OPINIÓN
Quiero ser abogado de los Name
Como servidores públicos han hecho mucho por los ciudadanos costeños, aun por los fallecidos.
Si ahora sueño con ser abogado es gracias al eminente jurista Álvaro Uribe Vélez, que en un medio chileno afirmó que lo de las chuzadas "fue una bobadita". Eso, señores, se llama argumentación; eso se llama dialéctica. Confieso que el doctor Uribe no era de mis afectos. Pero, después de ese razonamiento jurídico, no me quedan dudas de su inocencia y ahora soy de él, soy de los suyos. Bien mirado, comprar congresistas, fraguar montajes, subsidiar terratenientes son bobaditas. Solo que la vida moderna nos ha vuelto falsamente trascendentales y ahora damos importancia a lo trivial.
Quería ser gente de bien, pero desde que oí al expresidente ahora quiero ser abogado. "Ah, si fuera abogado", suspiro mientras ojeo Ámbito Jurídico: cómo sería de feliz. Apoderaría a José Galat para demandar a Revertrex por publicidad engañosa. Montaría un buffet con Jaime Lombana y a ese buffet invitaría al doctor Granados, para que se sirva lo que quiera. Me asociaría con Ferleyn y desde mi oficina, Danyel y Ferleyn abogados, demandaríamos a toda mujer que quiera ser fiscal para que no especulen con la duración de su periodo, que es algo tan íntimo. Conseguiría que le dieran definitivamente la casa por cárcel a Juan Carlos Martínez para que mejore la seguridad en las prisiones. Trataría de figurar en los medios, como Abelardo de la Espriella. Demandaría al Estado para que indemnice a los Nule una vez paguen los 15 meses de cárcel que a lo sumo les darán. Corrijo: que los sumos les darán. Pero, sobre todo, llevaría el juicio que miembros de la familia Name interpusieron contra Andrés Vásquez, un muchacho costeño que se atrevió a mandar unos correos calificándolos de politiqueros.
La Justicia ya condenó a Vásquez a pagar 34 meses de cárcel y 300 millones de pesos como indemnización, que servirán para comprarle un desayuno a José David, el voluminoso heredero de la saga. Y lo único que podría tumbar el fallo es un recurso de casación interpuesto ante la Corte Suprema.
Como es posible que los magistrados de la Corte sean sensatos y tumben la sentencia, quiero enarbolar este caso en su fase final para defender a los Name, como se lo merecen.
Porque decir Name, señores magistrados, es decir honradez, es decir pulcritud. Como servidores públicos han hecho mucho por los ciudadanos costeños, aun por los fallecidos: no en vano, hace unos meses, el registrador sacó del censo electoral a 4 millones de muertos, y lo hizo así, a bocajarro. Bocajarro, me explico, es el apodo del registrador. Y aunque no me consta que todos esos muertos hayan votado por los Name, estoy seguro de que los más sensatos sí lo hicieron. Yo lo haré cuando muera, lo prometo. Antes, sobre mi cadáver.
Pero decir Name, amigos de la Corte, también es decir pureza. Hablamos de una familia que ha hecho mucho por la gente, si por gente entendemos a personas que lleven el apellido Name; de una dinastía que se debe enteramente al pueblo: ingentes servidores que regalaron tejas al que no tenía; que movilizaron en buses a quienes andaban a pie; y que, al decir de algunos, repartieron tamales a la población hambrienta. Y todo en aras, óigase bien, de estimular nuestra flaca democracia.
Cierto es que José David es senador y ni siquiera escribe con buena ortografía: es decir, es cenador. Aún conservo el trino en que prometió defender "el medio hambiente" si votábamos por él. Cuando tiene sexo, entiendo que busca el punto J de su pareja. Pero tiene otras virtudes. La tenacidad, por ejemplo: José David Name es tenaz. Ocupó la nómina diplomática a punta de arrojo, sin estar suficientemente preparado. Y lo hizo porque es una persona pujante, casi tanto como Víctor Patiño Fómeque, cuya pujanza le ocasionó dolorosos problemas hemorroidales, como él mismo lo ventiló, si me permiten la expresión, en una entrevista. Bien: me gustaría que a José David le sucediera lo mismo. Es decir: que pueda dar una entrevista ventilando lo que le duele, en este caso, los correos en que hablaban mal de él, para que veamos su talante verdadero: el de un heredero capaz de mover las masas, como su papá. En especial cuando trota.
Su papá, ustedes lo saben, fue senador eterno y se llamaba José. Su tío, por su parte, es célebre contratista y se llama David. José David, pues, recoge lo mejor de esos dos mundos: es mitad senador costeño, mitad contratista colombiano; en definitiva, es un prohombre, un santo. De ahí que Carolina, su prima, tenga un grupo de oración y confiese en las revistas que la Virgen la utiliza para dirigirse a la juventud. Miren ustedes: la Santa Madre ha podido encarnar en cualquier persona del mundo. Pero eligió a Carolina porque la Virgen, al igual que la barriga de José David, llena es de gracia y suele utilizar a la familia de los gamonales costeños para transmitir sus mensajes de luz. De luz, de alcantarillado y de otros servicios que esos mismos gamonales, ay, le burlan al pueblo.
No es el caso de los Name, honorables magistrados, que son una casta muy casta, si me autorizan el juego de palabras. Protejan, pues, la libre expresión del pobre José David. Y apresen al atrevido que lo criticó. Que en la improbable hipótesis de que los Name fueran politiqueros y corruptos -que es imposible-, ambas cosas, bien mirado, "son una bobadita".