OPINIÓN

Correcciones a un publirreportaje

También debe de estar confundido el señor Peckel cuando dice que solo desde 1967 (la guerra de los Seis Días) son los Estados Unidos el “principal aliado” de Israel.

Antonio Caballero, Antonio Caballero
1 de septiembre de 2018

En la entrevista, o el publirreportaje, que le hizo Plinio Apuleyo Mendoza en El Tiempo a Marcos Peckel, director de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia, sobre el reconocimiento de Palestina como Estado por parte del gobierno colombiano, se colaron bastantes imprecisiones y falsedades. Puede que no haya sido necesariamente por la mala fe del entrevistador y el entrevistado, sino solo porque la visión unilateral de un conflicto es siempre engañosa. Pero conviene corregirlas.

Para empezar, queda la insinuación que sibilinamente deja flotando el señor Peckel. “¿Qué hay detrás?” (del reconocimiento) –pregunta Plinio, que cree que siempre hay algo turbio “detrás” de cualquier acción justa–. Y Peckel le confirma su sospecha, como quien conoce un tenebroso secreto: “Hay mucha especulación, y no quisiera unirme a ella”, evade, retrechero; para a continuación unirse a ella añadiendo: “Pero pienso que fueron razones más personales de Santos que de Estado”. ¿Razones personales? ¿Cuáles? ¿Dinero? ¿Sexo? No lo dice Peckel. Tampoco Plinio lo pregunta. Se nota que la entrevista no es tal, sino una lista de respuestas escritas a un cuestionario escrito. Pero queda en el aire una vaga, una inconcreta sospecha…

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Afirma Peckel que en 1948 Gromyko le dio a la creación de Israel “un apoyo sincero y honesto” cuando era ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética. Pero sin duda se equivoca, pues ese cargo solo lo ocupó Gromyko a partir de 1957, es decir, 10 años después de la proclamación del Estado de Israel, y al cabo de dos guerras entre este y sus vecinos árabes: la del 48 por la partición de Palestina ordenada por la recién creada ONU, que los palestinos llaman al-Nakba, la Catástrofe, pues expulsó de su tierra a 600.000 personas: la mitad de la población; y la del 56 por el canal de Suez, cuando Israel se alió con Inglaterra y Francia contra Egipto, y los tres países agresores fueron detenidos por la presión conjunta de los Estados Unidos y la Unión Soviética. O al cabo de tres guerras en realidad, contando como primera la guerra civil entre palestinos judíos y palestinos árabes del 47, todavía bajo la ocupación británica de su “mandato” sobre Palestina, autoconcedido al final de la Primera Guerra Mundial.

De nada por las aclaraciones, señor Peckel. Fue un placer.

También debe de estar confundido el señor Peckel cuando dice que solo desde 1967 (la guerra de los Seis Días) son los Estados Unidos el “principal aliado” de Israel. Su aliado inconmovible: el que interpone su veto cada vez –y han sido 14– que la Asamblea de las Naciones Unidas o su Consejo de Seguridad dictan una resolución condenando los abusos del gobierno israelí: la negativa a devolver los territorios palestinos ocupados desde la guerra del 67; el expolio de casas y huertos palestinos, derruidas las unas y arrancados los otros para abrir paso a millares de ilegales asentamientos de colonos judíos; la invasión del Líbano; el bloqueo de la franja de Gaza (que Peckel llama “legal”); la proclamación de Jerusalén como “capital eterna” de Israel, aceptada en el mundo únicamente por el presidente Donald Trump, que ya trasladó a esa ciudad la embajada de los Estados Unidos, y por el presidente Iván Duque, que siendo candidato manifestó que no descartaba la idea de hacer lo mismo con la de Colombia. Es cierto que, como dice Peckel, las armas del autoproclamado Estado judío en 1948 venían de Checoslovaquia, recién absorbida por el campo soviético: las compraron allá los fundadores de Israel porque no pudieron obtenerlas de los Estados Unidos. Estos temían que la Agencia Judía las usara como lo estaban haciendo ya sus brazos terroristas –Irgún, el grupo Lehi del pronazi (!) Abraham Stern, la propia oficial Haganah– contra la Gran Bretaña, potencia ocupante de Palestina. Pues no hay que olvidar –cosa que Peckel pasa por alto– que los primeros en usar el terrorismo en el Oriente Medio, antes que los palestinos contra los israelíes, fueron los judíos sionistas contra los ingleses ocupantes, que les habían concedido allí la apertura de un Hogar Nacional Judío 30 años antes pero no les autorizaban la posesión de todo el territorio.

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Así que la Agencia Judía de Palestina fue a buscar sus armas en el bloque socialista. Pero fueron los Estados Unidos quienes convencieron a los entonces miembros de la recién creada ONU de que votaran (33 a favor, 13 en contra y 10 abstenciones) por la partición de Palestina en dos mitades desequilibradas: dos tercios del territorio para los judíos, que representaban solo un tercio de la población, casi todos llegados en los últimos 15 años de Europa y Rusia y de los supervivientes del Holocausto cometido por los nazis, y un tercio para los árabes palestinos, que eran el doble –1.200.000– y estaban ahí desde hacía muchos siglos.

A la pregunta de Plinio (aunque ¿de verdad fue el astuto y sabiondo Plinio Apuleyo Mendoza quien redactó ese ingenuo cuestionario publicado bajo su nombre?) sobre “cuál es el vínculo histórico que tiene Israel con el territorio en donde está ahora” responde así Peckel: “Un milenario vínculo histórico, y no solo por lo narrado en el Antiguo Testamento”. Para probar lo cual cita dos hechos que solo son narrados por el Antiguo Testamento: que en el año 1350 (antes) de la era común “Moisés saca a los esclavos de Egipto y hace su peregrinación para llegar a Israel, la tierra prometida en el lenguaje bíblico. Ahí se establece el reino judío”… Para lo cual, aunque no lo menciona Peckel, hubo que pasar al filo de la espada a 20 naciones: amorreos, hititas, cananeos, ferezeos, hereos y jebuseos, y ofrendar a Jehová los prepucios de sus guerreros vencidos. Y finalmente, ya en tiempos de los Jueces (siempre según el Antiguo Testamento) hubo que despojar también a los filisteos, que al parecer son los antepasados de los actuales palestinos: su capital era Gaza.

Finalmente (aunque cabrían más correcciones se me acaba el espacio de esta columna) denuncia Peckel con indignado desdén que el Consejo Nacional Palestino, en 1988, “declaró la independencia del territorio que no tenía”. Cabe recordarle que exactamente así se han fundado prácticamente todos los países. Como el antiguo Israel de Moisés y Josué, fundado sobre la promesa de una zarza ardiente referida a un remoto país de leche y miel. O, para no irnos tan atrás, como el Israel actual, proclamado en tierra ajena (la de los palestinos) y abusiva pero efectivamente ocupada por los ingleses: un territorio que los judíos no tenían.

De nada por las aclaraciones, señor Peckel. Fue un placer.

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