OPINIÓN

¿Puede seguir la cuarentena?

No es lo mismo una cuarentena en los países europeos y EE. UU. donde hay seguro contra el desempleo o en China con su red estatal de apoyo que, en los países de América Latina y África, donde la informalidad laboral y la vulnerabilidad frente a la pobreza son elevadas.

Clara López Obregón, Clara López Obregón
2 de junio de 2020

A América Latina llega la tercera ola de la pandemia cuando la cuarentena, el principal instrumento frente al coronavirus, se encuentra en vía de agotamiento. En los países que sufrieron la primera ola, China y el sureste asiático o la segunda, Europa y Estados Unidos, la cuarentena sirvió para contener la propagación acelerada de la covid-19, racionar los servicios de salud y reducir el número de muertes. Incluso con las cifras dramáticas de Nueva York, los fríos análisis de costo-beneficio encuentran que las restricciones adoptadas dieron resultados favorables. Una investigación para EE. UU. de Linda Thunström y otros autores, próxima a publicarse en el Journal of Benefit-Cost Analysis, encontró que “basados en la mejor información disponible al 3 de abril de 2020, (…) los beneficios económicos de vidas salvadas superan el valor de las pérdidas proyectadas del PIB en unos 5,2 billones de dólares, utilizando una tasa de descuento del 3 por ciento y un horizonte de planificación de 30 años”.

Aún cuando ese escenario puede cambiar con nueva información, adiciona un beneficio económico de la aplicación de las cuarentenas al principal imperativo moral de salvar vidas. De ahí que el Grupo de Puebla sostenga que “no existe dilema entre salud y economía, pues es inviable pensar en una reactivación del consumo, del ahorro y de la inversión con la amenaza latente de la pandemia”.

Con todo, no es lo mismo una cuarentena en los países europeos y EE. UU. donde hay seguro contra el desempleo o en China con su red estatal de apoyo que, en los países de América Latina y África, donde la informalidad laboral y la vulnerabilidad frente a la pobreza son elevadas y los servicios públicos de salud y de atención social demasiado precarios. Ello explica por qué en Colombia, la cuarentena se ha empezado a erosionar. La disciplina social se quebranta ante la insuficiencia de la compensación social ofrecida por las autoridades y la desesperación de las gentes confinadas en condiciones de hacinamiento y privación. Lo grave es que la mayoría de quienes salen no cumplen actividades productivas vedadas por la cuarentena, sino que buscan un precario sustento, con nulo distanciamiento social y sin uso de tapabocas.

La crisis se refleja en la pérdida de 8,7 millones de trabajos formales e informales, 37 en 100, si se suma la reducción de la ocupación de 5,4 millones de personas con el desempleo abierto que asciende a 3,3 millones, según el Dane. La subestimación de la magnitud del problema social se une a la frenada en seco de la economía, posiblemente de manera anticipada frente al comportamiento de la pandemia, haciendo prácticamente imposible la prolongación del confinamiento por doble partida, la resistencia humana y la económica.

Ahora que la región se convierte en el nuevo epicentro de la pandemia, el país está abocado a la flexibilización de la cuarentena sin haber conseguido la reducción necesaria del ritmo de nuevos contagios. La Academia de Luohan, el tanque de pensamiento y monitoreo más avanzado en la materia ha calculado el umbral para flexibilizar las restricciones e iniciar la reactivación con el indicador DD, el número de días que toma la duplicación de nuevos casos diarios confirmados. La recomendación es de 19. En Colombia estamos en 17, un ritmo de contagio superior al recomendado. Al coincidir la progresión de la tercera ola de la pandemia con el cansancio psíquico y económico de la población, el riesgo de recaer y perder el sacrificio incurrido es muy elevado. Podría incluso significar convivir con altos niveles de contagio y pobre desempeño económico hasta cuando aparezca la vacuna.

Ya que el gobierno no implementó el ingreso básico de emergencia propuesto por 53 senadores durante la cuarentena, haría bien en hacerlo de inmediato para estimular la reactivación económica y la disciplina social. Para financiar el presupuesto sería menos oneroso y riesgoso que la colocación de bonos con acreedores privados, acudir a préstamos del emisor y a la moratoria temporal o restructuración de la deuda externa que ya acepta el presidente Duque, para destinar los fondos de su servicio a las acuciantes exigencias presentes.

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