OPINIÓN
¿Quiénes caen más fácil en la desinformación?
Nadie es inmune a la desinformación. En medio del mar de contenidos digitales que llegan día a día, volverse cauteloso al acceder a este tipo de contenido es cada vez más complicado. Sin embargo, parece que las generaciones más jóvenes son las que caen más fácil ante titulares falsos y sensacionalistas.
En 2020, fue muy perceptible el daño y los riesgos que acarrea la información falsa. De muchas formas, y a través de muchas vías, la desinformación logró socavar la aceptación de la vacunación y hasta el cumplimiento de los protocolos de bioseguridad. Por lo mismo, en el mismo año, no solo la OMS declaró la pandemia de covid-19, sino también una infodemia, caracterizada por una sobreabundancia de información, de la cual un gran porcentaje era falsa y engañosa.
Por lo mismo, cuando se habla de desinformación, ya no se trata solo de la falta de información que alguien tiene sobre algo en particular, sino que también trata de toda la información falsa o errónea que se transmite para engañar y manipular opiniones, generalmente en masa. Su propósito es muy viral, sobre todo cuando la información falsa se transmite a través de redes sociales y las personas no se toman el tiempo de validar fuentes o de seguir consultando e indagar más sobre la información que fácilmente tienen al alcance de la mano.
En resumen, ya no se trata solo de no saber de un tema, sino de que lo que sepa sea algo incorrecto. En nuestro día a día, llegan montones de engaños por cuenta de, por ejemplo, noticias inventadas que inundan el internet. Volviendo a la crisis de 2020, el sentido de urgencia y pánico generado llevó a la intoxicación a cientos de personas por consumo de dióxido de cloro para “combatir” el virus o hasta a la escasez de papel higiénico en menos de un mes. De hecho, esto se convirtió en un fenómeno de gran fascinación para los estudios de psicología por la forma en la que el pánico tomó protagonismo dentro el comportamiento del consumidor.
El detonante para estos y miles de casos más fue un audio, una noticia de algún portal de internet o un teléfono roto iniciado por un portavoz malintencionado y totalmente desinformado. Por supuesto, este es un fenómeno que se dispara por cualquier tema que sea lo suficientemente polarizado, viral y manipulable. La época de elecciones es otro gran ejemplo.
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Así, con un histórico tan robusto y constante, psicólogos de la Universidad de Cambridge desarrollaron la primera prueba de susceptibilidad a la desinformación (MIST), un cuestionario que no toma más de dos minutos y que da una indicación lo suficientemente sólida para estimar cuán vulnerable es una persona de ser engañada por noticias inventadas que inundan todo tipo de espacios en línea.
La organización de encuestas YouGov implementó la prueba, que funciona a través de una serie de experimentos que involucraron a más de 8.000 participantes durante dos años, con el fin de determinar qué tan susceptibles son a los titulares falsos. Los resultados arrojaron que la generación Z y Millennial son los más vulnerables a caer en este tipo de engaños. Asimismo, se halló una correlación entre las personas que más tiempo pasaban en internet de forma recreativa y una menor capacidad de distinguir las noticias reales de las falsas.
Estos resultados dejaron a más de uno boquiabierto. No solo a quienes realizaron este estudio, sino también a las personas en general, dada la percepción popular que se tiene de que como los Boomers son menos expertos digitalmente, ellos tendrían más probabilidades de ser engañados por noticias falsas. Esta creencia fue desmentida por este estudio.
En cuanto a los canales que más se colapsan por este tipo de contenido, el estudio afirma que las redes sociales son las más susceptibles, destacando algunas como WhatsApp, TikTok e Instagram. Una consideración que lleva a repensar los enfoques de los algoritmos y el diseño de las plataformas, ya que los jóvenes recurren cada vez más a ellas como motores de búsqueda, no solo como redes sociales.
Y una alerta que desconcierta aún más la hizo hace poco la revista MIT Technology Review, donde, a través de un estudio según el cual las personas tenían menos de probabilidades de detectar tweets falsos generados por Inteligencia Artificial (IA), puso sobre la mesa el poder de estas herramientas para generar más y mejores contenidos falsos. El problema de que la información generada por IA no solo sea más barata y rápida, sino también mucho más efectiva, es algo para temer. Por ejemplo, los textos generados por IA (o GPT-3 para el caso de estudio) son mucho más estructurados y mucho más condensados, en comparación con textos generados por personas.
El problema es que ahora la información viene y va con una facilidad y rapidez que impacta y causa fascinación, especialmente en las generaciones más jóvenes, a tal punto, que la importancia de darle la batalla a la desinformación se queda corta en medio de esta avalancha de titulares y contenidos sensacionalistas. Es imposible ser inmune, pero nunca es tarde para cuestionarse la veracidad de la información que le llega a la palma de la mano.