Opinión
Política exterior, otro desastre
La Cancillería está en un estado lamentable, los nombramientos de amigos del presidente y su entorno en las embajadas es vergonzoso.
Los últimos eventos de Suecia y la parranda, o Suiza y su sorprendente, aunque ya nada nos sorprende con Petro, inasistencia al evento de paz en Ucrania solo forman parte de una política exterior desastrosa que va a tener graves consecuencias en el futuro.
El presidente Gustavo Petro ha alineado a su Gobierno, no al país, hay que hacer esa aclaración, al nuevo eje autoritario que se consolida en el mundo: China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Cuba y Venezuela.
La ideologización de la política exterior que no tiene en cuenta los intereses de Colombia forma parte no solo del discurso del presidente y su canciller, sino que los lleva a tomar decisiones que tienen graves implicaciones para Colombia.
Un ejemplo, Estados Unidos. La administración Biden le hizo un gran favor a Petro y a su Gobierno cuando canceló la medición anual de hectáreas del narcotráfico, pues tenían claro que se iban a disparar con el nuevo Gobierno. Esos datos habrían llevado a Estados Unidos a no certificar a Colombia en la lucha contra el narcotráfico, algo que es evidente con lo que hoy pasa en el país. Pero prefirieron echarle un cable, como se dice, para no tener ese enfrentamiento.
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¿La reciprocidad de Colombia? El mismo Petro fue a Washington a decirles a los congresistas que no quería la plata de Estados Unidos, darle un entierro de tercera al Plan Colombia, y dejar de recibir 300 millones de dólares o más por su ideologización de la política exterior. Ese billón de pesos, que podría haber servido para su plan de erradicación y sustitución, lo botó a la caneca, como va a botar cerca de medio billón en impuestos y regalías por no venderle carbón a Israel.
Esa ideologización que lo lleva a maltratar a aliados históricos como Israel, Estados Unidos y España –si tuviera un presidente que hiciera respetar la dignidad de su país– ya tiene consecuencias. La primera, Colombia no es un país confiable como aliado. Esa desconfianza va a ser muy difícil de cambiar, pues ese camino histórico recorrido por Colombia de apoyo a las democracias lo borró Petro de un plumazo.
La segunda, le deja al siguiente Gobierno el problema de la no certificación, que puede ser antes si gana Trump y que tiene consecuencias comerciales y de credibilidad. Y tercera, Colombia queda amarrada con socios como Rusia y China, que sabemos cómo operan, lo que hacen para destruir la democracia en la región y cómo cobran con injerencia interna, así lo hace China, el acceso a su mercado. Ni hablar de Irán, cuyo maltrato brutal a las mujeres lo acepta un Gobierno que dice defender a los más débiles con la complicidad de las organizaciones feministas de Colombia, que guardan un silencio cómplice.
La destrucción de la Cancillería es igualmente parte del libreto. Así lo están haciendo en todos los ministerios, acabando una institucionalidad ejemplar en el continente para meter amigos, ideólogos, vagos y toda clase de sátrapas que solo piensan en ellos. Los escándalos en los ministerios, ni hablar en las embajadas y consulados, ya son parte de la rutina de este Gobierno, que deja robar, se hace el de la vista gorda y sí cambió el país, pero para peor.
La Cancillería está en un estado lamentable, los nombramientos de amigos del presidente y su entorno en las embajadas es vergonzoso. ¿Se quejaban de lo de antes? Hoy es peor, son más y con peores personas, menos formadas, lo que se nombra. Además de los problemas legales del anterior canciller por una licitación, hay una desmoralización terrible dentro de la institución. Los funcionarios de carrera solo buscan sobrevivir en ese caos en que han convertido ese ministerio. Ni hablar de la Comisión de Relaciones Exteriores, que no se ha reunido una sola vez, pues Petro es la política exterior de Colombia. Se levanta un día y condena a Israel. Ni el canciller sabía. Se levanta otro y dice que no vamos a exportar carbón a ese país. El ministro del ramo tampoco sabía. El Estado soy yo, así es como Petro se siente y así es como actúa.
Qué tristeza como queda el nombre de Colombia en escenarios internacionales. Ya hasta los presidentes vecinos, como Daniel Noboa, ven claramente lo que Petro es, “un esnob de izquierda que no logra hacer nada”. Solo destruir agregaría yo. El ejemplo de un hombre de izquierda radical, como el presidente de Chile, Gabriel Boric, un demócrata convencido que defiende los derechos humanos en todas partes y que votó contra Rusia en la reunión de Suiza a la que no fue Petro, gracias a Dios, debería ser un referente para todo dirigente de izquierda en el continente.
No va a ser así. El Grupo de Puebla, el Foro de São Paulo, donde están Díaz-Canel, Maduro por interpuesta persona, entre otros, solo defienden los intereses de Cuba y del autoritarismo en la región. La democracia a ellos no les sirve, no les interesa y hay que acabarla. Petro es el perfecto ejemplo de dirigente que ellos apoyan.
Lo único bueno de este ejemplo de política exterior ideologizada es que les abre las puertas a los próximos presidentes para romper relaciones con Cuba o con Rusia, uno por el trato a disidentes y represión a la oposición, y el otro por una invasión. Mientras tanto, sigamos viendo como Petro deteriora la imagen de Colombia a lo largo y ancho del mundo. Con una salvedad, que quiero que quede clara: Petro no me representa como colombiano.