OPINIÓN
Porte de armas se debe restringir
En esta época de pandemia y crisis económica, el porte de armas se debe restringir. No es momento de atrincherarnos en casa sitiados por el miedo dispuestos a agredir cualquier amenaza de conciudadanos.
La Constitución de 1991 prácticamente repite la disposición anterior en cuanto a que el gobierno puede introducir y fabricar armas, y nadie podrá portarlas sin permiso de la autoridad, sin que pueda extenderse dicho permiso a reuniones políticas, elecciones o sesiones de corporaciones públicas. La norma anterior, permitía a la ley organizar una milicia nacional, que nunca se hizo. La disposición vigente permite a los organismos de seguridad y cuerpos oficiales armados, de carácter permanente, portar armas bajo control del gobierno.
Como consecuencia del acuerdo final suscrito con las Farc, se expidió el Acto Legislativo 5 de 2017, que introduce un nuevo artículo 22A a la Constitución, como garantía de no repetición y para asegurar el monopolio legítimo del uso de las armas por el Estado, donde se prohíbe la creación o promoción de grupos civiles armados con fines ilegales de cualquier tipo, incluyendo autodefensas y paramilitares.
Se podría decir que se trata de una disposición sin efecto útil, antitécnica, pues prohíbe constitucionalmente conductas típicamente penales. Tampoco constituye garantía de no repetición, pues no impide que quienes se alzaron en armas ilegalmente, reincidan, como ya ha ocurrido. Ahora bien, continúan vigentes las normas sobre fabricación gubernamental y porte de armas con permiso, así mismo, las normas de organismos de seguridad y cuerpos oficiales armados, bajo control del gobierno.
Las amnistías e indultos para quienes cometan delitos políticos y conexos, así como las leyes de sometimiento a la justicia para grupos paramilitares, los acuerdos con grupos guerrilleros y la justicia de transición, tienen como finalidad última desarmar a aquellos que equivocadamente ejercen por la fuerza el cambio político o su defensa. De otro lado, el porte ilegal de armas es un delito con prisión de 9 a 12 años, que pretende evitar mayores violencias por parte de la delincuencia común.
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Es cierto que en los Estados Unidos el porte de armas entraña una libertad individual muy arraigada, pero también es cierto que en ese país tienen lugar matanzas absurdas por portadores de armas obnubilados o psicológicamente afectados, que difícilmente ocurren en otras latitudes.
Ahora bien, en esta época de pandemia y crisis económica, que tantas penurias y dificultades ha llevado a la mayoría de los hogares, probablemente ha empujado a algunos a buscar erróneamente su sustento en actividades delictivas. Por eso, lamentablemente en los últimos días, vemos con frecuencia noticias de robos menores y tiroteos a media calle.
¿En estas circunstancias, se debe permitir o incentivar el uso de armas defensivas? En mi opinión no. Por el contrario, su porte se debe restringir aún más, solo para aquellos que requieran medidas de seguridad especiales.
Las tasas de muertes violentas han logrado descender gracias a las limitaciones del porte de armas, junto con otras medidas como la prohibición del consumo de bebidas alcohólicas y restricciones de locomoción.
No se discute que somos libres y tenemos derecho a la defensa. Pero una sociedad en crisis, políticamente polarizada, con personas agobiadas, nuevamente afectadas por la pobreza y la necesidad, no debe buscar soluciones en el uso de la propia fuerza, sino por el contrario en la cooperación, la solidaridad y el respeto por la autoridad.
Así las cosas, es el tiempo de la policía, de la prevención y la cooperación ciudadana. Porque juntos superaremos esta crisis, no es momento de atrincherarnos en casa sitiados por el miedo dispuestos a responder cualquier amenaza de conciudadanos.