OPINIÓN
¡Qué maravilla: nos certificaron!
Todavía se considera aquí que, a pesar de la lucha que libramos contra el narcotráfico, la única forma de acreditarla es con la certificación norteamericana.
¡Eureka! Los Estados Unidos han certificado el desempeño de Colombia en la lucha contra las drogas durante el año anterior. Todo es felicidad.
Se dice incluso que la certificación y el aplauso a la regularización de los dos millones de migrantes venezolanos, constituyen, “por fin”, un apoyo de Biden al Presidente Duque. Todo giraba antes alrededor de si el mandatario norteamericano había llamado por teléfono a Duque o si habló primero con el presidente de Bielorrusia o con el jeque de los Emiratos Árabes.
Seguimos con una mentalidad colonial muy difícil de erradicar. Los Estados Unidos donde se presentan matanzas cotidianamente; donde existe un consumo desmesurado de drogas; donde un presidente llama a sus partidarios para que irrumpan en el capitolio para impedir la proclamación de su oponente, nos han certificado. Mucho más importante que una absolución papal “urbi et orbi”.
Claro que los Estados Unidos son un estado amigo, pero ¿Qué les da la potestad omnímoda para certificar o no a un país? ¿Serán acaso los veinticinco millones de dólares que aportarán si nos hemos portado bien? Ni que fueran los 25 millones con los que indemnizaron a nuestro país por la segregación de Panamá en el tratado Urrutia-Thomson de 1914, que si transformaron al país en un momento de penuria.
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Independientemente de las afinidades o diferencias políticas que haya respecto al gobierno de Duque, ni él ni Colombia necesitan certificaciones. La lucha y el compromiso de nuestro país son evidentes ante el mundo.
Duque ha sido ejemplo de consagración a su tarea y se ha dedicado con honradez a tratar de hacer las cosas bien. Independientemente de las fallas en las que ha incurrido, el país lo añorará. No podrá ser señalado por violaciones a los derechos humanos; ni por la tolerancia al narcotráfico; ni por oscuras componendas para la construcción de obras o para pasar a la posteridad. Está enfrentando el problema de la pandemia de la mejor manera posible, cosa que no hizo el anterior mandatario norteamericano.
Aquí las Fuerzas Militares y la Policía Nacional luchan denodadamente contra las secuelas del problema de las drogas. Soldados y policías caen cotidianamente en operativos contra grupos vinculados al narcotráfico. El gobierno invierte ingentes sumas para tratar de recuperar zonas afectadas.
Millones de colombianos sufren en carne propia todos los días las consecuencias del narcotráfico y mueren decenas de personas de diferente origen en manos de grupos armados, vinculados al narcotráfico. En medio de todo ello afortunadamente nos certifican, pero nos advierten y dan pautas de cómo seguir trabajando. ¡Qué maravilla!
Estamos en la misma condición de los niños que cuando regresaban de la función del circo, con emoción les decían a los papás, “¡Me dio la mano el payaso!”