Lucia Bastidas

Opinión

Por espacio público democrático y de calidad

13 de abril de 2022

Por meses hemos visto cómo Bogotá ha perdido su espacio público: invasiones, basuras, venta ambulante, parqueo en vía, reciclaje a cielo abierto, se tomaron calles y andenes sin control. Ahora la responsabilidad de la Administración Distrital es recuperar el entorno para las comunidades, la cultura ciudadana y el respeto.

Bogotá tiene 175 millones de mts2 de espacio público, según datos del Distrito, 31,6 millones de m² (18,1 %) corresponde a parques; 3,8 millones m² (2,2 %) son zonas verdes; 48,6 millones de m² (27,8 %) son estructura ecológica principal, y 56,4 millones de m² (32,25 %) son elementos del sistema vial para la movilidad vehicular; es así, que la ciudad tiene el reto de generar más espacio público para el uso, goce y disfrute de la ciudadanía.

Actualmente, la capital del país enfrenta problemáticas de ocupación debida al espacio público, en primer lugar, por la crisis social que generó el descuido durante la pandemia que ocasionó que puentes, separadores y lotes fueran invadidos por personas en condición de pobreza, habitantes de calle y carreteros que hoy los tienen como su vivienda, pero que -además- llevan a que realicen sus actividades de disposición de residuos en los alrededores de estas ubicaciones afectando la calidad de vida y seguridad de los demás residentes.

Otro hecho de importancia, han sido las dinámicas de inseguridad o problemáticas que se salieron del control del Distrito como fueron las protestas del Paro Nacional que, acompañadas del vandalismo, llevaron a tomas ilegales de espacios como el Portal Américas, el lote de la constructora Las Galias en la localidad de Kennedy, que pasaron meses para ser recuperados, y que ahora tras los recientes desalojos, revelaron graves problemas que ameritan la intervención interinstitucional inmediata. O, como con la toma del Parque Nacional, que completa casi siete meses y ha desnudado el abandono de la Administración, dejando una preocupante radiografía de inseguridad, pobreza, el microtráfico y la explotación que se abren paso en esas zonas.

Así mismo ocurre con espacios que por años no han podido recuperarse, pero que en los últimos meses han empeorado. Por ejemplo, la carrera Séptima en pleno Centro Histórico, donde las mafias del espacio público mandan, cobran por metro cuadrado, extorsionan y lo que dejan es un panorama de venta ambulante sin control en medio de la inseguridad y la suciedad. Por lo que aquí, igual que en el tema de seguridad, es válido acuñar la teoría de las Ventanas Rotas, para explicar lo que sucede, con cada vez más espacios que ha ido perdiendo la ciudadanía por la falta de autoridad y seguimiento de la institucionalidad.

Ahora, tras meses del llamado ciudadano que con imágenes y videos demostraron la incapacidad de la Administración Distrital, hoy podemos destacar la intención que parte del Dadep, de la Uaesp, de la Secretaría de Integración Social, la Secretaría de Gobierno y el Instituto para la Economía Social, de escuchar finalmente la molestia de las comunidades y emprender programas interinstitucionales que mejoren sus entornos. Luego de la mesa de trabajo interinstitucional en la que participamos, se presentaron estrategias que a corto plazo pretenden mitigar el problema.

Entre algunas propuestas está finalmente lograr que se cumplan los acuerdos con los vendedores informales, y ejercer un control sobre los mismos en espacios organizados y pensados en el desarrollo económico y los derechos del peatón y su garantía de uso del espacio público, sumado al plan de Bogotá a Cielo Abierto 2.0, que permite que los comerciantes formales que aportan con impuestos y generación de empleo puedan recuperarse de los efectos de la pandemia y aportar a crear espacios activos en las calles para las comunidades.

Importante que Bogotá le apuesta a integrar en estas propuestas y programas, como Juntos Cuidamos Bogotá, el tema de urbanismo táctico y que con la Secretaría de Hábitat se esté trabajando para hacer infraestructura en el espacio público y embellecimiento de zonas; esto genera apropiación, conciencia del cuidado, desarrollo económico para apoyar el emprendimiento y la potenciación de cultura que tanto necesita la ciudad.

Todo lo anterior no es posible si no se priorizan la limpieza y el mantenimiento de las calles y andenes, y por eso resulta importante que en respuesta a esas solicitudes y reclamos de los ciudadanos, se comience con la estrategia del Escuadrón de Limpieza que recorra todas las localidades, haciendo presencia constante y logrando la recolección de llantas, residuos y escombros, y que de la mano, se vaya recuperando la infraestructura de la ciudad, en este sentido canecas, señales, contenedores que están en mal estado. Son cerca de dos mil personas en el censo de carretilleros que tiene el Distrito y que deben sumarse en este trabajo articulado.

El espacio público debe dejar de generar en Bogotá miedo zozobra, asco, sensación de inseguridad; debe convertirse en lugar de encuentro, cultura y disfrute ciudadano efectivo, democrático, para que todos puedan hacer uso de él y puedan acceder a las oportunidades que ofrezca. Así ganamos todos y avanza la ciudad.

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