OPINIÓN

La incoherencia hecha política

Cuando la política se sumerge en la incoherencia, o estamos perdidos o es cuando necesariamente el país reclama un cambio de protagonistas en el poder, para no hablar de modelo. La sociedad no puede seguir, como ha ocurrido durante siglos, bajo el desatino de unos incompetentes cuyas promesas incumplidas redundan en pobreza, abandono y más violencia.

Javier Gómez, Javier Gómez
7 de mayo de 2018

Cuando la política se sumerge en la incoherencia, o estamos perdidos o es cuando necesariamente el país reclama un cambio de protagonistas en el poder, para no hablar de modelo. La sociedad no puede seguir, como ha ocurrido durante siglos, bajo el desatino de unos incompetentes cuyas promesas incumplidas redundan en pobreza, abandono y más violencia.

A esa lógica de la política, la de la vieja sociedad bipartidista que ya tocó fondo así se  esmeren en reencaucharla, la gente ya no le come cuento. Veamos el caso de la excandidata presidencial, Viviane Morales, otrora antiuribista, que producto de su incoherencia política decidió arroparse con las banderas del Centro Democrático (CD) cuyo líder e inspirador es el expresidente y Senador Uribe, de quien hizo su blanco predilecto para sus vehementes críticas por oponerse a las negociaciones de paz.

Cunden los ejemplos. Decía Morales, en un debate sobre las negociaciones en Cuba (Senado 29 de Septiembre de 2015), que “del tamaño de la verdad que construyamos en este proceso, será el tamaño de la paz que tendremos los colombianos”. Cómo conciliar esa posición pública con la del exmandatario antioqueño que propone eliminar la Justicia Especial para la Paz (JEP), que no es otra cosa que aniquilar la verdad y la justicia restaurativa; pero más aún, cómo coincidir con Iván Duque, “el que dijo Uribe”, que anuncia, de ser presidente, hacer “trizas” el acuerdo de paz.

Pero las diferencias eran aún más de fondo. Un punto neurálgico en la JEP es el tratamiento a los miembros de la Fuerza Pública que Duque rechaza porque, según él, los equipara a “los terroristas de las Farc”, y para la exsenadora era un instrumento idóneo porque advertía que “las salidas jurídicas (propuestas) por el Centro Democrático (sobre el juzgamiento de los militares) son salidas que no habrían resistido un minuto el escrutinio de los ojos de los organismos internacionales de justicia. (Por eso) hay que reivindicar la salida jurídica de los militares dentro de la sombrilla de estas negociaciones de paz”.  

Cómo conciliar esas posiciones con su nuevo mejor amigo, puso a Morales en aprietos para tratar de  justificar su adhesión al candidato del CD y para hacerlo, acudió a un argumento retórico y rebuscado: “Creo que el principio de ética pública sostenido por mí se encarna en el principio de legalidad que el doctor Iván Duque pretende restablecer en nuestro país”. Es decir, ¿el Acuerdo de paz que defendía, hoy es ilegal? ¿De qué principio de legalidad y ética pública habla la excandidata, cuando lo que pretende el aspirante Duque, es todo lo contrario: desconocer la legalidad del Acuerdo de Paz?

La incoherencia hecha política, qué desfachatez. Y pensar que todo esto tiene origen, entre otros, en el desprecio que la exsenadora Viviane Morales le profesa hoy al Presidente Santos, a quien no le perdona que públicamente le hubiera hundido el referendo xenófobo que pretendía imponerle, a los colombianos.

Y, para terminar, no le queda bien al uribismo enrostrarle al Candidato de la Decencia Gustavo Petro, su pasado en el M-19, cuando en sus filas ya suma tres notables integrantes de esa agrupación que también tuvieron una responsabilidad con los hechos del Palacio de Justicia: Eberth Bustamante, Rosemberg Pabón y ahora el esposo de la liberal-cristiana-uribista, Carlos Alonso Lucio, quien desde los púlpitos político-religiosos hará votos celestiales porque su nuevo aliado Álvaro Uribe, llegue a la presidencia de la república por interpuesta persona.  

@jairotevi

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