OPINIÓN

Prohíbese el parrillero hombre

El alcalde de Bogotá, que en materia de inconsistencias e improvisaciones no termina de sorprendernos, decidió enfrentar la inseguridad en la ciudad prohibiendo a los parrilleros hombres en las motos de más de 125 cc.

Ana María Ruiz Perea
29 de enero de 2018

El alcalde de Bogotá, que en materia de inconsistencias e improvisaciones no termina de sorprendernos, decidió enfrentar la inseguridad en la ciudad prohibiendo a los parrilleros hombres en las motos de más de 125 cc.

Así respondió a las exigencias de mayor seguridad que un grupo de ciudadanos le hizo a la administración, después de un violento atraco en el barrio Rosales en el que una mujer embarazada recibió los disparos que le hizo el parrillero de una moto. Peñalosa, que en campaña había dicho que nunca adoptaría esta medida porque, según sus propias palabras, era como “vender el sofá”, decretó que Bogotá sea la capital del mundo donde los hombres tienen prohibido ser transportados como patos en las motocicletas. ¡Qué honor!

Ante el anuncio de la medida, los moteros, o motousuarios, alzaron de inmediato su voz de reclamo, y amenazaron con bloquear la ciudad. La administración entonces restringió la prohibición de parrilleros a solo 2 de las 20 localidades de la ciudad, Chapinero y Teusaquillo, como si no se presentaran atracos en otras localidades de la ciudad. La medida se convierte así no en una solución para frenar la inseguridad sino en una figura para mejorar la percepción de seguridad de una parte de los bogotanos. ¿Cómo operará? ¿Habría carteles para señalar los límites interlocalidades tipo “Aquí acaba Teusaquillo y empieza Mártires”? Si no, ¿cómo se sabe dónde debe bajarse el amigo y seguir a pie, so pena de una multa por encima de los 300.000 pesos?

La Alcaldía olvida que hoy ruedan cerca de 500.000 motocicletas por Bogotá, una situación muy distinta a la de hace 30 años, cuando para frenar a los sicarios de Pablo Escobar se prohibió por primera vez el parrillero. Pasaron todos estos años y Bogotá, en lugar de intervenir las barriadas y las condiciones de vida que expulsan a esos chicos y chicas a ser parte del hampa, sigue buscando cuesta arriba las respuestas a la inseguridad, haciendo aún más caótica la ya insoportable movilidad en Bogotá.

El impacto de prohibir al parrillero será poco, dicen desde alguna secretaría del distrito, “la medida solo afectará al 0,5 por ciento de las personas que vivimos en Bogotá”. Entonces, me pregunto, ¿para qué sirve esto además de crear trancones por cuenta de miles de moteros emberracados?

Más allá de lo ineficaz que se ve la medida desde el punto de vista operativo, es más absurda cuando se observa la ignorancia que carga desde el fondo. Para la Secretaría de Seguridad de Bogotá no importa si quien conduce la moto es hombre o es mujer, pero supone que la persona móvil, la que va en la parrilla, la encargada de asaltar, atracar o disparar, no es nunca una mujer. Se puede ser parrillera, pero no parrillero.

¿De dónde acá los asaltantes, atracadores y asesinos son solo hombres?¿No vieron Rosario Tijeras? ¿Qué habría sido de Clyde sin Bonnie? ¿Quién dijo que el mundo del hampa es solo de hombres? ¿Acaso no han visto los miles de miles de videos que aparecen en Google si busca ‘mujer atracadora’?

Si las mujeres pudimos estudiar, trabajar, votar y ser elegidas, si queremos caminar por el mundo igual que los hombres, también hay que reconocer que las mujeres también pueden robar, atracar, disparar y ser cabecillas de banda, quién dijo que no. Si hay súper heroínas como la Mujer Maravilla, también existen súper villanas como Maléfica o Cruella de Vil. Hay quienes dicen que todos somos buenos hasta el día en que nos vemos empujados a ser malandros. O malandras, para el caso.

Por alguna razón que escapa a mis opiniones irrelevantes, en las cárceles del mundo hay más hombres que mujeres, así como entre los delincuentes más buscados hay más hombres que mujeres. Punto para las mujeres, que teniendo la misma capacidad de delinquir, lo hacen en menor proporción que los hombres. Pero el hecho aquí es que una política de seguridad de corto plazo, ineficaz y discriminadora, produce un alto impacto sobre muchas personas que han hecho de las 2 ruedas su forma de transporte y de vida. Esta es otra ‘Peñalosada’ más que toca aguantar, mientras nada se hace para que tantos adolescentes tengan una oportunidad de vida digna, lejos de los caminos del crimen.

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