OPINIÓN

El presidente que no sabe quién es

Duque ha demostrado que no sabe gobernar sino bajo la sombra de Uribe, y que su verdadero Plan de Desarrollo es el Twitter de su presidente eterno.

María Jimena Duzán, María Jimena Duzán
4 de agosto de 2019

Iván Duque se le fue su primer año de gobierno en cazar peleas impuestas por su jefe Uribe, en promesas incumplidas y en lidiar con una crisis de identidad que lo ha condenado a gobernar un país tan complejo como Colombia sin saber realmente quién es.

No invirtió su capital político en la construcción de su hoja de ruta, como dictaría la lógica, sino en ver cómo le cumplía a su alter ego en su pretensión de destruir a la JEP.

Por estar peleando las guerras de Uribe, su Plan de Desarrollo quedó convertido en una colcha de retazos, en la que los políticos pudieron incluir dádivas para todos los sectores, y el rubro para la paz fue metido a trancazos en el último momento. Hasta los contrabandistas salieron ganando debido a que en el Plan de Desarrollo se incluyó un arancel del 37 por ciento a los textiles importados, lo que de seguro subirá el precio de la ropa en beneficio del contrabando y en contra del consumidor. Proyectos como la construcción del polémico puerto en el golfo de Tribugá, reconocido por ser el lugar a donde van las ballenas a aparearse, también quedaron avalados.

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Duque prometió que no iba a polarizar más al país, pero en su primer año de gobierno hizo todo por subir a los militares a ese bus, hasta que lo logró. Siguiendo instrucciones de su alter ego, nombró en el Ministerio de Defensa a Guillermo Botero, un hombre de la entraña uribista, con el propósito de que minara el apoyo al acuerdo de paz dentro de las tropas y creara una división en los cuarteles, la cual está por estallarnos en nuestras narices.

Volvimos, como el cangrejo, a la doctrina negacionista de que en Colombia no hubo un conflicto, sino una amenaza guerrillera que fue enfrentada por unas Fuerzas Armadas que nunca se excedieron en materia de derechos humanos.

Duque ha demostrado que no sabe gobernar sino bajo la sombra de Uribe, y que su verdadero Plan de Desarrollo es el Twitter de su presidente eterno.

Si las cosas no cambian, su segundo año de gobierno se le va a ir de nuevo en la misma brega: evitando lo verdaderamente importante y urgente por privilegiar las obsesiones de Uribe, quien ardido por no haber logrado acabar con la JEP ahora quiere sacar a los militares de allí para dejarla inválida. Para ello, el Centro Democrático ha presentado un proyecto en el Congreso que crea una sala especial para ellos. Si se aprueba este adefesio, se desmembraría a la JEP y, de paso, se liberaría a los militares de decir la verdad.

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En su primer año, Duque frenó las reformas más importantes derivadas del acuerdo de paz y, en especial, le echó tierra a la reforma rural, considerada por el uribismo como un atentado contra la propiedad privada por el hecho de que pretendía actualizar el catastro rural. Los grandes dueños de tierras como Uribe no están dispuestos a permitir semejante revolcón porque eso supondría elevar el impuesto que pagan sobre ellas, uno de los más bajos del continente. Para enfrentar el crecimiento de los cultivos de coca, Duque ha seguido los designios de su presidente eterno: acabar con la política de sustitución de cultivos planteada en el acuerdo y reemplazarla por la fumigación con glifosato. La argumentación con que el Gobierno justifica el retorno del glifosato es más macondiana que científica, pero no le hace: según la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, el glifosato es tan inofensivo que produce la misma indigestión que 100 vasos de agua. Lo cual demuestra que en este Gobierno la falta de identidad es equiparable a la falta de argumentos. Duque, siguiendo los designios de Uribe, dice que a los excombatientes de las Farc sí les va a cumplir, pero ni eso ha sucedido.

Este primer año también marca el retroceso en materia de política internacional. Duque y su canciller nos han devuelto a la doctrina del respice polum, aquella que sostiene que Colombia solo debe orientar su política exterior hacia los Estados Unidos. Ahora nuestro faro es Donald Trump.

En materia de la lucha contra la corrupción también nos debe. En este primer año de gobierno no ha habido plata para la paz, pero sí estuvo a punto de pagar la millonaria deuda privada que Odebrecht y Corficolombiana tienen todavía con los bancos, por cuenta de un contrato que se finiquitó por corrupto, estimada en 1 billón 200.000 pesos.

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Por estar obsesionado con lo que no era importante, Duque les incumplió a los 12 millones de colombianos que votamos en la consulta anticorrupción, y ahora anda en la tarea de integrar una terna para fiscal general con personas de su resorte que deben pasar primero por la bendición de su presidente eterno.

Si queréis conocer a un hombre, revestidle de un gran poder”, dice Pitaco de Mitilene. En su primer año en el poder, Duque nos ha demostrado que no sabe gobernar sino bajo la sombra de Uribe, y que su verdadero Plan de Desarrollo es el Twitter de su presidente eterno. Para donde apunte el expresidente, él va a su sombra.

Difícil escenario para los ministros, sobre todo para aquellos que llegaron con ganas de trabajar por el país, y para funcionarios como Emilio Archila que están tratando de hacer su trabajo intentando pasar por encima de estas mezquindades.

¿Podrá Duque remontar esta crisis de identidad?… No lo sé. Pero por el bien del país espero que se encuentre a sí mismo antes de que sea demasiado tarde.

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