OpiNión
¿Qué papel tendrán María Jimena Duzán y Mábel Lara con el ELN?
¿Abrirán un capítulo para juzgar a los medios, viejo anhelo de las bandas criminales y de la extrema izquierda?
No sé qué papel jugarán las dos colegas que incorporaron a la mesa de amistosas conversaciones de Caracas. No menciono “negociaciones” ni preveo ásperas confrontaciones dialécticas entre civiles y criminales, a juzgar por las palabras de Otty Patiño en la primera jornada.
El jefe del equipo de Petro resultó tan comprensivo con los secuestradores y reclutadores de niños, tan cordial, que no tuvo reparos en reconocer que “hay una simpatía política entre la delegación del ELN y el actual Gobierno”.
En cuanto a María Jimena Duzán, recuerdo que desde que Santos anunció su proceso de paz con las Farc, lo aplaudió y durante años no solo defendió lo acordado, sino que criticó con dureza a quienes criticaban ese funesto pacto. Por tanto, si yo fuese eleno, sabría que Duzán aceptará que les regalen todo lo que entregaron a los farianos.
Mábel Lara también fue una ardiente defensora de la PazSantos. Si bien no fue agresiva con los detractores, el ELN conoce su posición a favor de concederles curules, apoyos financieros, una JEP encubridora y complaciente, una Comisión de la Verdad sesgada y un largo etcétera de beneficios.
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Pero esa anticipada favorabilidad, que supone proporcionar una ventaja gigante a la parte contraria (aunque contraria es mucho decir), la conseguiría el comisionado de Paz, incluso con más entusiasmo si cabe, con incontables santistas y personas de la izquierda moderada o extremista. Por tanto, ¿qué busca el presidente Petro con ellas? ¿Qué función les reserva?
No será la de vender a los medios como avances históricos e incontestables lo poco que consigan en esos encuentros. Los tienen a todos de su parte, con contadas excepciones que, además, importan muy poco o nada en la Casa de Nariño.
Sin olvidar que, hastiados de los años de La Habana y resignados a que lo que sellen será la Biblia así la mayoría lo desapruebe, se percibe un escuálido interés general por seguir la actualidad de los diálogos caraqueños. Así que no parece que les encomienden la función de vendedoras, aunque Duzán cuente con una amplia rosca de influyentes amigos en el sector.
Tampoco son reporteras que conozcan la cruda realidad de la otra Colombia. Hacer un reportaje muy esporádico, haber entrevistado una vez a un mando guerrillero en su campamento, no proporciona el conocimiento que podrían aportar a la mesa. Ni ostentan representación alguna del gremio, como ocurre con Lafaurie y los ganaderos.
Lo único que asoma en el horizonte es el empeño de las guerrillas y de este Gobierno de imponer algún tipo de cortapisa a los medios que no les son afines, de obligar a difundir su propaganda, y de fomentar los alternativos que las Farc desean poner en marcha.
¿Se prestarán a inventar algún tipo de método con apariencia de democrático y popular para censurar voces críticas? ¿Se tragarán el cuento de que el periodismo ha sido un actor de la guerra, tan criminal como los que aprietan el gatillo para imponer sus ideas? ¿Abrirán un capítulo para juzgar a los medios, viejo anhelo de las bandas criminales y de la extrema izquierda?
Aunque Duzán, contrario a la sosegada Lara, es impulsiva e impredecible en determinadas causas, no veo a ninguna de las dos aceptando convertirse en las autoras e impulsoras de esas peligrosas y truculentas jugadas.
De ahí que me siga preguntando ¿qué objetivos tiene en mente Gustavo Petro para ellas?
NOTA: Que Pedro Castillo nunca debió ser presidente por su manifiesto analfabetismo funcional, lo evidencia haber tenido 70 ministros en su fugaz mandato.Pero los peruanos lo votaron porque el odio y el resentimiento social, en estos tiempos de redes sociales, mueven más montañas que la sólida formación intelectual y la capacidad de gestión de un candidato (no me refiero a la impresentable Keiko sino al prestigioso economista Hernando de Soto).
Hasta para fugarse de su país, con el fin de eludir la condena de los corruptos congresistas –que no contaban con los votos necesarios para sacarlo–, mostró una torpeza infinita y un pánico desbordante. Fue tan bruto, tan infantil su huida hacia delante, tan falto de base, que ni siquiera merece el título de aterrador dictador en potencia. Más que ira, despierta lástima.
Pero la ignorancia supina no elude su responsabilidad de patear el Estado de Derecho y robar el erario.
Más indignante es la actitud del populista mexicano, dispuesto a acogerlo en su regazo, y la de Petro, que ya respaldó en su día a la megacorrupta Cristina Kichner, a pesar del crimen del fiscal Nisman, de la peliculera pistolita que dizque iba a matarla y de los millones atracados a los fondos públicos.
Petro, que despreció a sus compatriotas presos en Haití, que siguen sin abogado ni audiencia judicial, corrió a solicitar a la CIDH que al pobrecito peruano Castillo lo juzgue “un tribunal independiente”. Todo para los suyos de extrema izquierda. Y ni agua para los exmilitares colombianos.