Opinión
Que paguen
Enfrentamos a todo un establecimiento local y gremial que prefirió defender a los contratistas que a la justicia y a la ciudadanía, que finalmente fue la estafada. El tiempo nos va dando la razón.
Mientras el Presidente de la República anunciaba la hora Gaviria, el ministro de Minas de su momento justificaba la falta de energía a razones imprevisibles de la naturaleza. Como millones de colombianos recuerdo ese 2 de marzo de 1992 cuando el racionamiento cambió la hora a la que nos levantábamos para aprovechar la luz del día, ya que en las noches la electricidad era cortada. En Medellín el corte era de ocho horas, en Bogotá de nueve, pero en muchas ciudades superaba las 16 horas diarias. Para el 7 de febrero de 1993, miles de empresas habían quebrado sin saber que no había sido el fenómeno climático de El Niño el que los había dejado sin energía sino un caso de corrupción en la construcción de la Central Hidroeléctrica del Guavio, liderado por Fabio Puyo, entonces gerente de la Empresa de Energía Eléctrica de Bogotá.
El Guavio, en Cundinamarca, con sus 1.250 MW debía entrar en operación a principios de 1988, sin embargo, para 1992, no solo no lo había logrado, sino que acumulaba sobrecostos por 2.000 millones de dólares, tres veces su valor original. La justicia pudo determinar que Fabio Puyo retrasó “deliberadamente” la entrada en operación para incrementar sus costos y enriquecerse ilícitamente.
Como era de esperarse nadie pagó ni por los daños a la economía que quedó devastada, ni por los sobrecostos en el proyecto. El 25 de agosto de 1994, el mismo día que Fabio Puyo fue condenado, huyó del país camino a España. En 2001 su abogado reclamó que debido a que “la justicia” no fue capaz de capturarlo dentro de los términos exigidos entraba a operar el fenómeno jurídico de la prescripción de la pena tanto nacional como internacionalmente. Un juez de descongestión de penas aceptó su reclamo. De Puyo sabemos que hoy, a sus 76 años, vive en el exterior vendiendo cuadros de Picasso.
Hidroituango es hoy el proyecto de infraestructura más importante que se construye en el país, no solo por la inversión que supera los 18 billones de pesos, sino porque sus 3.500 MW, tres veces el Guavio, representará el 17 por ciento de la energía que impulsará el crecimiento de la industria nacional, bajará las tarifas de los servicios públicos y evitará un racionamiento nacional.
El 28 de abril de 2018, un desprendimiento en el túnel de desviación de Hidroituango desató uno de los desastres económicos y sociales más grandes que hayamos vivido en nuestra historia reciente. El gerente de su momento justificó el colapso a “razones imprevisibles e irresistibles de la naturaleza”. Lamentablemente aquí, como hace 20 años en el Guavio, el gerente había mentido y con él muchos otros. No fue la inocente naturaleza la que puso en riesgo la vida de 120.000 personas, causó la pérdida de 12 billones de pesos, elevó el endeudamiento de EPM a 4,4 veces el ebitda, bajó la calificación de EPM en 2018, secó el río y elevó el costo de los servicios públicos de todos los colombianos en al menos 10.000 pesos.
Como lo ha demostrado la Contraloría General de la República y documentos que estuvieron ocultos, políticos, constructores, diseñadores, e interventores bajaron la calidad de los materiales, cambiaron diseños y tomaron decisiones irresponsables que nos han costado un ojo de la cara y nos podrían costar los dos.
Desde que asumí la Alcaldía me propuse, no solo sacar a Hidroituango adelante, sino también recuperar los recursos públicos. La demanda a los contratistas significó la renuncia de la junta directiva y la mayor crisis institucional de la historia de la ciudad. Enfrentamos a todo un establecimiento local y gremial que prefirió defender a los contratistas que a la justicia y a la ciudadanía, que finalmente fue la estafada. El tiempo nos va dando la razón.
Serán las autoridades las que juzguen en definitiva a los autores y su nivel de responsabilidad como lo viene haciendo la Fiscalía General de la Nación y la Contraloría General de la República. Sin embargo, esta vez, no como alcalde, sino como colombiano, exigimos que paguen y que no pase como con el Guavio y Fabio Puyo, que a pesar de la corrupción demostrada terminó dedicado al arte internacional y teniendo vida de rico en el extranjero. En serio, estamos cansados de que la plata se pierda y nadie pague.
PD: En los casi dos años de gobierno hemos avanzado en la reconstrucción de Hidroituango, superamos ya los niveles de avance del proyecto antes del colapso. Tenemos como meta estar produciendo energía para mediados de 2022 para evitarle al país una nueva “hora Gaviria”.