OPINIÓN
¿Qué pasó con Sara Sofía? Colombia, no la olvidemos
Como sociedad debemos reclamar que este caso no se quede solo en el esquema habitual. Los organismos involucrados en el mismo deben tomarlo como algo prioritario y actuar en consecuencia.
El pasado 16 de diciembre la Defensa Civil comunicó a la opinión pública que el operativo de búsqueda de Sara Sofía Galván en el río Tunjuelo había terminado. Luego de más de ocho meses de buscar su cuerpo en el lecho de este afluente, el organismo declaró que los intentos de hallar a la pequeña resultaron vanos.
Esta noticia no hace más que sumar dolor y estupefacción a los que sentimos los derechos de la niñez como los más importantes en Colombia, ¿qué pasó con Sara Sofía?
Es fácil imaginarla con sus profundos ojos azules y su gesto de inocencia. Luce como un angelito, al igual que todos los niños de nuestro país. En cambio, es difícil imaginar que alguien pudiera hacerle daño a un ser tan indefenso, pero los relatos sobre el caso son atroces: hallada muerta en casa por su propia madre, metida en un costal de comida y luego supuestamente arrojada al río Tunjuelo, donde jamás hallaron su cuerpo.
Nilson Díaz, pareja sentimental de la mamá de Sara Sofía y principal sospechoso del caso, declaró que él mismo habría tirado el cuerpo de la niña al río, como si se tratara de escombros. Sin embargo, este testimonio debe ser revaluado ante la imposibilidad de encontrar las pruebas.
En cambio, debemos dar toda credibilidad a una hipótesis que se niega a desaparecer incluso en nuestro corazón: Sara Sofía sigue vive.
Según versiones que nos han contado allegados al caso y que pidieron ser mantenidos en reserva, es probable que Sara Sofía haya sido vendida a una familia. La pequeña sería víctima del escabroso comercio de niños y niñas. Este delito transnacional es una de las realidades subterráneas de abuso contra la niñez en Colombia y se ensaña con familias vulnerables, como la de Sara Sofía.
Al igual que el secuestro parental, este delito no tiene la atención que mereciera en nuestro país.
Si miramos atrás, recordaremos casos como el de Cristo José o el de Vytis Karanauskas en 2003 (cuyas secuestradoras fueron condenadas a apenas 30 años de prisión) y el de tantos niños secuestrados en nuestro país con diversos fines. Pero no todos pensamos en que el secuestro puede obedecer a un tráfico familiar. Raptan niños para sacarlos de su lugar de origen, modificar su apariencia y venderlos a familias capaces de comprarlos en otros países para simular que son sus propios hijos.
¿Qué pasó con Sara Sofía? Lo más triste de este caso es que está huérfano, pues la madre de la menor está detenida y del padre biológico no se sabe mayor cosa. Salvo su tía y varias personas que hemos estado pendientes del caso, no hay un doliente que presione de diversas maneras para que la justicia actúe y la opinión pública no la arroje al olvido.
Por ejemplo, no sabemos si hay operativos de búsqueda en otras regiones del país. Si hay reconstrucción de los hechos a partir de las cámaras de seguridad presentes en el sector. Si hay alerta emitida a los países vecinos, si van a practicar nuevos interrogatorios. No se sabe nada.
Como sociedad debemos reclamar que este caso no se quede solo en el esquema habitual. Los organismos involucrados en el mismo deben tomarlo como algo prioritario y actuar en consecuencia.
Mientras tanto, los colombianos debemos pedir un sincero perdón a nuestros niños y niñas, por permitir que pisoteen sus derechos. Por tener penas de cárcel irrisorias para pornógrafos y explotadores sexuales. Por no tener cadena perpetua para los delitos atroces. Por dejar ir al angelito Sara Sofía a otro lugar que no es el seno de un hogar de verdad.