Opinión
“Poputrismo”
Hago mi aporte a las innovaciones del lenguaje político que lidera el presidente. Ahora al colapso de la seguridad se le llama ‘paz total’.
En alguna ocasión, Borges se topó con un conjunto musical integrado por estadounidenses (gringos) que interpretaba música gitana (zíngara). Lo rebautizó como el ensamble gringaro. Lo que el neologismo que propongo significa es que nuestras instituciones políticas no son populistas; seguimos siendo una democracia liberal a pesar de graves falencias. Pero que Petro, si pudiera, nos llevaría hacia el populismo.
El populismo o democracia totalitaria parte de la teoría, elaborada por Rousseau en el siglo XVIII, según la cual de un hipotético contrato social surge la voluntad general. Como se supone que todos participamos en la elaboración de ese pacto, a él quedamos sometidos; abdicamos de la libertad individual para dotar a la sociedad de potestades plenas. Es cuestión de tiempo para que aparezca algún iluminado que sepa discernir el contenido de esas cláusulas contractuales. Le corresponderá realizar una tarea redentora de enorme complejidad. Se trata, para decirlo en lenguaje petrista, de hacer prevalecer los intereses de las comunidades y los nadies sobre los de capitalistas y herederos de los esclavistas.
El populismo es un modelo político relativamente reciente. Fue instaurado por Perón en la Argentina a mediados del siglo pasado y desde allí se ha expandido. Se encuentra en pleno vigor en la Hungría de Orban, prosperó en Italia bajo Berlusconi y tuvo su momento de esplendor en Perú durante el gobierno de Fujimori; el fin de la era de los Kirchner en el país austral se encuentra en jaque, pero podría consolidarse en México si AMLO logra imponer su sucesor. La gran incógnita son los Estados Unidos. Trump puede ser condenado antes de las elecciones como autor de graves delitos, ganarlas, posesionarse y, luego, ¡autoindultarse!
La democracia liberal rechaza de plano la idea de un contrato social que signifique la abdicación de las libertades ciudadanas. Considera que la sociedad es, en esencia, conflictiva. No existe, ni puede existir, una acuerdo que resuelva, de una vez y para siempre, los antagonismos sociales. La sociedad sin clases y sin Estado que plantea el marxismo es una utopía. Por eso considera que las constituciones son tratados de convivencia social, no armas para aplastar los adversarios. Deben gobernar las mayorías aunque respetando el derecho de las minorías a desafiar su poder bajo ciertas preestablecidas. Las elecciones deben ser idóneas para que el electorado logre expulsar del poder a quienes gobiernan.
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El Estado de Bienestar, que es la propuesta económica liberal, contempla una vigorosa intervención estatal para garantizar la provisión de los servicios públicos y evitar abusos de mercado. Propende por un gasto público suficiente y sostenible para combatir la pobreza, financiar la Seguridad Social, y redistribuir el ingreso y la riqueza. La tarea de generarla se confía a los empresarios.
El éxito ha sido colosal. La pobreza, como proporción de la población total, ha disminuido en casi todos los países que lo practican, incluido el nuestro a pesar del golpe brutal de la pandemia. El aumento en las expectativas de vida, que es un indicador adecuado del bienestar de la población, confirma los progresos. Sin embargo, el rechazo del paradigma liberal que hoy es patente constituye un indicio inequívoco de que algo ha salido mal.
El aprovechamiento de las posibilidades generadas por la apertura de los flujos de inversión y comercio explica que China haya tenido tasas de crecimiento del orden del 10 % anual durante un periodo dilatado. Fue así posible que más de seiscientos millones de chinos hayan dejado atrás la pobreza. Otros países asiáticos aprovecharon esas oportunidades para progresar.
En el otro extremo se encuentran los Estados Unidos que se abstuvieron de desarrollar una estrategia de recapacitación de la mano de obra en aquellos sectores que no son competitivos en economías abiertas. El auge de los sectores de alta tecnología y las finanzas ha agudizado una redistribución regresiva del ingreso y bolsas de pobreza en zonas del país que antaño fueron prósperas.
América Latina, con excepción de México y Chile, y, en alguna medida, Perú, tampoco ha sabido aprovechar las ventajas de contar con economías abiertas y competitivas. Crece poco, no logra consolidar una clase media vigorosa, mantiene en la informalidad buena parte de sus trabajadores, la distribución del ingreso no mejora y la pobreza sigue siendo muy elevada.
El populismo rechaza la economía social del mercado, que vendría a ser sustituida por el Estado al que se le pide ser el principal agente económico, no un mero regulador. Su idea de democracia es totalitaria. Como la sociedad está de manera inexorable dividida en dos clases, opresores y oprimidos, estos han de tomarse el poder para reorganizar la sociedad. Cuando lo logren la sociedad será democrática. En procura de ese objetivo se pueden y se deben eliminar las restricciones derivadas del orden jurídico imperante. ¡El pueblo está por encima de la ley!
Como no se trata de negociar con las antiguas élites, sino de instaurar la justicia social, la polarización social es una herramienta indispensable. En la lucha del bien contra el mal no caben melindres. Sobran, además, los técnicos. Los cargos públicos deben ser asignados a quienes son fieles a la causa popular y revolucionaria, no importa que carezcan de los conocimientos pertinentes y sea nula su experiencia. Por eso los funcionarios con formación adecuada están siendo masivamente expulsados de la administración pública. No sobra recordar que así fue como Chávez destruyó a PDVSA.
No obstante, a pesar de los esfuerzos que realiza, Petro no cuenta con poderes suficientes para imponer en Colombia un modelo populista. Carece de respaldo militar para tomarse el poder. El Congreso se ha convertido en un eficiente dique de contención. Lo mismo cabe decir de la justicia y los órganos de control. La prensa hace bien su tarea.
Toca seguir resistiendo, aunque resistir no basta. Son urgentes liderazgos alternativos que no han aparecido, pero que lo harán al despuntar el nuevo año. El descontento social que condujo al petrismo permanece sin solución.
Briznas poéticas. Escribe Ana Blandiana, la gran poeta rumana: “Aunque luchen mis brazos ya no saben volar. Ya no me reconozco. Me he olvidado. Me gustaría volver. ¿Pero hacia quién? Todo me duele. ¡Siento un ansia terrible de mí misma!”.