Opinión
¿Quién lo mató?
El gran legado que dejó Cardona lo apreciarán varias generaciones. No será fácil encontrar otro naturista dispuesto a seguir batallando por los loros andinos, con recursos precarios y un entusiasmo contagioso.
Debido a mi admiración por Gonzalo Cardona, un extraordinario ambientalista, de esas personas insustituibles, fui hasta el paraje remoto donde lo mataron para intentar adivinar por qué y quiénes segaron su vida.
Pero cuando llegas a ese lugar, en medio de un paisaje solitario y majestuoso, te das cuenta de la complejidad que supondrá descubrir la verdad de lo ocurrido. Los pocos civiles que tuvieran conocimiento o indicios de lo sucedido preferirán guardar silencio, porque en la región y en el punto donde murió manda el frente Adán Izquierdo, de las nuevas Farc-EP.
Pese a las dificultades de investigar en esa otra Colombia, donde la ley la impone la guerrilla, no podemos permitir que quede impune el crimen de una personalidad tan valiosa para el país.
El gran legado que dejó Cardona lo apreciarán varias generaciones. No será fácil encontrar otro naturista dispuesto a seguir batallando a diario por la Reserva ProAves Loros Andinos, con recursos precarios y un entusiasmo contagioso.
Cuando inició su cruzada, hace cinco lustros, había solo 81 ejemplares del endémico loro orejiamarillo en la cordillera Central y, en el último conteo, la población había ascendido a 2.895. También evitó la tala indiscriminada de palmas de cera, hábitat natural de esos pájaros.
De su crimen el pasado 8 de enero, se conoce poco.
A las 5:30 de la tarde de aquel trágico viernes, Cardona se subió a su moto para continuar el viaje hacia su hogar en Roncesvalles, Tolima. Volvía de un viaje y había parado a conversar en el diminuto caserío de La Unión, del corregimiento Barragán, Valle del Cauca. Pudo haber salido una hora antes con un vecino y recorrer juntos el trayecto de hora y media que restaba. Pero prefirió quedarse un rato más con los amigos y partir después. Conocía como la palma de la mano la ruta solitaria, entre bosques y elevados montes de la cordillera Central, y no le preocupaba desplazarse al caer la tarde.
La Unión lo conforman cuatro o cinco casas situadas en un cruce de caminos polvorientos, al pie de las montañas y a orillas de un río. Una vía destapada, por la que había llegado Cardona, conduce al municipio de Sevilla, Valle del Cauca; otra, a Barragán, corregimiento de Tuluá; una tercera va a Roncesvalles, y una trocha estrecha, culebrera, sube hacia lo alto de la cordillera. Por su ubicación estratégica, el frente Adán Izquierdo mantiene ojos y oídos fijos en ese punto, imposible eludir su control.
La guerrilla había indicado a funcionarios de la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca, cuando los detenían en sus retenes, no adentrarse en determinadas áreas de Barragán.
Tampoco querían ver gente extraña por la Reserva citada de Roncesvalles.
Pero Cardona no era ningún desconocido y solo iba rumbo a su casa por la trocha de siempre. Quizá sentía que ser hijo de la región y el respeto que se había ganado lo mantendrían a salvo.
¿Qué pasó, entonces, cuando dejó atrás La Unión y había recorrido unos cinco o diez minutos en su moto, en dirección a Roncesvalles?
La hipótesis que recogí en Barragán, al que pertenece La Unión, es que le asaltaron ladrones para robarle la moto y sus pertenencias. Descartan que fuera el Adán Izquierdo el que apretó el gatillo, porque, puntualizan, no atentarían contra un nativo tan querido en la región.
“Por la zona se han dado varios robos a fincas y a personas en la vía”, explicaron unos vecinos, y detallaron varios casos. “De pronto él se resistió y lo mataron”.
Sin embargo, un dato pone en duda esa hipótesis. Según fuentes cercanas a la investigación, unos desconocidos fueron a la casa del fallecido en Roncesvalles para informar a la familia que estaba muerto y debían buscar el cuerpo. Sería inverosímil que unos ladrones hicieran algo así. En todo caso, el 11 de enero, a los tres días de su muerte, amigos y familiares hallaron el cadáver. Estaba enterrado a unos cinco minutos de La Unión, en un bosque, junto al río, cerca del camino. Tenía dos disparos por la espalda, otro en el rostro y un cuarto en el cuello. Y ni rastro de la moto.
El otro hilo de la investigación señala al frente Adán Izquierdo como autor del crimen. Aunque prohíben a las chicas hablar con uniformados, imponen normas de convivencia, ejercen de jueces, extorsionan, cortan la energía, no son tan sanguinarios como otras disidencias y sabían de la importancia de Cardona.
Pero nada de lo que pase en La Unión escapa a su control y hasta ese punto es improbable que lleguen otros pistoleros, asesinen a Cardona y escapen con la moto del difunto sin que nadie advierta su presencia.
Tampoco logré saber por qué el líder ambientalista figura con detención domiciliaria, por orden del Juzgado Tercero Penal del Circuito de Ibagué y bajo custodia de la Picaleña. Creo que un ser humano con sus cualidades, que dedica buena parte de su existencia a salvar aves, sería incapaz de causar mal alguno a un semejante.
¿Quién lo mató? La memoria de Gonzalo Cardona merece una respuesta.