OPINIÓN

Por qué NO, compañero Gustavo

Estoy convencida de que lo último que le sirve al país es la crispación perpetua, por eso no voto Petro, al menos en primera vuelta. Me da miedo la ferocidad de los ataques que ese eventual gobierno recibiría y escalofrío pensar en las respuestas de Petro a la oposición. Desconfío de Petro porque sé que es proclive a la tentación autoritaria. Y así no se vale, compañero Gustavo, eso no es juego limpio con la democracia.

Ana María Ruiz Perea, Ana María Ruiz Perea
6 de mayo de 2018

Resulta extraño para la gente que me conoce, e incluso para mí misma, que mi opción a la presidencia no sea Gustavo Petro. Siempre he estado situada a la izquierda del espectro político, trabajé para Carlos Gaviria en su campaña a la presidencia y durante su presidencia del partido, y en esos años fui privilegiada observadora del proceso de operación de una organización política nueva que enarbolaba las banderas de la unidad de la izquierda como su mayor orgullo y su principal valor. El Ideario de Unidad del Polo era como una especie de constitución rectora del partido, un acuerdo entre las partes conformantes de esa alianza histórica, en la que se representaba por primera vez la izquierda unida, con fuertes debates en su interior pero también con amplios consensos.

De todos los grupos, tendencias y movimientos que confluían en el Polo, el sector cercano a Gustavo Petro se caracterizó siempre por bombardear las decisiones del ejecutivo, por no tranzar en los debates y por promover el saboteo a los otros partidos. Recuerdo las peleas que daba el petrismo para tumbar, cambiar, reformar y reescribir el Ideario de Unidad del partido, y los múltiples intentos que hicieron para que fuera expulsado el Partido Comunista por cuenta de que los comunistas no habían rechazado la lucha armada en sus estatutos internos. Quisieron en ese momento proscribir la participación de dirigentes como Carlos Lozano, Gloria Inés Ramírez o tantos otros líderes que estaban comprometidos -ellos sí- con el avance del partido de unidad.

Para mí siempre fue incomprensible que teniendo la oportunidad de crecer a la izquierda colombiana, la posición de Petro y los suyos fuera atacar soterradamente a Carlos Gaviria, querer revolcar todo para salir después, cabeza en alto, a autoproclamarse como los portadores de la verdadera esencia política de la izquierda política colombiana.

Así no es, compañero Petro. Los que vivimos de cerca esa etapa del partido de la unidad lo sabemos, por eso aunque algunos dirigentes del partido se hayan ido al petrismo, el resto sigue firme recorriendo calles y plazas en campaña por Fajardo. Me cuesta tanto trabajo ponerme la camiseta de la Colombia Humana, como le costaba a Petro ponerse la de Carlos Gaviria; si eventualmente tuviera que ponérmela, lo haría a regañadientes.

En esa época entendí que el motor que mueve al petrismo es la confrontación. Sabe que se crece en el disenso y demuestra en cada acto una incapacidad crónica de construir consensos. Lo que hacía en la oposición a la unidad que él mismo se había comprometido a defender, es lo que guardadas proporciones sucedería más adelante en la Alcaldía de Bogotá: políticas públicas necesarias y loables, se adoptaban en batalla campal contra los opositores. El mundo bajo la égida de Petro se divide entre los que lo apoyan y los enemigos del pueblo, y aunque lo apoyé y expresé toda mi solidaridad ante el exabrupto cometido en su contra por el procurador Ordóñez y la grosera manipulación de la justicia en su contra, siempre pensé si no habría más salida que atrincherarse en el balcón del Palacio Liévano y cazar desde ahí peleas con todos los (muchos, muchísimos poderosos) que trataron por todos los medios de tumbarlo.

La razón por la que no apoyo a Petro en esta campaña no tiene que ver con el “miedo al castrochavismo” ni pendejadas de esas, ni creo que signifique que he llegado a una edad en la que por sensatez la mayoría de las personas se van volviendo cada vez más conservadoras en sus ideas políticas. No. Mi corazón late en la izquierda y ahí espero que siga hasta que muera, pero como dijo en estos días Mico, poniéndole voz a la vieja chismosa Maruja en Twitter:  “Oites Tola, muy salada la izquierda colombiana: cuando por fin acarician la presidencia… ¡y les toca Petro!”

Así pues que, a pesar de los tantos amigos y afectos en común con Gustavo Petro, y mi cercanía con personas que están en el primer anillo del candidato, mi opción en este momento es por un presidente que pueda avanzar hacia la reconciliación, no hacia la mayor división de la sociedad, en momentos en los que el proceso de paz está siendo bombardeado desde todos lados y la guerra se ensaña en los territorios.

Estoy convencida de que lo último que le sirve al país es la crispación perpetua, por eso no voto Petro, al menos en primera vuelta. Me da miedo la ferocidad de los ataques que ese eventual gobierno recibiría y escalofrío pensar en las respuestas de Petro a la oposición. Desconfío de Petro porque sé que es proclive a la tentación autoritaria. Y así no se vale, compañero Gustavo, eso no es juego limpio con la democracia.

@anaruizpe

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