PUERTA DEL CIELO Y VENTANA DEL INFIERNO

Semana
17 de agosto de 1998

Parecía una broma macabra. Hubo necesidad de leer varias veces el párrafo del acuerdo de Puerta del Cielo en el que el ELN se comprometió a limitar el espectro del secuestro para entender que la cosa iba en serio. "A partir de hoy _escribieron ellos_ cesa la retención de menores de edad y de mayores de 65 años, y en ningún caso se privará de la libertad a mujeres embarazadas".
Se les aplaude la franqueza y la sensibilidad, pero esa frase es la aceptación de que la guerrilla ha venido, entre otras actividades, secuestrando menores, ancianos y mujeres embarazadas como parte de su lucha insurgente, lo cual es un horroroso retrato del nivel al que ha llegado la confrontación entre colombianos.
Ese es quizá el primer logro del encuentro de Maguncia entre lo que se ha llamado la sociedad civil y los representantes de ese grupo guerrillero: abrir una ventana para que los colombianos miremos con espanto el infierno en el que vive la gente en este país. Ese panorama crudo que se insinúa en el texto del acuerdo es tan contundente como para producir por sí solo el apoyo generalizado a esta y a cualquier otra de las iniciativas de paz que se presentan.
Se habla de desapariciones forzosas, de la limitación del uso de las minas antipersonales que recibieron el repudio casi unánime de la comunidad internacional (con la deshonrosa excepción de Estados Unidos); se mencionan las masacres de civiles, los éxodos de campesinos ahuyentados por las balas, el reclutamiento de menores en los ejércitos de la muerte, los bombardeos de zonas donde hay civiles, la necesidad de proteger de los disparos y las explosiones a sitios como los puestos de salud, los hospitales, los puntos de abastecimiento de alimentos, las escuelas y los parques, y elementos como las ambulancias que transportan heridos.
Es la descripción del infierno, pero es nuestro infierno. Por eso hay que pasar sobre la repugnancia y sentarse a analizar con frialdad lo que se dice en los 21 puntos del acuerdo de Puerta del Cielo.
De ese encuentro se esperaba, como ocurrió, la aprobación de lo que se ha llamado la convención nacional, que no es otra cosa que el escenario en el que los distintos estamentos sociales van a hacer sus propuestas de cambio para encontrar la paz en Colombia. No será, técnicamente hablando, una mesa de negociación.
El ELN fue mucho más allá de lo que yo esperaba al anunciar la suspensión temporal de cierto tipo de atentados y la disminución del secuestro en los casos mencionados arriba. Habló de terminarlos definitivamente si hay acuerdos sobre temas de fondo, los cuales serán motivo de la negociación (si la hay), por lo cual eso hace parte más de las promesas que de los compromisos.
El punto que más roncha va a sacar en un comienzo es el que se refiere a la suspensión inmediata de los secuestros. Dicen los elenos que habría que financiarlos durante el proceso de negociación para que no tengan que secuestrar en ese tiempo. Aunque a primera vista suena absurdo, yo no me apresuraría a decir que no. Un mecanismo temporal de esa naturaleza podría servir para evaluar cuál es la incidencia real del ELN en el volumen total de los secuestros y podría dar una luz sobre el costo aproximado de la paz definitiva. No hay que olvidar que cuando dejen de secuestrar tienen que dedicarse a otra cosa, que no va a ser propiamente manejar taxis en Bucaramanga.
Los otros aspectos del acuerdo se refieren a la presión que la sociedad civil debe ejercer para que se acaten las normas que ya existen sobre el papel de las autoridades en el ejercicio del poder, lo cual es lógico y necesario. Ese puede ser el papel más importante de una asamblea de esa naturaleza durante el proceso de paz.
La pregunta del millón es la de cuál es el país que queremos. En el encuentro en Alemania se hicieron formulaciones tan generales y abstractas que no son siquiera un punto de partida. No creo en que la respuesta esté en una reforma constitucional que le abra espacios nuevos a sectores marginados de la política. Esa sería una salida formalista, muy a la colombiana, que equivaldría a culpar al termómetro por las altas temperaturas.
El asunto está en si hay unos dirigentes nacionales capaces de entender que la democracia no sólo debe existir en la Constitución (donde ya existe), sino que además debe ser el criterio con el cual se establecen las políticas generales de gobierno. Eso es lo que hace difícil esta y cualquier negociación, y esa es la única razón por la cual para hablar de paz hay que meterse en las entrañas del infierno.

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