OPINIÓN
Razonabilidad tributaria
Esperemos que al final de este proceso de reforma prime la razonabilidad frente a la alcabalería.
Siempre nos han dicho que hacer las cosas bien da frutos. Cuánto nos habríamos ahorrado los colombianos en tiempo, desilusiones y trabajo de haber hecho caso a una máxima de vida que nos inculcaron por generaciones.
Si hay algo que atribuirle al empresariado de este país es que en general son patriotas. De ellos depende más del 90 % del trabajo que se genera, pagan, en lo posible, salarios coherentes con las funciones de sus trabajadores y, en cuanto a impuestos, quieren y siempre han pagado mientras estos sean justos y comparables. Cuando existe un arbitraje tributario, los recursos que piensa recoger el Estado entran por la puerta un tiempo, pero salen por la ventana.
Existen ejemplos claros que demuestran que cuando un impuesto es injusto o demasiado alto recauda menos que cuando este es coherente. Ese es el caso del impuesto a la ganancia ocasional en la venta de inmuebles que otrora era del 30 % y su base de cobro era el avalúo catastral que generalmente estaba muy por debajo del precio comercial del bien. Cuando este impuesto se bajó al 10 % se empezó a recaudar más por cuenta de los vendedores. Dejaron de hacer maromas y crear vehículos de optimización para pagar un valor justo.
Esto es lo que nos puede pasar con esta reforma que viene en camino, en muchos casos es antitécnica, está concebida de los pies a la cabeza; el Gobierno definió cuánto quería recaudar y empezó a buscar donde hacerlo, cuando lo que se debe hacer es mirar y estudiar donde se deben cobrar tributos y donde no, y sobre esa base resulta un valor de nuevo recaudo.
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En ese orden de ideas, la reforma que planeaba recaudar en campaña cincuenta billones de pesos, que en sus primeros bocetos bajó a veinticinco billones cuando se radicó ante el Congreso; ya va por debajo de los veinte. Todavía le falta bastante ‘mocha’. Existen todavía impuestos que tienen un carácter de recaudo porque sí, sin tener en cuenta el daño que pueden hacer hacia futuro.
Un negocio, para crecer en nuevos productos, para invertir en investigación, debe cuidar lo que llamamos la vaca lechera, el producto estrella que nos da buenos resultados. Matarlo subiendo su precio a niveles no coherentes es un error. Esto es un símil a lo que quiere hacer el gobierno Petro con el negocio de la minería y los hidrocarburos, en vez de cuidarlo y aprovechar los grandes recursos que genera y utilizarlos para la transición energética que quiere hacer; quiere ahorcarlos con impuestos altos frente al común de otros países y por eso se puede quedar sin el pan y sin el queso.
Lo mismo pasa con el impuesto al patrimonio, este es un tributo que cobran muy pocos países porque no atrae a la inversión. Al contrario, la aleja. Hoy en día con la globalización, los grandes capitales viajan por el mundo buscando países amigables y, cuando llegan, generan inversión, empleo y desarrollo.
Dicen que una reforma es progresiva cuando busca cobrarle más impuestos a los ricos para darle subsidios a los pobres. Pienso lo contrario. Creo que se deben cobrar impuestos justos a los grandes generadores de riqueza y desarrollo para que estos inviertan en nuevos negocios y así generen más empleo y divisas para el país.
Esperemos que al final de este proceso de reforma prime la razonabilidad frente a la alcabalería.