas, se dedica a responderun trino de María Fernanda Cabal por criticar la brutalidad de la dictadura chavista.
El contraste entre el Petro silente, desaparecido, en los dos días posteriores a la burda proclamación de la falsa victoria de Maduro, y el que corre a trinar contra Cabal, es otra prueba de su condescendencia hacia las dictaduras zurdas y el peligro de que pretenda copiar esa ruta en Colombia.
Por si no lo leyeron, Cabal escribió en X sobre las torturas a los presos políticos del chavismo y puso la foto de unos detenidos colgados de unas cuerdas, notificando que la imagen la sacó de una película basada en hechos reales. Enseguida Petro replicó ofendido, furioso, como si él fuese el torturador.
Clamó, igual que haría el más abyecto esbirro del déspota de Miraflores, que no manipulara con la imagen, aunque la senadora advirtió del origen de la foto. Cabal cerró la discusión virtual con un video del escalofriante testimonio real, ante la CPI, de uno de los torturados.
No se trata de una mera anécdota sino de un signo más, revelador, de la verdadera esencia del señor del Palacio de Nariño. Todo lo que gira alrededor de su vergonzosa actitud ante el descarado robo electoral del domingo solo confirma los peores augurios.
Si Colombia no se pone las pilas, Petro, enfermo de megalomanía, radicalismo, visceralidad y adicción al poder y al café, hará lo que sea para continuar su desastroso gobierno más allá de lo permitido.
El presidente no deja de dar muestras de desprecio a la democracia, cuando no le beneficia, y de una desmedida pasión por el bastón de mando. Está convencido, además, como buen ultraizquierdista, que todo método es legítimo para conquistar y mantener el timón de una nación, incluidas las balas de las guerrillas y comprar congresistas con fondos públicos.
Ya lo dejó nítido en la campaña, cuando inventaba atentados, operaciones de Duque para cerrarle el paso y robos electorales que solo existían en su mente calenturienta. Lo hacía con el propósito de azuzar los instintos violentos de su fanaticada y amedrentar a votantes indecisos. Era su forma de advertir: si no gano, será porque me roban la victoria y la calle se vengará. Algo parecido al reciente “baño de sangre” del capo del Clan Miraflores.
Por supuesto que sabíamos que Maduro planeaba continuar aferrado a su sillón, pero no había la misma certeza respecto a Petro, López Obrador y Lula, integrantes del Foro de São Paulo, al que pertenecen los sátrapas de Cuba y Nicaragua.
Y en menos de una semana, aunque parezca increíble, dejaron constancia de conformar un trío tan cerril y radical, tan despegado de la calle, que desestimaron el fenómeno María Corina Machado. Desconocieron a una figura que se volvió gigante y logró despertar la esperanza de millones de venezolanos de todo signo ideológico, incluidos innumerables chavistas, algo que jamás había sucedido.
Como siempre la habían denostado por ser de derecha y mantener una posición firme frente a los criminales chavistas, la equipararon a Henrique Capriles y Juan Guaidó, y creyeron que sería un liderazgo escuálido, temporal y cuestionable, que no suponía riesgo alguno para su club de extrema izquierda. El Clan de Miraflores conservaría el poder.
La ceguera de los tres certifica que solo escuchan a su círculo de aduladores y viven convencidos de la certeza de sus propios discursos, cargados de ataques a la supuesta pléyade de oligarcas, encuestadoras y periodistas a los que tildan de fascistas y tergiversadores de la realidad.
Por eso, el jueves seguían insistiendo en la cínica cantaleta de pedir las actas, tras impedir una condena de la OEA. Esperaban ganar tiempo para salvar al tirano de sus afectos.
Si en lugar de socialista Maduro fuese de derecha, Petro habría sido el primero en disparar ráfagas de agresivos trinos y pedido a la OEA una acción contundente contra el ladrón de votos. Pero es tan incoherente y desvergonzado que lanzaba histéricas diatribas contra Bukele por encerrar criminales en una cárcel inexpugnable, y cuando se trata del matón Maduro, emplea un lenguaje prudente para no incomodarlo.
No debería sorprendernos su tibieza y la del Pacto Histórico, si nunca recibió a la oposición venezolana y todos guardan siempre un silencio nauseabundo frente a los ataques a María Corina y su equipo.
Debe ser que solo les preocupa que sus aliados del ELN y la Segunda Marquetalia puedan perder su santuario. ¿Dejar a las guerrillas tranquilas sería uno de los acuerdos secretos entre Maduro y Petro en las reuniones cuyo contenido desconocemos? Lo único seguro es que no acordaron nada bueno.