OPINIÓN
Semillas de Apego
Hoy quiero contarles una historia de lucha que conocí en San Andrés de Tumaco. En esta tierra tan rica por su diversidad, pero bajo tantos años de terror, miedo, dolor y hasta armas, encontré una alternativa de reconciliación. Es el caso del programa Semillas de Apego, que llegó para sanar los corazones de los niños de este municipio.
Llenos de conocimiento y en una alianza con la academia y la empresa privada, llegamos para tratar de solucionar los efectos devastadores de la violencia en la primera infancia en Tumaco. Es un programa de atención psicosocial grupal implementado desde 2017 por el Centro de Estudios de Desarrollo Económico de la Universidad de los Andes, el Child Trauma Research Program de la Universidad de California, Genesis Foundation, Fundación Éxito, Fundación Femsa, The Coca Cola Company y Primero lo Primero.
Aunque por las noticias no podemos darnos cuenta con precisión, lo que sucede en las calles de este municipio es que sobrevivir les cuesta a todos por igual. No importa ni siquiera el bando o el interés; tampoco si la vida transcurre en el vientre o caminando por la calle. La violencia para los tumaqueños es su pan de cada día. Pero no es exageración, las cifras lo demuestran. San Andrés de Tumaco es uno de los lugares más violentos del mundo por su tasa de homicidios anual (en 2017 fue de 116.6 por 100 mil habitantes). Para ese momento, las necesidades básicas y el desempleo estaban también por encima del promedio y lamentablemente, la situación no ha cambiado mucho.
Allí conservar la vida tampoco significa estar bien. Por eso, al iniciar Semillas de Apego era ya un reto contar con la asistencia de los participantes. Los talleres grupales consistían en 15 sesiones para las madres o cuidadores de los niños en primera infancia. Por el lugar en el que han vivido, para ellos era difícil hablar, recordar, pensar en sus formas de relacionarse y de tratar a sus hijos. Pero lo hicieron y acogieron la invitación a sentirse escuchados y querer descubrir cómo volver a amar a pesar del dolor. Su aprendizaje consistió en sanar el alma: reinventarse, aceptarse y perdonarse.
Este saber les permitió ver de otra manera. Ahora estas familias en San Andrés de Tumaco pueden diferenciar cómo sus niños y niñas tienen oportunidades diferentes para crecer con su ayuda, superando el dolor que han tenido que llevar. Han creado una experiencia de bienestar, que se basa en el amor y se fomenta con la paz interior y del hogar. Así fue como recibieron con honores un título merecido por su capacidad de resiliencia.
En los caminos de espinas se puede y se tiene que cultivar la paz. La academia y el capital privado y social, sumaron en Semillas de Apego elementos esenciales para sanar las heridas de la violencia. También se multiplicó el poder del vínculo entre madres e hijos, como un blindaje para esta lucha que se debe prolongar: la capacidad de los adultos de garantizar la protección de nuestros niños.
*Presidente Junta Directiva Fundación Exito