OPINIÓN

¿Queremos paz en Colombia? Hagamos un pacto contra la desigualdad

Nunca el país realizó un acuerdo para derrotar la desigualdad y ante las coyunturas que hoy enfrentamos, parece que es el mejor momento para realizarlo. El presidente Duque lo quiere y el país lo exige, ¿porque no materializarlo?

Marco Tulio Gutiérrez Morad, Marco Tulio Gutiérrez Morad
9 de septiembre de 2019

Nunca el país realizó un acuerdo para derrotar la desigualdad y ante las coyunturas que hoy enfrentamos, parece que es el mejor momento para realizarlo. El presidente Duque lo quiere y el país lo exige, ¿por qué no materializarlo? ¿En este entender una reforma tributaria o cualquier iniciativa legislativa con este propósito quién la puede objetar? Todos los colombianos aportando a este propósito no solo nos uniría, sino que además permitiría lograr por primera vez en nuestra historia realizar justicia con los desposeídos de la patria.

El departamento del Chocó, la costa del Pacífico, sus comunidades con presencia gigantesca indígena y de negritudes, las comunidades de la llanura olvidada y el bastión de nuestra costa Atlántica, por primera vez con respuesta de los colombianos que tenemos algo para ayudar a los que nada tienen… ¿Ilusión o sueño utópico?¡No! Creo con total convicción en el presidente Duque, es un líder que sorprende por su natural vocación pacifista, contraria a lo que se proclamaba para atacarlo y contrariarlo, estoy seguro de que con la incidencia de su discurso restaurador y reconciliador podremos avanzar en escenarios hasta ahora impensables, es decir, el ideario de la economía naranja ya no es solo una concepción de emprendimientos, forjado de manera excluyente en las clases acomodadas y estratos altos de las principales ciudades del país, sino que es una realidad aplicable para agricultores, artesanos, pescadores y lo más importante, para incluso desmovilizados, que apuestan por nuevos e innovadores escenarios para lograr surgir.

Estoy convencido de que el senador Uribe, los expresidentes Gaviria, Pastrana y Samper; líderes como Vargas Lleras, Navarro Wolff y Fajardo le jalarían al tema, me resisto a pensar que no lo hicieran y es por ello por lo que nos atrevemos a plantear la invitación para ese gran propósito.

En este momento, es menester dejar las diferencias de lado y apelar por la inclusión de todos dentro de un esquema estatal, empresarial y cultural, es hora de que el centrismo bogotano y las diferentes elites regionales hagan una introspección y dejemos de lado el absurdo arribismo que ha definido nuestra esencia desde hace mucho tiempo, debemos ser conscientes de que sin desbarajustar la desigualdad que existe en nuestro país nunca se podrá siquiera pensar en algún tipo de avance como sociedad, debemos dejar las ataduras atrás y seguir hacia donde nunca hemos podido llegar, es hora de acoger a las personas y a los sectores que históricamente han estado marginados de todo tipo de inclusión y darles un soporte que signifique posibilidades reales de oportunidades.

Nuestro sueño e ilusión de paz obliga a que exista un esquema de inclusión tendiente a derrotar la desigualdad, y este escenario empieza a depurarse en la medida en que gobiernos como el actual se comprometen puntualmente a desarticular las redes y las cloacas de corruptela que nos aquejan, billones de pesos sustraídos del erario público e ilegalmente desviados a los bolsillos de particulares configuran el primer eslabón de esta cadena interminable de divergencias al interior de nuestra sociedad, una sociedad que se acostumbró a ver casi sin asombro cómo gobernadores, alcaldes e incluso particulares echan mano del dinero de la salud, de la educación y de la infraestructura publica para engrosar sus cuentas bancarias en el exterior, para adquirir toda clase de bienes, nos acostumbramos a ver con atónita normalidad, cual autómatas, cómo el poder público se puede influir con obsequiar carteras, zapatos y relojes, a los funcionarios de turno.

Debemos empezar a construir un país en donde sin importar la inclinación ideológica, sin importar el sesgo político, seamos lo suficientemente capaces de permitir que la desigualdad empiece a ser combatida a través de acciones positivas e iniciativas que permitan darles a todos los sectores de nuestra sociedad la posibilidad de participar, y el cambio debe empezar por nosotros mismos, en la medida en que empresarios que pese a su inclinación política empleen en sus compañías  a desmovilizados del conflicto, que en la universidades privadas los estudiantes provenientes de estratos bajos o de los rincones más populares sean aceptados e incluidos.

El Estado debe garantizar medidas reales que combatan la desigualdad, de ahí la importancia de resaltar que el gobierno del presidente Duque ha abogado por la necesaria austeridad frente al desmedido gasto público en asuntos intranscendentes, basta con revisar las cifras destinadas a propaganda pública durante este año y es claro que las prioridades son claras para el primer mandatario de los colombianos, sin embargo es menester llevar esta discusión a un escenario más contundente en el que el gobierno nacional impulse una iniciativa nacional contra la desigualdad, un plan maestro que busque más allá de mejorar cifras y engrosar la actividad estadística le permita al ciudadano de a pie volver a la confianza estatal, a dejar de lado los episodios que cotidianamente hacen más grande la brecha entre una sociedad con infinidad de necesidades insolutas y un Estado que derrocha sin mesura.

La idea no se circunscribe con radicalismos de izquierda o de derecha, pues a estas alturas de mi vida creo que el romanticismo ha sido en su totalidad replanteado por el pragmatismo de la realidad, por ello, considero que la ruptura de la brecha de la desigualdad está condicionada a la orientación y protagónica dirección del sector privado, de los actores financieros, bursátiles, de la academia, de la industria nacional, en coadyuvancia con el gobierno nacional para la suscripción de este compromiso con Colombia.

Estamos ante un momento histórico para demostrarle con contundencia a las disidencias y los desertores del proceso de paz que su amenaza es fútil, que como sociedad comprometida contra la desigualdad no habrá espacio para los que quieren someternos con violencia, que como colombianos somos más.

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